Entre la amplia gama de inquietudes que abonan la obra ensayística de Agustín J. Valle, la que inspiró su último libro, Jamás tan cerca. La humanidad que armamos con las pantallas, (editado recientemente por el sello Paidós) es una suerte de perplejidad frente a la realidad contemporánea. A diferencia de sus anteriores trabajos (publicó, entre otros, Cachorro. Breve tratado de filosofía paterna, A quién le importa. Biografía política de Patricio Rey y Nueva autoayuda, por un sueño latinoamericano) por primera vez aquí se puso a indagar en un tema que no lo interpela desde el afecto sino desde la perturbación: la "mediósfera", neologismo que define un estado de las cosas en el que él mismo se reconoce inmerso.
Valle, profesor en la Diplomatura en Gestión Educativa y coordinador del seminario Subjetividades mediáticas y educación en Flacso, reflexiona en este libro sobre la compulsión conectiva y el encandilamiento que producen las pantallas. Lo hace con rigor teórico pero despojado de solemnidad intelectual, utilizando ejemplos de la vida cotidiana y un lenguaje que combina conceptos académicos y expresiones coloquiales. Atraviesa las más diversas postales de la "Actualidad", desde la obsesión por las notificaciones en las redes hasta la disponibilidad permanente pero sin "estar", pasando por las apps de citas, el VAR, las selfies y las fake news. Un abanico inquietante que debería empujarnos, según la mirada del autor, a buscar hipótesis liberadoras. Valle alude, en ese sentido, a la necesidad de "presentificación". La entrevista misma con PáginaI12 da cuenta de cierta instancia paradojal. El ensayista responde una serie de preguntas vía mail y unos días más tarde se produce el encuentro cara a cara en el bar Roma del barrio de Abasto, entre cafés y medialunas, para completar y -si se quiere- "re-humanizar" el reportaje.
--En tu libro planteás el concepto de "mediosfera". ¿Las pantallas son hoy nuestro medioambiente?
--Supongamos que alguien vacaciona en la playa. Si se la pasa mirando el rectangulito luminoso del celular igual que en la ciudad, ¿cuánto cambió de ambiente, en términos de experiencia, de patrón perceptivo? Los medios comunicacionales dejaron de funcionar tanto como canales entre puntos sociales, entre espacios que existían y sobre la base de existir se comunicaban; al conformarse el continuo incesante de la mediósfera, que lo atraviesa todo, los medios de comunicación, en sentido amplio, pasaron a constituir la clave de nuestro ambiente existencial. Por eso somos animalitos con formas y modos propios de vivir en el ambiente conectivo. No solo las cervicales, los pulgares y los ojos secuestrados en la pantalla. También nuestra frecuencia nerviosa, nuestro modo práctico de vivir el tiempo, el espacio, los vínculos, etcétera. Una forma humana propia de los doble sapiens que viven en el ambiente apantallado..
--Esa mediósfera establece un tipo de temporalidad que se refiere al "ahora" pero no merece ser llamada "presente". ¿Cuál sería la diferencia entre estas dimensiones?
--Creo que la Actualidad nos disloca del presente. Antes había que sacrificarse por un Mañana; hace ya un par de generaciones que la sociedad no produce imaginarios de futuro, salvo los catastróficos, futuros más a evitar que a alcanzar, y, en cambio, hay que sacrificar el presente para no quedar demasiado afuera de la Actualidad. Siempre hay algo que nos estamos perdiendo; siempre algo más importante, más pleno, más verdadero, más bello e importante que nosotres acá; es preciso actualizarnos. Y algún “acá”, algún “esto” valioso, pareciera que tiene la deuda de probar su existencia en la representación virtual: ¿estamos viviendo la cosa, o su representación? A la Actualidad hay que “seguirla”; es un imperativo, no te quedes atrás. Es un dispositivo temporal de dominación política. Articula con el mandato de productivismo, rendimiento y vuelco entero de la vida al trabajo. Disponibilidad permanente porque todo pasa ya. Pero también articula con la ideología de la naturalización del capitalismo: la única verdad es la Actualidad. Pero ahí la “actualidad” es lo que ya está en acto. La desigualdad, el privilegio, la concentración de la riqueza y el poder, etc. Están en acto. Pero las potencias, las fuerzas que pueden cosas, también existen, aunque no estén todas en acto. El presente empieza donde estamos nosotros, seres con potencia de transformación, de intervención, de movimiento, de creación. La existencia de la potencia perfora el encierro del realismo capitalista. Etimológicamente, “presente” es lo que está ante alguien. Si hay alguien, lo dado no está ya cerrado. La Actualidad, paradójicamente, nos saca de donde estamos, y, entonces, nuestra sensibilidad presente se degrada, y toleramos cosas que no toleraríamos…
La religión celular
--¿Cómo caracterizarías esto que llamás "religión celular"?
