"Anticonceptivos: 800 mil argentinas toman la píldora", se lee en el cintillo de la tapa de Siete Días Ilustrados mientras que la foto muestra al Che Guevara empuñando un arma, rodeado de campesinos. La edición es del 23 de mayo de 1967 y la publicación, creada por Cesare Civita y Paco Vera, dos antifascistas europeos exiliados en Argentina, fue el punto de partida para que la investigadora y docente Cora Gamarnik empezara la investigación que se plasma en su libro El fotoperiodismo en Argentina, de Siete Días Ilustrados -1967- a la Agencia SIGLA -1975- (Pretéritos Imperfectos).
El libro fue producto de la tesis de doctorado de Cora y la autora recuerda lo difícil que fue hacerlo mientras maternaba a sus tres hijes pequeñes: “en 2008 cuando empecé este proyecto, que derivó en una tesis de doctorado y después en un libro, no había políticas de género pensadas para el ámbito académico, estaba mucho menos trabajado el tema de la desigualdad que tenemos las mujeres que decidimos ser madres y también estudiar o investigar. No se contemplaba el hecho de que no podemos producir al mismo ritmo y en la misma cantidad que nuestros colegas varones. Yo tuve la suerte de tener un compañero que me apoyó mucho y también tuve el apoyo de otras mujeres que me ayudaron en la crianza; sin ellas no habría podido dedicar el tiempo que requiere una tesis de doctorado”, cuenta Gamarnik a Las12.
Tenía 39 años y 3 hijos, el más pequeño recién nacía, cuando la UBA habilitó a que personas de entre 35 y 40 años pudieran postularse a una beca de doctorado. “Sólo un 15 por ciento de esas becas era para esa franja etaria. O sea, hasta los 35 años se podía presentar el 85 por ciento y el resto, ese 15 por ciento, las que habían cumplido entre 35 y 40 años. Se armó un cuello de botella de personas que, como en mi caso, por la maternidad no había podido dedicarme a investigar. Había una ausencia de investigaciones previas respecto de la historia del fotoperiodismo en el país, así que empecé bastante de cero”, explica la investigadora. “Este libro es producto de esos resquicios que se fueron abriendo. Da cuenta también de que necesitamos más becas, más políticas científicas inclusivas, que no discriminen por edad y que tengan una mirada de género”, agrega Cora.
¿Por qué te interesaste por el fotoperiodismo?
--Yo daba clase de Historia de los Medios en la Carrera de Comunicación de la UBA y lo que ví fue un vacío enorme en esta área, había investigaciones sobre la fotografía pero vinculada a la primera mitad del siglo XX y fines del siglo XIX pero no había investigación sobre fotografía de prensa, o había muy poca y los 60 fueron años claves porque la televisión todavía no se había instalado de forma masiva, había pocos aparatos de televisión en las casas, había poco contenido para la televisión. Entonces los grandes acontecimientos nacionales e internacionales de esa época (pensemos en la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam, el Mayo Francés, las luchas por la descolonización en el mundo entero, las luchas contra el apartheid, las luchas estudiantiles en México, en Brasil, en Chile, la lucha antirracial, la llegada del hombre a la luna, el asesinato del Che Guevara, acá el Cordobazo) podían verse a través de la fotografía de prensa, no a través de la televisión. Todo lo que llegaba, lo hacía vía las revistas ilustradas. Fue un período de oro para la fotografía de prensa. En ese momento se dio un encuentro particular entre dos personas clave del mundo editorial: Cesare Civita y Paco Vera en la editorial Abril. Uno se había escapado del fascismo de Italia y el otro había combatido en las filas republicanas contra el Franquismo. La conjunción de ellos dos que conocían la fuerza que tenían las revistas ilustradas y el rol del fotoperiodismo en ese momento en Europa, sumado el ejemplo de Life en Estados Unidos, hizo que se propusieran crear la Siete Días Ilustrados en 1965 en Argentina.
