El interés por la preservación de la biodiversidad y la recuperación de ambientes alterados es un disparador que estimula la búsqueda de respuestas a cuándo, dónde y cómo los humanos empezaron a impactar a gran escala en los ecosistemas.

En ese contexto, uno de los más antiguos y sorprendentes eventos de impacto negativo parece ser el de las extinciones de mamíferos de gran tamaño ocurrido a fines del Pleistoceno, ocurridas en Sudamérica entre 50 mil y 10 mil años atrás.

Los doctores en Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) Luciano Prates e Ivan Pérez son especialistas en arqueología y bioantropología de la Patagonia y poblamiento americano. “Hay más evidencias de que los cazadores fueron determinantes en la extinción de la megafauna en Sudamérica”, afirman los investigadores en diálogo con el Suplemento Universidad.

El trabajo de los investigadores del CONICET, del que también participa Diego Rivero, especialista en arqueología de las sierras centrales y tecnología lítica, y doctor en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), fue publicado hace unos días en la revista Scientific Reports. Las investigaciones de Prates están alojadas en este link.

–¿Desde cuándo se plantea el tema de la desaparición de la megafauna sudamericana por parte de la caza humana?

Ivan Pérez. –Una de las hipótesis de referencia más importantes sobre las extinciones en las Américas fue planteada hace más de 40 años por el zoólogo norteamericano Paul Martin, quien propuso la desafiante idea de que la caza indiscriminada de megafauna por parte de los primeros seres humanos ingresados al continente fue la causa del colapso.

–¿Se puede afirmar que esa hipótesis queda confirmada a partir de la investigación de ustedes?

I.P. –En parte, porque algunas de las ideas de Martin no pueden sostenerse. La fuerte correlación temporal entre aparición de puntas “cola de pescado” (hace 13 mil años), comienzo del colapso de la megafauna (hace 12.900 años), superposición geográfica entre los lugares con mayor número de puntas “cola de pescado” y diversidad de megafauna (animales de más de 44 kilogramos), apoya la hipótesis de que los cazadores tempranos fueron el determinante principal de la extinción en Sudamérica. Sabemos que correlación no implica necesariamente causalidad, pero la arqueología es una ciencia histórica comparativa y, por lo tanto, cuanto más fuertes sean las correlaciones que se encuentren, más convincentes y menos intuitivas se volverán sus explicaciones.

–Más allá de la relación espacial y temporal entre megafauna y las lanzas puntas “cola de pescado”, ¿hay otras evidencias de que esos proyectiles se usaron para la caza?

I.P. Son muy pocos los sitios arqueológicos con restos de megafauna cazada con puntas “cola de pescado”. Sin embargo, debido al rápido proceso de extinción, no esperamos encontrar muchas más evidencias de este tipo. Por eso, junto con Diego Rivero, hicimos un estudio para determinar si efectivamente estas puntas fueron armas especiales para megafauna. Analizamos 130 puntas de proyectil “cola de pescado” provenientes de 60 sitios arqueológicos, así como otras 300 de otros tipos de puntas muy antiguas. Nuestros resultados fueron publicados hace pocos días en la revista Scientific Reports y muestran que la capacidad de daño de las puntas varía en los distintos momentos y regiones debido al distinto tamaño de las presas disponibles en cada uno; y las “colas de pescado” se ajustan mejor que ninguna a la caza de megafauna. Estos resultados refuerzan la hipótesis de la importancia de los humanos y estas armas especiales para cazar y extinguir la megafauna sudamericana a fines del Pleistoceno.

–Si los humanos llegaron a la región hace 15.500 años, ¿por qué impactaron sobre la megafauna 2.500 años después y de forma repentina?

I.P. –Nuestro análisis sugiere que los humanos afectaron a las poblaciones de megafauna rápida y fuertemente, pero no desde que poblaron el continente (15.500 años atrás), sino después de que apareció una tecnología novedosa y quizás especializada para su captura: las puntas de lanza “cola de pescado”. Antes de eso, los humanos pudieron tener una densidad poblacional demasiado baja para afectar la megafauna, no estar interesados en cazarla intensivamente o no estar preparados tecnológicamente para hacerlo. Niveles de cazas relativamente moderados o bajos, e incluso sobre unas pocas especies, pudieron impactar fuertemente en las redes tróficas (representación de que un organismo es consumido por otro en la naturaleza) y, de ese modo, generar un desbalance causante de la extinción de las especies cazadas y de otras impactadas indirectamente.

–¿A cuántas especies habría afectado la caza?

Luciano Prates. –Teniendo en cuenta que la caza de megafauna en Sudamérica está asociada solamente a diez especies, pensamos que la acción humana sobre esa megafauna fue diferente a la sobrematanza hipotetizada por Paul Martin. Nuestros resultados sugieren que no fue necesaria una caza intensiva sobre todas o muchas especies para afectar la diversidad de megafauna. Por el contrario, la acción humana sobre unas pocas especies centrales en las cadenas tróficas pudo haber sido el factor desencadenante de múltiples y devastadores efectos sobre la diversidad de los grandes mamíferos, incluyendo especies no cazadas. Si esto fue así, nosotros y las próximas generaciones debemos ser conscientes de que la magnitud del impacto humano sobre la biodiversidad pudo haber sido mayor que lo que las evidencias arqueológicas directas nos sugieren y muy anterior de lo que los estudios de los ecosistemas actuales son capaces de mostrar.

–¿Por qué consideran que el impacto negativo de los humanos sobre los ecosistemas adquirió un renovado interés en los últimos años?

L.P. –Ese impacto negativo se ha convertido en uno de los temas más candentes discutidos por científicos y público en general en las últimas décadas. La preocupación por preservar la biodiversidad y restaurar ambientes pasados en el planeta ha aumentado el interés por una mejor comprensión sobre cómo y cuándo los humanos comenzaron a afectar los ecosistemas a gran escala. Si bien no cabe ninguna duda de que la sociedad industrial ha sido la principal responsable, uno de los eventos más sorprendentes y relevantes ocurridos en el pasado fue la extinción de la megafauna ocurrida a finales del Pleistoceno. Durante este evento, conocido como las extinciones del Cuaternario tardío, un gran número de especies de grandes mamíferos se extinguió en todo el planeta –excepto en África–. En las Américas, las extinciones fueron particularmente severas ya que alcanzaron a más del 70 por ciento de las especies de megafauna.