Después de seis años, Gran Hermano, el programa paridor de todos los realities, volvió a la pantalla de Telefé con gran éxito. El 17 de octubre, ingresaron 18 participantes para competir por un premio de 15 millones de pesos. Para felicidad de sus realizadores, las polémicas no se hicieron esperar. Desde que comenzó el ciclo, de inmediato se apoderó de casi toda la esfera mediática y --como suele suceder-- el resto de los programas de televisión e incluso unos cuantos canales online hablan de los participantes, estrategias, sus historias, orígenes etc. En la primera semana, superó las expectativas de sus fanáticos, quienes tuvieron intrigas y momentos para hacer dulce. En paralelo a toda la alaraca festiva, también llegaron las polémicas que pintan a Gran Hermano como frívolo, discriminador y sexista.
Tuve de invitada en mi programa Intrusos del espectáculo a la politóloga especializada en perspectiva de género, divulgadora y escritora María Florencia Freijo. Me interesaba mucho darle eco a lo que Flor había expresado en sus redes: "Creer que solo es un programa es un error. La industria cultural del ocio es un dispositivo educativo por excelencia. Se absorbe de forma pasiva, entre las venas como placebo a la realidad adversa que nos propone esta sociedad de consumo y mandatos".
Uno de los puntos que analizábamos con mis compañeres y que luego comentábamos con Flor Freijo es la poca variedad que expresa la selección de integrantes femeninos de esta edición del programa: si la idea fuera (cosa de la que realmente no estoy segura) reflejar los diversos modos de ser mujer que existen en nuestra sociedad, debemos decir que el casting es muy limitado: casi todas las protagonistas responden a mandatos hegemónicos de belleza y sexualidad. Se trata nuevamente de mostrar estereotipos que no cubren el vasto panorama de la realidad. Frente a esto, nos advertía Flor que hay que dar debate, ya que este tipo de representaciones nunca son inocuas.
Es cierto que los procesos de estereotipación comienzan a muy corta edad. ¿El ser humano necesita identificarse y sentirse representado en los medios de comunicación? Yo creo que sí. Sin embargo, está claro que la tele no siempre es un reflejo de la sociedad. Recuerdo en mi infancia que todas las conductoras eran mujeres cisheteros: Pinky, Susana Giménez, Mirtha Legrand, Magdalena Ruiz Guiñazú, Liliana López Foresi, entre otras. Les niñes que hoy pueden verme conduciendo un programa de espectáculo como Intrusos claramente van a tener una perspectiva de género más amplia que las personas de mi generación y hasta puedan imaginarse que en un futuro quizás ocupen ese lugar.
Puede ser que la selección de participantes de Gran Hermano deje bastante que desear, pero con esa audiencia nadie se anima a cuestionar a los que tomaron la decisión. Y si el reparto efectivamente fuera aquel que el público siente que lxs representa: ¿eso supone que Gran Hermano sea, entonces, un reflejo de lo que la sociedad desea ser? ¿Es tan limitado como creemos lo que reproduce el reality? ¿Está bien que le pidamos tanto a un programa de televisión?
Realmente no sé si el éxito en cuestiones de audiencia tiene que ver con el término que usan les chiques para nombrar el fenómeno "TV falopa", que está pensada para distraer, para sacar a la gente un poco de este momento de crisis profunda que vive. Los medios nos bombardean con noticas negativas, la inflación, el dólar, los precios por las nubes. En medio de este panorama desalentador, el alto impacto en rating parece responder a cuestiones más arraigadas y difíciles de desarticular. Por ejemplo, a pesar de que sabemos que un culo perfecto no es lo real, ni un valor en sí, no podemos dejar de mirarlo.
Nunca fui una fan de Gran Hermano, no sé cual es el atractivo para las personas que lo siguen o el morbo que les da estar observando a un grupo de personas viviendo este experimento, ver cómo nace alguna relación, los bandos, las grietas, las nominaciones. Quizás esta audiencia solo quiera pasar el rato y su disfrute tenga también que ver con sentirse parte del programa más visto del país, ya que aquí el espectador tiene el poder, con su voto, de sacar a un participante de la casa. Pobres y chiques acomodadxs, buenxs, malxs, farsantes, chicas que expresan su gran necesidad de ser aceptadas a partir de su apariencia física: todas las virtudes y defectos del ser humano afloran en este experimento que tiene falopeada a su audiencia.