--¿No somos devotos de la nube luminosa, incorpórea, omnisciente, que muestra imágenes de existencias plenas, tersas, sin dolor, “salvadas”? El capitalismo conectivo, como profundo desarrollo de la ideología liberal (“cada cual tiene su vida y persigue su interés”), tiende a la privatización de la experiencia vital. Como dice Sherry Turkle, pasamos de la comunicación a la conectividad y de ahí al aislamiento… Pero un encapsulamiento (aun transitando la ciudad, auriculares de bloqueo, pantallita en el bondi...) hiperconectado. Las pantallitas nos religan. Nos aferramos del celu como a un rosario, como para chequear y recordarnos que sí, acá está, acá estamos, sí, somos, en tanto tenemos conexión con el más allá… Un más allá con ventanita en nuestro bolsillo. Pienso que la alienación que muestran las pantallas es heredera de una larga tradición de gobierno de lo vivo por parte de instancias abstractas.
-La comunicación personal, "real" con les otres es menos "bloqueable" que la relación virtual. ¿Eso no la hace también más difícil? A veces es más fácil mandar un audio que llamar por teléfono o tener un encuentro cara a cara en un café. También para el receptor es más sencillo acelerar el audio y pensar cuando quiere responder.
--Totalmente, ¡mucho más difícil! Sobre todo en lo inmediato. Y la instantaneidad, como patrón temporal maquinizado por la mediósfera, se convierte en un criterio de valor. Creo que se vio por ejemplo en la rapidez con que millones de personas aceptamos de buen grado el confinamiento del ASPO: cansados de la ciudad, del roce, de los otros… Esto quienes tenemos el privilegio de que quedarnos en casa sea algo confortable, ¿no? Ahora bien, la “facilidad” de lo instantáneo como criterio tiene costos altísimos, y pareciera que vamos perdiendo capacidades de conjunción vincular (acá cito a Bifo Berardi), de concebir que ese bípedo que anda por ahí es un semejante y no un ser cancelable porque cierto estereotipo me lo codifica con un título de odio. Nada más mediatizante que la inmediatez. Una sociabilidad que exige y espera en las relaciones la funcionalidad límpida de los dispositivos y aplicaciones es un caldo de violencia en estado de constantes estallidos descentralizados.
--¿Hay hoy una "pandemia de ansiedad"?
--La ansiedad y la depresión aumentaron en el primer año de pandemia, según la OMS, 25% a nivel mundial: una barbaridad. Pienso que, en varios aspectos, en la pandemia se acentuaron elementos de la normalidad precedente, como este. Los dispositivos conectivos -ventanitas de la nube superior- nos ofrecen cosas todo el tiempo, todo el tiempo puede estar pasando algo, entrando una nueva notificación, respuesta, novedad, “me gusta”, gente que miró tu Historia en instagram, lo que sea. Siempre otra cosa otra cosa otra cosa. Pero si todo el tiempo nos ofrece, en realidad nos demanda; demanda nuestra atención, y la gestión de la actualización. La ansiedad prolonga psíquicamente esta dinámica diseñada por los dispositivos. Otro rasgo que atenta contra el ejercicio de nuestras potencias presentes. Quedamos quemados y expectantes de que algo advenga ya, ya, ya. Esto bloquea los posibles que brotan de nuestra presencia. La salud mental, la salud del ánimo, chorrea por todos lados...