¿Con esa revista empieza tu investigación?
--Primero hago un paneo por los hitos más importantes del fotoperiodismo en la primera mitad del siglo XX: Caras y Caretas, Diario Crítica, Noticias Gráficas, el surgimiento de Argra, la fotografía en el primer peronismo y luego si, me meto de lleno en la década del 60’. Los públicos ávidos de ver lo que pasaba en el mundo, lo hacían sobre todo a través de las revistas. Vera construyó un staff de fotógrafos muy importante, con coberturas y viajes que duraban un mes y medio a un país o a una región para hacer una nota de 3 o 4 páginas, con esos tiempos trabajaba un fotoperiodista en ese momento. Había otra concepción de la fotografía y de la relevancia que la fotografía debía tener para contar historias; el periodista y el fotoperiodista iban juntos a hacer las notas. En esa época escribía Rodolfo Walsh para la Editorial Abril en la revista Panorama por ejemplo y él viajaba un mes con un fotógrafo, en su caso era Pablo Alonso y entre los dos hacían un trabajo casi etnográfico antes de publicar una nota.
¿Y eran pocas las mujeres que podían llegar a hacer ese trabajo?
--Prácticamente en la década del 60 no hay mujeres como fotoperiodistas en los medios, es más, tenemos el relato de Marta Strasnoy por ejemplo, ella quiso entrar a la Editorial Abril, presentó una carpeta y el propio Vera le dijo que quería mujeres en su staff. No importaba cómo sean tus fotos, si eran buenas o malas. Marta se transformó en fotoperiodista igual pero le costó muchísimo más que a sus colegas hombres. A las mujeres les negaban el acceso al oficio de fotoperiodistas o en los casos excepcionales en que les permitían hacer algo era en tareas marginales, en coberturas menores, de temas superficiales, de decoración o de moda que a los varones no les interesaba realizar. Justamente a partir de las luchas feministas de estos últimos años, de lo que fui aprendiendo, a mi me cambió mi mirada sobre este objeto de estudio. Miré la historia del fotoperiodismo con una mirada de género y me di cuenta que faltaba escribir la historia de lo que no pudo ser, de la cantidad de mujeres que sí quisieron ser fotoperiodistas y no las dejaron o las dejaban entrar a esos lugares marginales. Y eso es lo que estoy escribiendo ahora, como hicieron para acceder a la profesión, la discriminación que sufrieron, los intentos fallidos, los malestares, lo que sí pudieron. Me propuse reconstruir el camino que tuvieron que hacer diversas mujeres para hacerse un lugar en el fotoperiodismo argentino entre los años 60’ y 90’. Partiendo de los relatos de fotoperiodistas mujeres que intentaron -y lograron en diversa medida- ejercer la profesión en un contexto adverso en su doble vía, político y patriarcal.
¿Y con qué te encontraste?
--Una cosa interesante es que encontré tres casos muy relevantes en la prensa militante en los primeros 70’, allí no sólo se permitió que hubiera mujeres fotógrafas sino que tuvieron lugares de peso y de importancia. Estoy reconstruyendo la historia de tres mujeres fotógrafas que fueron Cristina Bettanin, Victoria Vaccaro y Alicia Wieland. En la prensa militante se consideraba que las mujeres podían hacer las mismas tareas que los hombres. Las trayectorias de ellas tres y sus derroteros tuvieron que ver con lo que fue la militancia de los 70. Victoria Vaccaro vive, sobrevivió a la dictadura y rearmó su vida en el exilio en Estocolmo. Pude entrevistarla durante la pandemia y está recuperando ahora sus archivos de cuando fue fotógrafa para El Descamisado. De Cristina Bettanin estamos reconstruyendo pedacitos de su historia, recuperando algunas de sus fotos. Alicia Wieland pasó toda la dictadura presa. Fue un momento en donde la fotografía era una herramienta de lucha para la liberación.
