Producción: Natalí Risso
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La industria textil en su laberinto
Por Gustavo Ludmer (*)
Mes a mes, la publicación de los nuevos datos de inflación reaviva las críticas a la cadena textil indumentaria argentina. El fuerte encarecimiento de la ropa de los últimos dos años deprime el poder de compra de la población y genera un creciente consenso social sobre la necesidad de abrir indiscriminadamente las importaciones para bajar los precios.
Ahora bien: ¿por qué se encarece la ropa en Argentina? La respuesta es sencilla: por la escasez de productos, de insumos y de capacidad productiva. ¿Y por qué dicha escasez? Fundamentalmente por dos causas. La primera: el industricidio del período 2016-2020, donde prácticamente un tercio de las empresas y de los empleos de esta cadena de valor se destruyeron como consecuencia, primero, de la apertura importadora en un contexto de dólar barato y, después, de la crisis económica que desplomó las ventas. En otras palabras, luego de cuatro años de gobierno de Mauricio Macri y uno de pandemia, las capacidades nacionales de producción de hilados, telas y ropa disminuyeron significativamente.
En segundo lugar, la escasez también es consecuencia de la protección comercial implementada por el actual gobierno, que desde sus inicios procuró defender la industria nacional al aplicar una activa política de administración del comercio exterior, que limite la importación de insumos y productos terminados. Esto redujo la oferta, en un contexto donde la demanda comenzó a recuperarse con la superación de los peores momentos de la pandemia, hacia los primeros meses de 2021. En paralelo, la suba de los precios internacionales del algodón y de los hilados sintéticos (poliéster, elastómero y nylon) y el exponencial encarecimiento de los fletes internacionales no hicieron más que agravar la problemática.
La escasez y el aumento de los costos derivaron en fuertes subas de precios de los insumos y de las prendas terminadas, impulsadas también por una intensa y rápida recuperación de los márgenes de rentabilidad perdidos en los años previos. Esta dinámica comenzó en plena pandemia en los eslabones de mayor concentración (fundamentalmente hilanderías y luego tejedurías) y ya desde 2021 se extendió al eslabón de confección y al de comercialización de las prendas.
Sobre la fuerte suba de márgenes conviene realizar dos reflexiones. La primera: en varios actores de esta cadena sobrevuela la expectativa de que más temprano que tarde volverá un gobierno liberal que les hará perder dinero, lo que los lleva a acumular lo máximo posible en estos años de protección. La segunda: la casi inexistencia del crédito bancario conduce a que las empresas necesiten elevadas ganancias para financiar las importantes inversiones que vienen realizando en los últimos años para ampliar la capacidad productiva.
Frente a esta compleja situación, el gobierno avanzó con un acuerdo de congelamiento de precios hasta diciembre con más de 80 marcas reconocidas del mercado. Sin embargo, difícilmente este acuerdo pueda lograr una importante desaceleración de la inflación pues dichas marcas no representan más del 15 por ciento del mercado argentino, donde los canales más importantes son los segmentos informales: saladitas, manteros y comercios barriales.
Entonces, ¿qué se puede hacer para desacelerar la inflación de la ropa? En el mediano plazo, una política industrial que amplíe la oferta: créditos productivos, capacitación de mano de obra y medidas sectoriales específicas. En el corto, acuerdos de precios con todos los actores de la cadena, para evitar que márgenes de rentabilidad elevados por la protección continúen golpeando al bolsillo del pueblo argentino. Para ello, será necesario una inteligente política de administración del comercio exterior que facilite el acceso a oferta importada en aquellos insumos o productos terminados donde se evidencien faltantes o márgenes abusivos. Objetivo difícil de lograr en un contexto de información asimétrica y de tamaña escasez de dólares como la actual. Y donde también ocurre la siguiente paradoja: parte de las prendas que tanto suben de precio son de origen importado, complejizando el sentido común de que las importaciones equivalen a menores precios.
En paralelo, será necesario extender el horizonte temporal para esta industria. Para esto, nuestra sociedad civil se debe convencer de que es valioso contar con una cadena textil-indumentaria, dado su gran capacidad para generar empleos (alrededor de 350.000) a nivel federal, en particular para mujeres y para personas de bajos niveles educativos, cuya alternativa ocupacional es el empleo doméstico, la construcción o los planes sociales. Y esta industria deberá entender que la amenaza es grande, que será necesario una mayor coordinación entre los distintos actores y que cada uno algo deberá ceder para poder salir por arriba del laberinto en el cual está atrapada hace varias décadas.