--En esta era plagada de "hiperconectados y distraídos", también se verifica, sostenés, una situación ambigua: por un lado se nos saca de nuestro presente "real"; por el otro, esa misma red conectiva alienante facilita otros encuentros "reales", trafica afectos verdaderos, etc. En el libro lo describís con una frase inquietante: "no podemos estar ni realmente juntos ni realmente solos".
--Tal cual. El estado de disponibilidad permanente, el continuo conectivo, etc, produce una “soledad atestada”. Los dispositivos atentan contra la soledad como momento de vacío en el cual nos encontramos con cosas que tenemos pero no nos son tan obvias, así como contra el encuentro “suficiente”, que produce una intensidad sentida donde lo mediato resulta muteado. ¿Nos encontramos a estar cada cual relojeando la pantallita? Por Dios...
Mediados o mediatizados
--Citás al ensayisa francés Paul Virilio, que escribió en El arte del motor: "Estar mediatizado es estar privado de derechos inmediatos". Vos distinguís entre mediación y mediatización.
--Nuestros derechos como cosas que podemos, son nuestras potencias. Si quedan “delegadas” en el dispositivo, se nos privan. El aparato, ¿es un recurso del cuerpo, de lo vivo, o lo vivo queda pegado, adherido al aparato como tantos animales a las luces? Es el primer artefacto, la pantalla -desde la tele-, que ilumina pero no para hacer visible otra cosa, sino para apegar los ojos a sus rayos. Cuando sirven para enlazarnos, para alimentar procesos con centro en la presencia, allí digo que los dispositivos median; la mediatización nos separa y nos conecta pero en tanto que separados, como decía Debord.
--Señalás que "La subjetividad mediática no tolera el aburrimiento": en la compulsión conectiva, la notificación y la actualización en las redes provocan la secreción de dopamina necesaria para seguir…
--Sí, ahí también tomo el trabajo de la socióloga de la educación Marcela Martínez, que señala que en la sociedad disciplinaria los pibes se aburrían pero era un problema de ellos, no resultaba en una crisis del dispositivo escolar, mientras que hoy los pibes se aburren y se ausentan -de cuerpo presente, entrenados, como estamos todes, en estar sin estar, en tener en la cabeza un repertorio de ventanas que van pasando...-. La Actualidad no descansa y manda no descansar. No toleramos un momento de silencio, de “nada”; cualquier intersticio entre cosas, se llena con la conectividad. Se ve en la gente manejando autos, por ejemplo, cosa tremenda. Sujetos entre-tenidos, sujetados constantemente a los dispositivos que organizan la reproducción de las relaciones sociales.
--¿Aquello que nos libera también nos sujeta? Nuestro vínculo con los teléfonos celulares es un ejemplo paradigmático.
--Puede ser, porque los aparatos están sujetos a lógicas sociales. ¿No eran las grandes máquinas y sus fábricas, también, las que sujetaban al proletariado y podían a su vez organizar su emancipación del capital? Ahora bien, los dispositivos de poder siempre ofrecen libertad, ¿no? Andá donde quieras, desplazate, sé móvil, organizá tus tiempos, etc; estás conectado, disponible, incluso quizá alienado a la red de Actualidad que hace que vivamos la vida y las cosas como medio-para otra cosa, algo ausente, abstracto. Quizá por eso cariño y odio, tecnofilia y tecnofobia.
--¿Hay salvación dentro de la nube algorítmica? ¿De qué manera se puede restituirle al presente su "potestad existencial soberana"?
--Hay movimientos de "presentificación", que es la restitución al presente de su centralidad existencial. Estos movimientos son de lo más diversos y variados, tanto en planos individuales, de dos, grupales, institucionales, urbanos, masivos. Cada vez que logramos prácticas, movimientos, que nos hacen sentir que el centro de la vida está acá, donde estamos -es decir, que le devuelven el sentido al presente-. Se mutea lo mediato. Se intensifica el presente -y por lo tanto cambia el horizonte de lo posible-. Muchos movimientos presentificantes usaron y usan las pantallas y la mediósfera como recurso. Sublevaciones en diversos países, incluso la sublevación feminista aquí, son ejemplo. Pero también recuerdo una hermosa rateada masiva que organizaron los pibes de secundario mendocinos hace unos años: gestada por internet, no para quedarse cada cual en su casa sino afirmándose como sujeto colectivo y armando encuentros de fiesta y juego en las plazas. Instaurar intensidades deseables, en vez de estar sujetos a perseguirlas o consumirlas.
