“Siempre supe que a mis cuarenta y dos años algo terrible iba a pasarme, porque mi madre había muerto de cáncer de pulmón a esa edad y yo siempre me sentí en parte responsable de su muerte. Ella, que estaba sana y era fuerte y joven, se enfermó cuando escapé de casa. Yo la había abandonado y eso la había matado de tristeza, y por eso, por haberla matado, iba a tener que pagar. Los cuarenta y dos años eran mi sentencia de muerte”. Así empieza El año en que debía morir, la nueva novela de la escritora argentina Natalia Moret.

Veintidos años después de la muerte de su madre, la narradora escribe mientras espera el resultado de una biopsia que tardará un mes en llegar: “habito ese limbo destinado a los que esperan. Un mes en el que tengo y no tengo cáncer. Cáncer de mama. El cáncer de mamá. ¿Cómo puede ser? Diego me dice: parece mala ficción. Mi padre al teléfono me dice: imagino que estarás pensando mucho en ella. ¿Puede ser realmente azar? ¿Cómo puedo haber vivido más de la mitad de mi vida segura de que este año ocurriría algo así? Como un destino escrito en algún lugar”, se lee en la primera página.

Y desde ahí una no puede parar de leer: página tras página, palabra por palabra se encadenan una historia en otra y en otra. La novela transcurre en el invierno de 2020, en plena pandemia, en un campo de la provincia de Buenos Aires a donde la familia se trasladó por el trabajo del marido de la narradora. Quien cuenta la historia es también escritora y dicta talleres literarios, según explica, para sobrevivir sólo necesitaba una buena computadora y conexión a internet. “Pero a mí no me daba lo mismo. Antes de mudarnos, hacía meses que me acechaba un malestar con el que estaba familiarizada y que aquí y ahora bautizaré síndrome de fuga disociativa con fantasías indemnizatorias. Manejaba en la autopista para ir al trabajo, o a buscar a mis hijas al colegio, y fantaseaba con desaparecer. Me sentía atrapada en mis circunstancias y quería otra cosa. Reconocía bien los síntomas porque ya me había atacado otras veces en mi vida: empezaba a sentirme presa y crecía el deseo de irme y dejar todo atrás, en el olvido. El paraíso de la fuga había ido tomando forma hasta que al fin lo había visto: quería que viviéramos acá, justo donde estamos ahora, y probáramos una vida diferente”, dice la narradora en el principio de la novela.

En 315 páginas, Moret habla de la vida y de la muerte, de las relaciones familiares, los cuidados, los deseos y los miedos, ficcionaliza la vida de cualquier familia y atrapa desde el principio hasta la última letra. Describe y analiza los vínculos entre madres, hijas y abuelas mientras teje historias familiares donde el dolor y la alegría están presentes en partes iguales. Moret nació en Buenos Aires en 1978. Es socióloga, escritora y guionista. Publicó relatos en las antologías Nuevas narrativas: Historias breves II (Sudamericana, 2006), En celo (Mondadori, 2007), Buenos Aires/Escala 1:1 (2008), Autogol (2009), Sólo cuento (2011) y Outsider (2011), y la novela Un publicista en apuros (Literatura Random House, 2012) y su cuento "Platero y yo" fue llevado al cine en la película Cinco (2009).

Entre los cuidados de sus hijas y las tareas de la casa, la narradora escribe y piensa. Mira el horizonte de la llanura, en el que la tierra se junta con el cielo y por momentos sólo puede ver el pasado, cuando su madre vivía y su abuela era una presencia pesada y oscura. Con simpleza y profundidad, quien cuenta la historia se mete en un mapa familiar con regiones espinosas de las que cuesta salir. En palabras de Mariana Enríquez: “El tiempo de la vida: ¿es mejor quedarse y vivir el presente o planear la fuga, la huida, estar y no estar? Natalia Moret piensa en la muerte de su madre joven, en la suya propia, en su familia, en la memoria y la herencia: este es un libro sobre habitar el miedo y sobre la escritura como una suspensión temporal de la muerte. Como un amuleto”.