No es frecuente: hay obras que instantáneamente provocan un chispazo de júbilo. Eso ocurre al ver Humana, una mega instalación hecha con despojos convertidos en formas rutilantes, muchas suspendidas: una especie de cosmos hipnótico que esconde objetos cotidianos desechados. Con una tonelada de basura, Jessica Trosman y Martín Churba crearon esta instalación site specific en el foyer del primer piso de la Usina del Arte.

El efecto que provocan esas formas es tan potente que cuesta imaginar que están hechas con desperdicios. Trabajaron con el material reciclado suministrado por las Cooperativa El Ceibo, Baires Cero y la Cooperativa de Trabajo Diego Duarte (Alicia Duarte, fundadora de la cooperativa en memoria a su hermano desaparecido luego de que una topadora le arrojara basura en el predio de la Ceamse, trabajó con el dúo de artistas).

Crearon con los elementos que seleccionaron con los miembros de las cooperativas: bidones, botellas, frascos, envases de todo tipo, un pedazo de botiquín, un inodoro, bandejitas de telgopor para alimentos, entre otros. Luego, los artistas pintaron, calentaron, aplastaron, inflaron y transformaron los objetos hasta lograr la alquimia.

Trosman y Churba, que juntos formaron la dupla más vanguardista de la moda argentina con TrosmanChurba (así se llamó la marca entre 1997 y 2002) y que vendieron sus diseños a ciudades como Tokio y París, volvieron a encontrarse después de 20 años para este proyecto artístico que les demandó dos años de trabajo, con el asesoramiento del crítico de arte Fernando Farina y con el acompañamiento curatorial del artista Carlos Herrera. En el proceso de creación, también usaron algunas técnicas del diseño con la que combinaron materiales para crear texturas.

La dupla de artistas puso el foco en diferentes conceptos que condensan la tensión dicotómica entre el rechazo que provocan los desperdicios y la atracción irresistible que causa la obra con piezas recicladas: del basural nacieron joyas plebeyas.


“Quisimos hacer una membrana, un volumen, una piel social de reciclados plásticos y textiles que invite a pensar en la transformación y en el devenir, en qué está sucediendo hoy con la basura y el medio ambiente”, señala Trosman, quien vendió su marca de ropa en 2019 para dedicarse a la escultura. Durante su carrera como diseñadora fue seleccionada en varias oportunidades entre los cien mejores diseñadores del mundo por los libros de moda Sample y Fashion Now. Su producción fue celebrada en revistas de moda como Vogue Paris, SelfService, Purple y AnOther Magazine. Además, el gobierno de nuestro país le otorgó una distinción especial en 2011 por su innovador modelo de exportación. Este año presentó una instalación, con curaduría de Diego Bianchi, en la galería Gachi Prieto.

Ahora, Trosman y Churba dejaron de vestir cuerpos para crear nuevas figuras que copan la arquitectura de la Usina del Arte e interpelan a nuevos cuerpos. Las hicieron con palos, hierros, telas y materiales reciclados provistos por las cooperativas de recuperadores urbanos.

“El reciclaje nos enseña que eso que vos considerás basura tal vez no lo sea. Basura es aquello que no se recupera más”, dice Churba. Y añade: “El concepto se pone en crisis desde que se hacen biomateriales con cáscara de papa. Entonces, ¿hay una basura mejor que otra o son todos materiales de los que nos tenemos que hacer cargo y encontrarles una segunda vida?”.

Ya en el momento más álgido de la pandemia, cuando no se podía salir y los locales estaban cerrados, Churba comenzó a crear con materiales que tenía a mano –plantas, cajas, bolsas de café, envoltorios, broches de ropa, entre otros elementos— y a compartir esas experiencias en el ciclo “Pasale el trapo”, en Instagram. Luego, junto con Trosman se encontraron para seleccionar prendas de un lote de ropa de trabajo.

“Hicimos esta obra en honor a los reciclados, nos preguntamos qué estamos haciendo con la basura humana. Estos objetos pertenecieron a otras personas que no conocimos, tienen otras almas”, dice la artista sobre esta tonelada de desperdicios devenida obra etérea al punto que parece flotar.

“Imaginamos el futuro con lo que hay”, dice Churba, quien fue reconocido como personalidad destacada de la cultura, además de recibir los premio Konex en 2002, 2008 y el Konex de Platino en 2012. Con esa economía de recursos se instalaron durante dos meses en un taller montado en la Usina del Arte (donde trabajaron con un horno, calentaron los materiales reciclados, los inflaron y transformaron) que ahora se puede ver al visitar la exhibición. Además, en el marco de la muestra se dan talleres de reciclado para grandes y chicos.

Se propusieron crear una nueva piel para cubrir cientos de kilos de basura –que evidencia también la dicotomía entre el sector de la sociedad que más consume y, por tanto, más desechos produce y, por otro, el que se apropia de esos residuos para subsistir—. La construyeron con plástico de diferentes materiales (nylon, polietileno, etc.) fundidos y mezclados con tela. Esta unión dio como resultado una estructura muy resistente. Además, Natalia Calla, una tejedora que trabaja en Tramando (emprendimiento de Churba que combina investigación textil con desarrollo estratégico de diseño de indumentaria y objetos para la casa) tejió mallas con telas recicladas con la técnica del croché: una estructura elastizada híper resistente y liviana, clave en la instalación.

Al visitar a Calla, los artistas descubrieron un aspecto de la Villa 31 al que hacen un guiño en su instalación. “Veíamos la zona de atrás de Retiro, donde está la Villa 31 que sale a la avenida. La materialidad toma la calle. Sucede algo hermoso y muy diferente a lo que sucede en Avenida del Libertador, a 200 metros. Están todos los manteros, hay montañas de materiales recuperados, hay mucha gente, mucha vitalidad. Las piezas que estábamos haciendo tenían una relación muy fuerte con esas tomas de espacio que suelen ocurrir en estos barrios, más de los bordes, donde el mercado está en la calle, el recuperador está mezclado con el mercado. La materialidad es otra, la expresión es otra”, señala Churba. Y añade: “Pensamos que la basura tenía que ver con la toma de la tierra, con el acampe”. Por eso decidieron que algunas piezas de la instalación estuvieran apoyadas en el piso del foyer de la Usina del Arte.

Churba también colabora con Red Puna, una organización de productores y campesinos de los pueblos originarios de la Puna jujeña y de la Quebrada de Humahuaca, y con Cooperativa La Juanita, en Gregorio de Laferrere (con la que hizo guardapolvos y además fabricaron 10 mil barbijos). Junto con la Cooperativa Diego Duarte, un centro de oficios y salidas laborales, trabaja desde hace cuatro años en procesos de recuperación y resignificación de materiales.

Humana es una reflexión sobre el consumo”, dice Trosman. “Y sobre el vínculo que tenemos con aquello que creemos que ya no sirve”, suma Churba, sobre esas formas a las que dieron nueva vida. El basural devino remolino corpóreo, un movimiento espiralado hipnótico. De los desperdicios surgen joyas oropel: hay en esta deslumbrante instalación un límite difuso entre objeto de deseo y despojo. Una frontera inestable entre belleza rutilante y material de descarte; entre gravitación y peso muerto que devora.

Humana se puede ver en Usina del Arte (Caffarena 1, esquina Pedro de Mendoza, CABA). La entrada es gratuita los viernes de 15 a 20 y sábados, domingos y feriados de 11 a 20. Hasta febrero. Talleres de reciclado para chicos y grandes durante noviembre: sábados, domingos y feriados de 15 a 18h (excepto sábado 12 y domingo 13).