--¿Se puede "habitar el dispositivo" sin creerle tanto?
--Creo que sí, no es “pura”, la nube, y el dispositivo puede usarse en movimientos de “contrasentido”, disidentes respecto de la inercia que trae prefigurada. Y pueden circular allí fuerzas que tengan efectos subjetivos disidentes. Los casos que comenté recién son ejemplo. Como decía Deleuze hablando de pintura, o de la obra de Spinoza, cuando el ambiente de época es religioso, hay que poder percibir los flujos de ateísmo que corren allí mismo, incluso enmascarados con los ropajes de la religión.
-El capitalismo conectivo obliga a adaptarse a escenarios variables. Impone la necesidad de improvisar todo el tiempo. Pero se trata de una improvisación "adaptativa". ¿Es posible convertirla en una "improvisación creativa"?
--Esa adaptación forzada, como parte del clima, del ambiente, es parte del dispositivo de Actualidad: actualizate, adaptate. Lo que rige es la volatilidad necesaria para que el capital financiero persiga las ocasiones de su ganancia máxima. El negocio más obsceno resulta el ordenador central de la economía. Y la economía es un ordenador político, en el sentido de que organiza modos de vida, relaciones de mando, distribución desigual de derechos de hecho… Ahora bien, esta dinámica paradójicamente convive con una tendencia a la programática: porque hay que improvisar, pero con un orden de valores dado, que hay que seguir, que es previo a la experiencia, no valores fundados por la experiencia. La improvisación deviene creadora, me parece, cuando no se limita a cambiar de estrategias para perseguir el mismo mando de la razón del capital (y las imágenes de la vida también como capital). Cuando en un proceso encontramos, gestamos, valores, deseos, y en función de eso remodulamos nuestras apuestas. Partiendo de que no sabemos exactamente qué es lo que querremos en el porvenir, ni podemos saberlo, salvo vía apego a órdenes de valores dominantes en la época, que cuando más o menos podés mostrar que los conseguiste, se dice que “llegaste”.
Dinámica financiera y subjetividad mediática
Valle establece una analogía entre la dinámica financiera y la subjetividad mediática: "circulación sin restricciones, el hecho de autovalorizarse, buscando encuentros límpidos como conexiones que rindan la mayor ganancia posible; una bolsa donde ponemos imágenes de nosotros y después vemos cuánto se infla su valor… En el desdoble subjetivo de la socialidad digital y el mercado laboral, uno puede ser su propio capataz, su propio manager, y, también, el propio broker de su yo. El capital financiero, el modo financiero del valor, es una matriz que se extiende también dando forma a la subjetividad. Algo se ve por ejemplo en cómo deriva la liberalización sexo afectiva: yo decido ir donde quiero, acumular contactos sin fijarme en ningún sitio, calculando rédito, ¿no es el capital financiero hablando? Y hay más. La mediósfera es una versión actual de la dominación de lo abstracto sobre lo terrenal, corpóreo y vivo, como el Espíritu, como el Capital. Existe algo más valioso que lo presente; algo siempre ausente, que o no está ahora o no está acá, pero con espectros y sicarios sí presentes. El capital financiero también se presenta como una razón superior cuyos sacerdotes (CEOs y mandatarios económicos por ejemplo) nos hablan de lo que 'el mundo' o 'el mercado' quieren; como si hubiera una instancia superior, separada, que sabe más sobre la vida que la propia vida, y por tanto exige gobernarla. El Pro encarnó esta racionalidad de modo muy explícito: pantallitas, triangulito de Play y trato sacro al capital concentrado. Aunque no le es exclusiva".