(*) Doctor en Desarrollo Económico y becario pos-doctoral del CONICET.
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Incremento de márgenes
Por Martín Carro (**)
Hace tiempo que en Argentina las altas variaciones de precios son un tema de agenda y este año cerrará con la inflación más alta desde 1990. En este contexto, los precios de la indumentaria han tomado especial notoriedad debido a su sistemática variación por encima del nivel general. Esto es, incrementando su precio en mayor proporción que el resto.
En el esfuerzo por entender dicho cambio de precio relativo, las explicaciones son diversas y no necesariamente contradictorias: van desde la suba de precios internacionales, mayores márgenes debido a la protección comercial y cuellos de botella en eslabones de la cadena.
Por el lado del incremento de los precios internacionales, el precio del algodón tuvo desde 2020, una suba de 273 por ciento en pesos, menor a la verificada por el IPC-textil que supera el 400 por ciento. No fue mayor a la de otros commodities. Tampoco se observa una caída en el precio de la indumentaria tras la caída del precio del algodón en los últimos meses. Entonces, este aspecto parece explicar la suba de precios en términos generales, pero no ser causante principal del incremento de precio por encima del resto.
Desde una óptica macroeconómica, el argumento central es que la apertura comercial indiscriminada en años anteriores ha obligado a reducir márgenes para sobrevivir con la competencia externa, con su efecto en baja de precio. La mayor protección comercial actual ha contribuido en sentido contrario.
El precio relativo de las prendas de vestir respecto al nivel general del IPC alcanza su mínimo en 2019: el precio de la indumentaria cayó un 20 por ciento en relación al resto de los bienes en comparación a la relación de inicio de la serie actual (abril-2016). En ese periodo se destruyeron 29.412 puestos de trabajo, contabilizando únicamente los formales, en una industria de alta informalidad. Si bien la administración comercial no parece eliminar totalmente la competencia externa (las importaciones de prendas de vestir han crecido más de 20 por ciento acumulado en cantidades en lo que va de 2022), el precio de estas se ha incrementado sistemáticamente por encima del nivel general desde 2020, de modo que su precio en relación al resto creció más de 60 por ciento desde 2019 y está en niveles 30 por ciento mayores a los de 2016.
Al compás de la generación de empleo reciente, aparecieron cuellos de botella en la confección. En los últimos años, confeccionistas decidieron regresar a sus países de origen o migrar a otros polos de industria textil para enviar mayores remesas. Entonces, el crecimiento de la industria de los últimos dos años, se topó con falta de mano de obra para la confección que derivó en mayores costos. En este caso, mayores salarios para confeccionistas, un aspecto positivo hacia una distribución progresiva del ingreso.
Sin embargo, la remuneración al trabajo asalariado en la industria manufacturera, de la cual la industria textil es parte, ha perdido participación durante 2021. Por lo tanto, no parece ser que el incremento de precios tan por encima del resto haya sido apropiado principalmente por los confeccionistas, sino por mayores ganancias en diferentes eslabones de la cadena. Si bien las hilanderías son el eslabón de mayor concentración (y es esperable mayor capacidad para fijar mark-up por menor competencia), también se observa que el precio relativo se incrementó más en las prendas de vestir (segmento sobre el que recae la mayor protección comercial).
En conclusión, la protección comercial puede otorgar mayores posibilidades de incrementar los precios e incluso contribuir a un proceso de recomposición de márgenes para evitar la destrucción de la industria textil. Este proceso se combinó con una suba de precios internacionales (que puede explicar la variación de precios en el mundo, pero no su incremento sistemático por encima del resto) y con cuellos de botella en la confección. Por descarte, cuesta imaginar que no existan mayores ganancias fruto de este incremento de precios.
Cabe preguntarse si elevar márgenes por encima de los normales en un contexto favorable es una estrategia inteligente en el mediano plazo, ya que echa por la borda un consenso político necesario de protección que la industria textil y los trabajadores argentinos necesitan. A su vez, las políticas públicas deben coordinarse para que una orientación a la protección no se torne en una excesiva recomposición de márgenes. En otras palabras, que el Estado se guarde la capacidad de orientar ese crecimiento industrial hacia una mejor distribución del ingreso.
(**) Economista (UBA) e integrante del Observatorio de Políticas Públicas de la UNDAV.