Juan Ignacio Castañares, más conocido ahora como Nacho, fue el primer participante en ingresar a la casa de Gran Hermano 2022. Antes de ser recibido por Wanda Nara y Robertito Funes Ugarte y de encerrarse en la casa de Martínez que tiene pendiente a toda la Argentina, se presentó con un video en el que contó algunas cosas de su vida, con la brevedad de un telegrama o, mejor dicho, de un video digno de TikTok : “Nací en Madrid. Mi papá y mi mamá vivían en España, mi mamá se vino a vivir a Buenos Aires y yo me vine a vivir con ella. Desde los cuatro años, viajo solo para ver a mi papá. Mi papá conformó una pareja con otro hombre, al cual yo también considero que es mi papá, mi segundo papá y hasta el día de hoy lo sigue siendo”.
Nacho es uno de los participantes que, de entrada, habló de diversidad sexual en esta edición del programa que genera múltiples temas de conversación por semana y hasta por día, con el frenesí al que nos llevan las redes. Hasta ahora, los otros participantes que tocaron el tema son la ex diputada K Romina Ulhrig, que dijo haber sido criada por su tía travesti, y la peluquera canina María Laura, que es lesbiana. Ellos tres convivieron unos días con los dos primeros eliminados: Tomás Holder, el tiktokero que decía representar un “personaje” clasista y homofóbico (el rosarino insiste en que las barbaridades que decía no lo representan sino que son una creación artificial que no termina de explicar muy bien), y Martina Stewart Usher, la docente que se presentó diciendo que le da “asco” la bisexualidad y que se convirtió en una de las participantes menos queridas de la historia del reality.
Contra el pronóstico que se podría haber hecho en el arranque del programa, Nacho se ubicó en el grupo de “los monitos” con Martina, Juan y Holder. También se acercó a Thiago, el joven cartonero de La Matanza con el que muchos lo “shippean”. Shippear es imaginar un eventual romance, fantasear con eso y desear que suceda, y por eso en las redes se habla ya de “Nachiago”, la posible pareja entre ambos. Se acarician, se recuestan juntos, y hasta Alfa, uno de los de perfil más alto y de los más populares fuera de la casa, les dijo que parecen una parejita. Sin embargo, del otro lado de la línea, Rodolfo Pose, el padre de Nacho, lo niega. Le dice al SOY que, si bien no descarta nada, no cree que Nacho sea gay sino que, para él, su hijo conecta con Thiago porque tienen la misma edad y ambos perdieron a su madre.
Rodolfo habla con un acento marcadamente español: vale, madre mía y hostias son palabras que salen de su boca muchas veces a lo largo de esta entrevista. Es que, si bien nació en Uruguay hace 52 años y ahora mismo se divide el tiempo entre Montevideo y Buenos Aires, pasó gran parte de su vida en la península ibérica. Actor, peluquero (y también tiktokero), se define como bisexual y estaba viviendo en Madrid cuando se reencontró con Mariana, un amor de la adolescencia que no había visto durante diez años y que pronto se convirtió en su esposa y en la mamá de Nacho.
El niño nació en 2002, en 2004 los adultos se separaron y en ese momento empezó una crianza compartida a un lado y otro del Atlántico. Nacho se instaló con su mamá en Almagro y pasaba entre tres y cuatro meses al año con Rodolfo y su entonces marido, los mentados dos papás, en Sitges. A veces, viajaba él solito con una azafata que lo acompañaba durante todo el vuelo, a veces era Rodolfo el que se subía al avión con su pareja, a veces los cuatro (Nacho, mamá, papá uno y papá dos) se iban de vacaciones juntos.
El “segundo papá” de Nacho, que no tiene nada que ver con los medios y pide no ser nombrado, fue la primera pareja homosexual de Rodolfo. Divorciado y con un hijo pequeño en Argentina, consultó con una psicóloga cuál era la mejor manera de encarar lo que le estaba pasando. “Para mí era un mundo nuevo y no quería hacerle daño a Nacho, estamos hablando de los 2000, eran otras épocas, era otra Argentina también… Y la psicóloga me dijo que si le daba amor a mi hijo, todo iba a fluir con naturalidad y así lo fuimos haciendo. Tenía dos opciones: o mantenerlo en secreto toda la vida ante mi hijo, que habría sido poco amoroso hacia él, o decirle la verdad de la forma más natural que pudiera. Así hemos podido criar a Nacho sin miedo y con amor”. Antes de anotarse en el casting, el hijo le preguntó al padre si podía contar la verdad. “¿Qué verdad?”, le preguntó Rodolfo. “Nuestra verdad”, le dijo Nacho en alusión a la bisexualidad de su padre que, para algunos dentro de la casa, como Martina, y para otros fuera, puede seguir siendo difícil de entender y de aceptar. “Por supuesto, hijo, tu cuenta todo lo que quieras y yo te voy a esperar fuera para apoyarte”.
Enseguida brotan las anécdotas de la crianza transatlántica compartida y homoparental en suelo español. “A sus cinco años”, dice Rodolfo, “apunté a Nacho en un club de fútbol en Sitges y a veces lo iba a buscar yo y a veces mi ex marido. ¿Pero cuál es tu papá? Son los dos, les dijo, y todo bien. En Argentina, me tuve que sentar a hablar con la directora de su colegio que me decía ‘Bueno, no lo digamos todavía…’ Por eso, hasta hace poco, no era algo que le contara a todo el mundo en Buenos Aires”.
Consultado acerca de lo qué le pasó al ver lo que decía Martina sobre la bisexualidad, Rodolfo dice que no le generó tanto impacto escucharla como comprobar que su hijo estaba cerca de ella y dentro de su equipo. “Es un chico muy inteligente pero está en el grupo equivocado”, dice con amor de padre. Ahora que zafó de la eliminación del domingo pasado y que el grupo de los monitos se fue deshilachando, habrá que ver con qué cartas juega Nacho antes de volver a encontrarse con Rodolfo, uno de sus dos papás.