A veces se habla del tango como si no hubiera más bardos que los del pasado. Como si, cancelada la posibilidad de alcanzar la estatura poética de sus mejores exponentes, no hubiera nada más por escribirse. Como si, incluso, esos grandes de la época de oro del género no hubieran compartido cartel con rimas facilongas y metáforas de una cursilería que harían sonrojar al mismísimo Arjona (te estamos mirando a vos, "puente de cristal"). Pero lo cierto es que quienes cultivan el tango del siglo XXI hace rato que discuten sobre sus (nuevos) trovadores preferidos. Que si las letras de Alorsa, las de Acho Estol, que si Marisa Vázquez, Victoria di Raimondo o Cintia Trigo, y qué pasa con las de Juan Lorenzo, su tocayo Serén o Mariano Pini, por nombrar apenas algunos en esta lista breve e injusta.
Más allá de los muchos cancioneros que –por suerte- empiezan a proliferar, al tango siglo XXI le faltaba un volumen que le diera contexto y marco teórico. El poeta Matías Mauricio acaba de publicar Tango post 2001: estallido social y nuevas poéticas, que presentará este miércoles 2 a las 19.30 en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543) con música en vivo de Cucuza Castiello, Leandro Nikitoff, Mariano Heler, el bailarín Juampy Ramírez, y la bandoneonista Cindy Harcha con uno de los fueyes de Aníbal Troilo.
“Quería hacer un libro que quedara como testimonio porque hay pocos trabajos sobre la letrística del género desde la vuelta de la democracia a la actualidad”, cuenta sus motivos Mauricio. “Hay algunos textos sueltos, ensayos, ponencias, pero que quedan medio en el limbo. Hoy en día la letrística es el aspecto más border del género”, plantea el autor. Su trabajo parte de los antecedentes inmediatos de esta generación de letristas y poetas (las experiencias noventosas de Melingo y de La Chicana, por nombrar algunos), la emergencia post-diciembre 2001 de una estética que gana definición estética al reflejar la ciudad que habita –Matías Mauricio postula que el actual es un tango donde las temáticas sociales ocupan el centro de la escena-, sugiere claves de lectura para acercarse al género en tiempo presente, una serie de trayectorias personales de algunos poetas destacados y, finalmente, una antología de grandes versos contemporáneos del tango.
“Primero había pensado todo un trabajo de la letrística de los 120 años del tango y se me empezó a ir de las manos, porque quería expresar el post-2001, y me lo tapaba lo otro”, recuerda. “Mi sueño ahora es que venga alguien con este material y lo siga laburando, que salgan mejores análisis, reflexiones, o por qué no, hacer foco en determinados autores y laburar sobre eso. Yo tiro pinceladas y la pasión por escribir”. Mauricio se siente –se sabe- parte de esta generación. Él también escribe tangos y los escucha interpretados por las orquestas de hoy, aunque a la hora de las charlas públicas hable de los poetas de antes. “Yo me siento un poco camaleónico, con la tradición parece que estoy todo el tiempo sacando muertos, pero en realidad con lo de ahora me prendo fuego. Entonces mientras daba charlas sobre Manzi iba tejiendo un dios en la sombra, que era todo esto”.
Tango post 2001: estallido social y nuevas poéticas refleja más de veinte años del género. “Ya hay un tono, una voz, letras que cuentan lo que nos pasa”, plantea Mauricio. “Es lo que pasaba en la época de oro, lo que hizo Villoldo en su época, yo plantearía el tema de la canción, pero ya hay un cuerpo de obra que nos permite decir que si bien trabajamos los mismos temas de la historia del tango, hay una distinción, un color, un tono, una manera de cantar, de sonar y respirar la época, por eso me animé a analizarlo ahora que se puede ver desde un helicóptero esa cartografía”.
-¿Por qué elegís el recorte de las letras sociales?
-Porque es el sello de época, el estalido del menemato para acá. Si bien siempre existieron letras sociales y políticas, el cuerpo de letras actual está tocada por lo social. Hay letras de amor, del paso del tiempo, pero la ciudad rota es el tópico de esta generación.
-Pongámonos ontológicos, ¿qué es "lo tanguero”?
-Primero está la sonoridad de la música. Si hay una coloratura sonora, está el tango. Eso lo podés acompañar con letras y esas letras en general están tocadas por la ciudad. Hay tangos rurales y lo que quieras, pero la ciudad está latente, con cierto lirismo y nerviosismo. Sobre eso luego hay ríos, mundos, lo suburbano de Manzi, los arroyos de Espósito, la desesperación de Discépolo, la mugre del Tape, o el dark de Di Raimondo, la comicidad de Alorsa. Todos son matices que giran sobre la ciudad. Pero vos podés agarrar una letra de cumbia o algo de Manal, de Wos, lo tangueás y es un tango. Está la ciudad, siempre.
-¿Y lo “rockero” del tango actual?
-Es que venimos de ahí. Ya no venimos del tango ortodoxo. No sólo desde la música, sino desde la cultura general. Eso se va a escapar en la música, las letras, la manera de frasear. Alguien que construye desde la cultura rock no respira como antes. Y escribimos desde acá. Mis letras tienen influencias de Spinetta, por ejemplo.
-Hablás de la canción y su “misterio”, ¿cómo los definirías?
-Mi ideal de canción es aquella que está construida
por una buena melodía, una letra que comunique, y que en la voz de quien la
interprete resplandezca con mayor fuerza. Si además todo esto produce belleza
estética, ¿qué más? El “misterio de la canción” es una pregunta para los dioses,
porque quizá la canción tenga todo lo que conté, pero si el público no la
hace suya no estaría alcanzando su verdadera misión. Las buenas canciones se
silban.