“Por el vicio de cantar. Serrat 1965-2022”. Cruel en el cartel, que domina desde el fondo el escenario del Teatro Astral, el arco de tiempo condena a muchos a sentir que lo que está por suceder, sucederá por última vez. Otros, los optimistas que nunca faltan, invocan la ligereza de un “efecto Chalchaleros” y fantasean con que se trate de una primera etapa de algo más articulado.
Lo cierto es que el miércoles al mediodía en la sala de la avenida Corrientes, Joan Manuel Serrat ofreció una conferencia de prensa, antes de sus shows programados en Argentina, en lo que se anuncia como su despedida de los escenarios. La gira “Por el vicio de cantar. Serrat 1965-2022” comenzará el sábado en el Autódromo de Rosario y continuará el martes 8 en el estadio Mario Kempes de Córdoba. La etapa porteña prevé cinco recitales en el Movistar Arena, entre el sábado 19 y el martes 29 de noviembre.
Que Serrat se retire de los escenarios es algo mucho más grande que el final de la carrera de un cantautor, sin duda uno de los más destacados en el habla hispana. Es como si un planeta estuviese a punto de cumplir la vuelta entera a quién sabe qué mojón del universo para completar un ciclo celeste. Con Serrat lejos de los escenarios terminan muchas cosas. Al final de cuentas, el catalán volviendo periódicamente a la Argentina era una de los últimos gestos que alargaban –sin permiso de Eric Hobsbawm y su idea de “siglo corto”– el problemático y febril siglo XX austral. “Mi corazón me dice que esté tranquilo. Vengo a despedirme de los escenarios, no del país, ni de la gente, ni del cariño que nos ha unido durante los últimos sesenta años”, dice Serrat mientras se apresta a responder el interrogatorio de los periodistas que colman la sala.
La voz pausada y el acento tibio subrayan el tono reflexivo de su conversación. Durante casi una hora Serrat charla. Habla del tiempo y las maneras de mensurarlo, de los amigos y las ciudades, de la pandemia, de sus canciones y de esta gira que insiste en llamar “de despedida”. Mejora cualquier pregunta con sus respuestas. Está emocionado y es evidente que no le importa que se note. “Tomé esta decisión de retirarme de los escenarios, que es dejar tal vez una de las partes más divertidas de mi oficio, pero también la más rigurosa. Dejo de actuar, pero no de escribir, de componer, de vivir, ni de amar”, dice Serrat.
Alguien le pregunta por qué ahora y enseguida el cantautor responde. “Empecé a pensar en el retiro el día que Sabina tuvo la mala fortuna de caerse del escenario –en febrero 2020 en Madrid–, y por eso tuvimos que suspender nuestra tercera gira juntos”, relata Serrat. “Ahí surgió la necesidad de aclarar el futuro o por lo menos de ver dónde estaba parado. Justo después de esto llegó la pandemia, nuestras vidas cambiaron y hubo que adaptarse. Estuve recluido en casa porque se cerraron los teatros, nuestros lugares de trabajo, y eso nos fue apartando de la cotidianeidad del oficio”, continua. “Este distanciamiento tan largo me hizo ver que el tiempo se me acortaba y me planteé que quizás era un buen momento para decidir acerca del futuro. No tenía fuerzas ni tiempo para reiniciar en un lapso tan corto y pensé en una última gira, cuando se pudiera, y quedarme con este buen sabor de boca que me deja este oficio”, agrega.
La gira “Por el vicio de cantar. Serrat 1965-2022” comenzó el 27 de abril en el Beacon Theatre de Nueva York y finalizará el 23 de diciembre en el Palau Sant Jordi de Barcelona. “No conté los conciertos que hice hasta ahora, tampoco los que me quedan por hacer”, asegura el catalán. “Es más bien una actitud defensiva, porque esta gira está hecha de trampas. Entre emociones y nostalgias me acecha un sentimiento tremendo de alejamiento de algo que me hizo muy feliz durante décadas. Llevo cada uno de los conciertos como el único y trato de no menear demasiados estas emociones, porque sé que estaría meneando directamente mi alma”, continua. “’De aquí a allá, pajaritos habrá’, decía mi madre”, dice cuando alguien le pregunta sobre si resistirá a las tentaciones de volver. “No podría saber lo que va a suceder, ni cuál sería mi reacción dentro de un tiempo si me propusieran algo así. Lo que sé es que ahora siento que el tiempo es muy escaso y hay que aprovecharlo en las cosas nuevas que la vida pueda darme”.
Serrat y la Argentina
Evitando la retórica del asado, el tango y el fútbol, Serrat dice que se siente argentino en la medida que vuelve a recorrer y reconocer los lugares que a lo largo de estos años ha visto cambiar. “A veces con alegría y otras veces con nostalgia”, aclara. “Pero cuidado, los lugares valen en tanto y en cuanto fueron compartidos con amigos”, agrega. A propósito de amigos, el viernes, Serrat estará en Rosario para la inauguración de la esquina “Fontanarrosa Serrat”, en la intersección de las calles Sarmiento y Santa Fe, frente al mítico bar El Cairo, que tuvo al gran humorista y escritor entre sus parroquianos excelentes y a Serrat como respetuoso invitado. “Recordar al ‘Negro’ es recordar a una de las personas más generosas e inteligentes que me fue dado conocer”, evoca Serrat y, otra vez, se emociona.
“Mi relación con el público argentino fue apasionada desde un primer momento. Y me acompañó siempre así. Atravesamos juntos mucho tiempo en el que sucedieron muchas cosas, algunas terribles como la dictadura. Así se estableció entre nosotros una forma de confianza”, continua el catalán y agrega: “Es imposible simplificar esta larga y apasionada relación en un momento o un lugar en particular. Aquí sucedieron cosas que fueron muy importantes para mí, entre aquellos primeros programas de televisión hasta estos conciertos con los que he venido a despedirme. No podría destacar un momento sin dejar de mencionar otros muchos, que son los que en realidad le darían sentido a todo eso”, dice y se anima a destacar aquel recital en la Plaza de los dos Congresos, en 1992, “que reunió a tantos miles de personas y fue tan y tan lindo”.
Serrat dice que no le pesa la distancia entre el mundo de sus comienzos y el que hoy lo despide. “Soy el resultado de un tiempo y una circunstancia y desde ahí tomé los caminos que tomé”, comenta y enseguida se hace parte de una genealogía. “No sé si yo hubiese podido existir en el mundo de la canción si antes no hubiesen estado Raimon y Paco Ibáñez, o Jaques Brel, Charles Aznavour y Georges Brassens. O si no hiera existido la música italiana de los años 60, los primeros cantautores. Todos buscamos nuestra herencia y yo vengo de ahí”, asegura.
Para varias generaciones, las canciones de Serrat son una manera de medir el tiempo. “Es que las canciones son una de las cosas que más nos relacionan con un momento determinado. Una canción nos remite enseguida a una época, a un instante que recuperamos, para bien o para mal, cada vez que volvemos a escucharla”, reflexiona el cantautor. “Mi relación con mis canciones es bastante buena y sé que algunas envejecieron mejor que otras. Si dejo de tocarlas es porque no me gustan. No reniego de los éxitos de algunas de ellas y no me molesta cantarlas mucho. Sí me molestaría cantarlas a disgusto”.
Serrat se ríe cuando alguien propone fantasear que lo incluyen en la lista de candidatos al Nobel. “Habría que dárselo a Chico Buarque, por su sensibilidad; o a Silvio Rodríguez, por su inteligencia; o a Sabina, simplemente porque le encantaría”, concluye.
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