Desde la década del '70, la precariedad social se incrementa día a día en Occidente. Esto es consecuencia de las ideas neoliberales y de la actividad de las empresas transnacionales, que cooptan gobiernos para que legislen a su favor porque ellas aseguran, como contrapartida, dinero para las campañas electorales y puestos más que rentables para los ex funcionarios y familiares.
En los últimos cincuenta años, encontramos una constelación de escándalos empresariales, ejemplificados por Enron y Arthur Anderson, así como una multitud de bancos y fondos de inversión rescatados en Estados Unidos y Gran Bretaña en la crisis de 2007-2008. Se destruyeron los ahorros previsionales de millones de familias mientras que los gobiernos correspondientes protegieron a las entidades financieras evitando su quiebra fraudulenta, lo que les permitió recompensar a gerencias criminales para que se retiraran con indemnizaciones millonarias, como destaca el profesor Guy Standing en su libro El Capitalismo Corrupto.
La influencia más nefasta del neoliberalismo puede articularse en tres dimensiones: 1) la mentira globalizante; 2) el explosivo incremento de la precariedad social; y 3) la distribución de la riqueza en activos fijos y financieros, que otorga el 5 por ciento de la riqueza global al 95 por ciento de la población y transfiere el 95 por ciento de la riqueza restante solamente al 5 por ciento de la población. Bajo este marco de análisis, se puede vaticinar qué esperar del neoliberalismo en las elecciones argentinas del 2023.
La mentira
No se debería confundir la globalización como proceso social y económico cuyas manifestaciones el mundo ha presenciado sucesivamente desde Alejandro Magno a la fecha, con la mentira globalizante, que comienza desde la década de los '70 en el siglo pasado. Esta última es una justificación para hacer negocios a escala planetaria por medio de la participación de organizaciones transnacionales, sean ellas complejos empresariales o bancos internacionales.
Los aspectos definitorios de la manipulación globalizante son las supuestas ventajas de las transacciones económicas y financieras sin fronteras y la competencia sin ataduras para lograr eficiencias que aseguren beneficios para reducidas elites. También se encuadra en esta definición la ola privatizadora de los '90, que fracasó estrepitosamente en América Latina, junto a la flexibilización laboral, cuyo objetivo encubierto es la desocupación rampante, y la explotación de los trabajadores no solo en las naciones más empobrecidas, cuyos sistemas políticos son vulnerables, sino también en las naciones desarrolladas.
Para fortalecer las características mencionadas, los grandes grupos económicos y financieros cuentan con un instrumento poderoso: las operaciones en localidades offshore, que alquilan sus artificiales soberanías contra depósitos de fondos provenientes de la evasión impositiva, la contabilidad fraudulenta (llamada “creativa”), el narcotráfico, el juego, la industria de armamentos, y los precios de transferencia entre diferentes filiales de las empresas de gran porte. Esto lo hemos analizado en nuestro último libro Cómo el capitalismo y el sistema liberal de mercado han alimentado el crimen organizado, la corrupción y el ecocidio (New York, Nova Science Publishers, 2021).
Precariedad social
La evolución de la globalización y el despliegue del neoliberalismo, adoptado como bandera ideológica de la extrema derecha, comenzaron a manifestar sus horribles efectos en el ámbito laboral. En primer lugar, para reducir los costos y aumentar los beneficios, los conglomerados empresariales desplazaron plantas físicas, canales de distribución y estructuras logísticas, así como múltiples servicios a lugares cuyos niveles salariales han sido y son una afrenta a la condición humana, entre ellos China y la India.
En segundo lugar, como Michael Perelman documentara en sus obras más recientes, las multinacionales fabrican sus productos aprovechando esos ámbitos laborales precarios para colocarlos en los mercados desarrollados a sobreprecios escandalosos, gracias a las conductas monopólicas y generosos subsidios de los gobiernos donde están afincadas sus casas matrices.
¿Cómo financian las empresas estos proyectos de inversión y comercialización? Por medio de los bancos y fondos de inversión de New York, Londres, Zurich, Frankfurt, Tokio, Luxemburgo y Hong Kong (por citar los más conspicuos), que transfieren los recursos acreditados electrónicamente en las localidades offshore que son, en la práctica, meras ventanillas alternativas y clandestinas de las entidades financieras de los centros financieros mencionados.