¿Fueron invisibilizadas?
--Fueron invisibilizadas por la dictadura militar, por la clandestinidad y por la ruptura en la transmisión generacional. Yo me propuse con el libro y me propongo con mi trabajo actual abrir el espacio para nuevas narrativas, invisibilizadas hasta hoy, que recuperen sus historias. Analizar el por qué del lugar de subordinación, de esos espacios de menor trascendencia que les eran otorgados y de la discriminación que sufrieron en el acceso a los medios. Para revertir en la medida de lo posible la invisibilidad tanto de sus historias como de su producción fotográfica. Corroboré un largo borramiento de sus aportes en las experiencias de mujeres contenidas tanto en la historia del fotoperiodismo a nivel mundial como local. Y me gustaría mostrar que la historia visual de Argentina también fue hecha por mujeres. El libro se hizo en base a 40 entrevistas en profundidad a fotógrafos hombres y ahora estoy tratando de hacer la otra parte para visibilizar las narrativas de las mujeres. En la última Bienal de Fotografía de Tucumán conocí personalmente a Helen South y ella me contó que sus inicios como fotoperiodista fueron en el diario El Día de La Plata, es una historia aún no contada. En intercambio de mails con Adriana Lestido me contó de su época como fotoperiodista para el diario La Voz. Charlé también con María Marta Cremona y lo que significaba ir a cubrir fútbol en los años 80’ o con Cristina Freire sus inicios en Diario Popular. Me falta igual entrevistar a muchas otras mujeres aún pero para todas ellas fueron difíciles esos inicios.
Hablás también en uno de los capítulos sobre la fotografía como herramienta de lucha. ¿Cómo era ese tipo de activismo?
--El fotoperiodismo fue muy importante para visibilizar lo que sucedió en los últimos años de la dictadura militar y durante la apertura democrática. El libro intenta reponer las rupturas generacionales, me propuse ir trenzando y uniendo los hilos que habían sido tan desgarrados. El período central del libro va entre 1965 y 1975. Hubo muchos fotógrafos que decidieron poner su oficio y sus saberes, su habilidad al servició de organizaciones políticas que luchaban por la revolución, por la liberación y consideraban que la fotografía era una herramienta de lucha, era un instrumento, utilizar el oficio como herramienta política y sus vidas estaban al servicio de la liberación. La revolución parecía estar a la vuelta de la esquina. Pero en otros casos no era así, había fotógrafos que trabajaban en la prensa militante porque eran excelentes fotógrafos y habían sido contratados como profesionales. Esa combinación de factores también la trabajo, lo mismo que los vasos comunicantes entre la prensa masiva y la prensa militante.
Decís también que la fotografía fue clave en la transición democrática...
--Yo creo que el fotoperiodismo fue clave en la construcción de la democracia en tiempos de postdictadura: para develar intentos de impunidad, para visibilizar lo que intentaba mantenerse oculto. Fue fundamental también en la construcción de la identidad de las Madres de Plaza de Mayo como un símbolo tanto a nivel nacional como internacional, para que se conociera su lucha y para que ellas se miraran a sí mismas como un colectivo de lucha y de resistencia. Nora Cortiñas contó muchas veces que cuando veían a los fotógrafos llegar se sentían protegidas, más seguras. Había algo generacional también porque muchos fotoperiodistas que cubrían sus acciones, sus rondas tenían la edad de sus hijos y se generaron vínculos afectivos muy fuertes, muy potentes.
¿En qué estás trabajando ahora?
--Me gustaría que se pueda publicar el tomo II de la historia del fotoperiodismo en Argentina, que va desde el 76 al 2002, desde la dictadura hasta lo que sucedió en 2002 en la estación de Avellaneda con los asesinatos de Kosteki y Santillán, pasando por el asesinato de José Luis Cabezas, las fotos que mostraron al menemismo, el 19 y 20 del 2001… hay tanto aún para contar...