Desde San Pablo
La radiografía precisa y detallada de la victoria de Lula contiene varias confirmaciones y algunas sorpresas. La página oficial del Tribunal Superior Electoral (TSE) facilita el análisis después de un octubre que termina tan tenso como violento. Ratificado el líder del PT en la presidencia por esa autoridad suprema de la votación, reconocido de inmediato por presidentes como Joe Biden que lo llamó, Emmanuel Macron que demostró su satisfacción y el propio Alberto Fernández que viajó hasta Brasil, rastrear los datos finos de esta elección crucial, se impone para conocer ciertas motivaciones del desenlace el domingo. En contraste con ese despliegue de contactos políticos de primer nivel, de encuentros formales e informales, el jefe de Estado, Jair Bolsonaro, nunca rompió el silencio.
Los más fanáticos seguidores del presidente Bolsonaro que lo llevaron al Planalto en 2018, tal vez pudieron alejarlo de su meta reeleccionista con conductas delictivas y al menos en dos casos con armas a la vista, en los días previos a la segunda vuelta. Hechos cuyo impacto en la votación es difícil de mensurar, pero que tuvieron una gran repercusión pública.
Uno fue el episodio del exdiputado Roberto Jefferson. El hombre que tiroteó a la policía desde su mansión en Río de Janeiro. Cursaba una condena domiciliaria y volvió a la cárcel. Había visitado a Bolsonaro cuatro veces en el Planalto pese a que el jefe de Estado no quiso reconocer esa afinidad. El otro hecho lo protagonizó la legisladora Carla Zambelli, del mismo partido que el presidente. Corrió a un hombre arma de puño en mano y se metió en un bar con la excusa de que había sido atacada. Se comprobó que su víctima es periodista deportivo y trabaja en la agencia de comunicación Weber Shandwick, dedicada al área cultural. Además colabora en el sitio de noticias The Playoffs.
El Nordeste y Minas Gerais
Las dos situaciones deterioraron aún más la imagen Bolsonaro pocos días antes del balotaje. Un segundo turno que terminó con una apretada diferencia del 1,80 por ciento. El 50,90 para Lula y un 49,10 para el presidente que deberá entregarle el gobierno el 1° de enero. El ganador se impuso en trece estados, de los cuales nueve pertenecen a la región del Nordeste, donde reside su mayor caudal político. Además venció de manera muy ajustada en el estratégico Minas Gerais (50,20 a 49,80) y en tres de los siete estados con más caudal de votantes del norte de Brasil: Amazonas, Tocantins y Pará.
Lula hizo la gran diferencia en su terruño, donde de manera casi uniforme le dio una paliza a Bolsonaro. Los nueve estados del Nordeste, incluido Pernambuco donde nació, le otorgaron la confianza con porcentajes que oscilaron entre el 76,86 por ciento de Piauí y el 58,68 de Alagoas. Además, su único candidato a gobernador vencedor, Jerônimo Rodrigues, triunfó con amplitud en Bahía. Los tres restantes que pasaron a la segunda vuelta perdieron. Fernando Haddad en San Pablo y los que con pocas chances aspiraban a las gobernaciones de Santa Catarina y Sergipe.
Su rival, el atribulado presidente al que todavía no se le escuchó la voz después de la elección, ganó en los catorce estados restantes. Aún con su victoria en San Pablo, el más poblado del país – donde venció su candidato a gobernador de la fuerza Republicanos, Tarcisio Gomes de Freitas -, no le alcanzó para continuar en el gobierno por otros cuatro años. También se impuso en Río de Janeiro y Espíritu Santo en el sudeste, pero donde sacó la diferencia más amplia fue en los tres estados del sur: Paraná, Santa Catarina y Rio Grande del Sur (RS).
La felicidad de Bolsonaro no fue completa en la región. En el industrializado RS, su candidato a gobernador Onyx Lorenzoni sufrió una de las peores derrotas. El tucano Eduardo Leite le dio vuelta el resultado del 2 de octubre con el apoyo del electorado del PT. El perdedor había ejercido el cargo de ministro jefe de la Casa Civil de Bolsonaro.
Donde también ganó con amplias diferencias el militar presidente fue en la región del Centro Oeste, polo fundamental de los agronegocios. En el Distrito Federal de Brasilia, Goias, Mato Grosso y Mato Grosso del Sur el proyecto reeleccionista sacó porcentajes muy altos, entre el 59 y 65 por ciento.
El Congreso, escenario complicado
Lula tendrá que desplegar a pleno su reconocida capacidad de armador político en el Congreso. Su bancada propia en las dos cámaras es exigua (68 diputados y 9 senadores del PT). Aún con sus aliados del Partido Comunista de Brasil (PCdoB), el PSOL de Guilherme Boulos y otras fuerzas menores, no llegaría a conseguir poner en funcionamiento los dispositivos parlamentarios que se requieren para aprobar leyes vitales. Una de ellas, la reforma tributaria.
De los 308 diputados federales que se requieren para sacar una norma en el Congreso, el próximo presidente y sus aliados llegan hoy a 122. Les faltan nada menos que 186. Para lograr quórum en la Cámara Baja necesita 257 legisladores, por lo que debería llegar a juntar 135 diputados más a los que tiene su bancada. Para convocar a un plebiscito precisa menos. Son 171 diputados y descontados sus 122 tendría que agregar 49 más a los propios y sus aliados.
Otro tanto le sucederá en el Senado. De los nueve que mantienen una banca en la Cámara Alta por el PT – a los que deben sumarse tres de sus aliados – tiene casi una cuarta parte de la cantidad que necesita para sesionar. Son 41 y le faltan 29. Condicionado por este panorama en el Congreso, Lula tiene que ampliar su propia fuerza en un escenario casi siempre hostil para su partido.
En esa caja de resonancia de la democracia brasileña, su compañera y expresidenta Dilma Rousseff, fue destituida en 2016. Bolsonaro empezó a construir su camino hacia el Planalto también en ese recinto. Cuando votó para sacar del cargo a esa mujer que la noche del domingo acompañaba a Lula en el palco, reivindicó la memoria de su propio torturador, Carlos Brilhante Ustra.