En tercer lugar, la tan mentada flexibilización laboral produce regímenes de inseguridad en el trabajo formal, desempleo programado, ocupaciones informales de medio tiempo, pobreza creciente, desprotección en la seguridad social y provisional, deterioro de la educación y la salud pública, descontento y frustración social (negando a millones de inmigrantes ciudadanía y derechos sociales), violencia y criminalidad (Estados Unidos, Rusia y China tienen las poblaciones carcelarias más numerosas del mundo, mientras Estados Unidos y Gran Bretaña privatizan paulatinamente las cárceles y servicios de asistencia social). El escenario que hemos descrito constituye la precariedad social.
En suma, la globalización ha institucionalizado la precarización social como fenómeno planetario, incluyendo a los países más desarrollados, lo cual queda reflejado en los recientes resultados electorales y la tensión social en los Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y la comunidad europea.
Elecciones 2023
En el marco de la mentira globalizante y del aumento criminal de la precariedad social, Argentina se erige como un triste estudio de caso en el cual la acción conjunta y simultánea de esas dos dinámicas señalan el fracaso social, económico y moral de nuestro país, una enfermedad que comienza en los gobiernos de Carlos Menem y se vuelve deformante con el de Mauricio Macri.
¿Dónde encontramos fervorosos adherentes en Argentina del sistema que estamos caracterizando? A todas luces, en una facción del PRO que encabeza el ex presidente y en la confusa amalgama de partidarios del diputado Milei.
¿Estará la coalición gobernante en condiciones de derrotar a la propuesta neoliberal que ya promete, a través de sus economistas favoritos, el mismo Macri y los libertarios, un tratamiento de shock como el que Milton Friedman y sus ex alumnos propusieron al general Pinochet, inmediatamente después del derrocamiento de Salvador Allende, sugerencia que el dictador implementó con diligencia y se constituyera en modelo replicado por Brasil, Uruguay, Bolivia, Argentina y Perú?
La historia de esta política continental vinculada al terrorismo de Estado, fue explicada brillantemente por Naomi Klein en su libro homónimo. ¿Podrán los radicales Facundo Manes o Gerardo Morales, junto a Horacio Larreta, frenar el avance de la extrema derecha en Juntos por el Cambio? Por cierto, es un emprendimiento difícil y de borroso cumplimiento.
Meditemos el escenario discursivo de economistas, periodistas y analistas políticos asociados al neoliberalismo. Toda vez que se les pregunta, en primer lugar, cuál consideran que es el problema medular de Argentina y, en segundo lugar, cómo creen que se soluciona, la respuesta consiste en afirmar que el problema medular es económico y para su solución se remiten a una larga lista de variables macroeconómicas, como el déficit fiscal, la inflación, gigantismo del aparato estatal, el tipo de cambio, altos impuestos y excesivos marcos regulatorios. También mencionan aspectos institucionales, como el narcotráfico, seguridad y la corrupción.
O sea, una abrumadora mayoría ignora, como si no existiera, el fundamento de la crisis argentina: la cuestión social, que se materializa en la precarización, el castigo inexplicable por ser pobre y no acceder a comida, vivienda, asistencia médica y educación, de manera universal y digna. Los neoliberales construyen una gigantesca narrativa que, frente a la precariedad social, invitan a taparse la nariz y mirar para otro lado. Es natural que nieguen la cuestión social, puesto que la mayor parte de ellos están vinculados profesionalmente con empresas y bancos locales o extranjeros, cobrando honorarios que evaden impuestos y que muchas veces son acreditados de manera directa en localizaciones offshore.
El principal problema de la Argentina ni es económico ni es político; primariamente, es social, porque la mitad del país vive en la precariedad. Asumiendo en 2023, ¿cuánto duraría la gobernabilidad de una coalición, sea oficialista o de Juntos por el Cambio, si pretende utilizar las herramientas de una ideología que ha fracasado sistemáticamente en América Latina, Africa, Rusia, Asia, que ha carcomido también a Estados Unidos y a sus socios de Europa?
* Doctor en Administración (UBA, 1998), escritor y analista político.