Aún habiendo tomado la punta recién en las últimas seis fechas de un torneo de veintisiete, Boca terminó siendo el campeón inapelable de un torneo extraño. Como lo vienen siendo todos los que se juegan desde 2015, cuando diez ascensos de prepo distorsionaron la primera división del fútbol argentino. A partir de ahí, todo se ordenó alrededor de la necesidad de eliminar esa hipertrofia, plan interrumpido por la pandemia y la suspensión de descensos por dos años.
Cuando lo normal era un promedio de veinte equipos por categoría, la Liga Profesional acumuló en 2022 un total de 28. Muchos, claro. Pero menos que los 37 de la Primera Nacional (viejo Nacional B). La distorsión se nota especialmente en las divisiones siguientes: la B Metropolitana tiene 17, la Primera C un total de 19 y la D apenas 11, una anomia inédita en la última de las categorías directamente afiliadas a AFA y la única ciento por ciento amateur.
Desde que la Primera rompió su techo de veinte equipos y rondó las tres decenas (30, 28, 26, una vez 24), se jugaron ocho torneos y Boca ganó cinco. Una saga que incluye distintas administraciones, entrenadores y jugadores en el club xeneize. Éxitos que se combinan con otras competencias (Copa Argentina, Copas de Liga) pero, a la vez, están atravesados por la contemporaneidad de la final en Madrid a fines de 2018.
► Ruido de mate
Sin embargo, en este torneo largo -el segundo de la era Riquelme al frente de la directiva-, le agregó un mérito adicional a lo que venia siendo hasta ahora una mera acumulación de títulos. Boca lo atravesó con numerosos conflictos, desde lo deportivo hasta lo íntimo. Resultados adversos, discusiones contractuales y despidos precipitados fueron escalando hasta llevar la tensión a la arena política, especialmente cuando Macri aprovechó la oferta y también se subió a la caravana del “peguémosle a Román”, con críticas bastante extrañas en su reciente libro. Una obra difícil de entender, como casi todo lo que rodea y encarna el ex presidente de Boca y la Argentina.
Si bien en la era Riquelme debutaron ya 32 juveniles -una cifra tremenda en veinte meses de gestión, si se los compara con los 39 en ocho años de Angelici-, hubo un partido en el que todo este proceso tomó otra relevancia pública: sucedió el 28 de agosto en La Bombonera. Parece una eternidad, pero apenas pasaron dos meses de aquel choque en el que Atlético Tucumán venía punteando como un campeón e incluso dominaba el partido. Hasta que, en los últimos quince minutos, un tal Luca Langoni marcó sus dos primeros goles en la A y Boca comenzó a torcer su suerte en el campeonato.
Esa irrupción fresca y desfachatada del matancero (nació el 9 de febrero de 2003 en Laferrere) trajo un poco de alivio en un momento de alta tensión. Apenas nueve días antes se había lesionado el santiagueño Exequiel Zeballos, la otra gran promesa del xeneize, que transita una larga recuperación de ligamentos y tobillo. También hubo un aporte clave de parte de Gonzalo Morales: el cordobés de 19 años, goleador de la Reserva ahora campeona, entró desde el banco para definir un partido chivísimo contra Vélez y asegurar la punta. El defensor central Gabriel Aranda -otro coronado con la tercera- también estuvo cuando se lo necesitó para cubrir el puesto de Marcos Rojo.
En lo sucesivo, Boca fue encontrando respuestas y soluciones dentro de su propia cantera, combinando triunfos claves (en Santa Fe contra Colón, el superclásico en La Bombonera) con la consolidación en el primer equipo de valores propios como el volante central Alan Varela. En esa arremetida final, el equipo de Hugo Ibarra llegó incluso a contar en cancha con diez de los once titulares formados en sus divisiones inferiores, todos ellos entre las categorías 1999 y 2004.
Como si eso fuera poco, el xeneize además tiene otros valores de la casa cedidos a préstamo por todo el mundo: el zaguero Renzo Giampaoli en Noruega, Balthazar Bernardi en Chipre, Israel Escalante en Costa Rica, Alexis Alvariño en el ascenso brasileño. También hay cedidos en el ámbito local, como Ezequiel Fernández (Tigre), Nicolás Valentini (Aldosivi), Vicente Taborda (Platense) o Gabriel Vega (Godoy Cruz). Todo esto, sin contar a Mateo Retegui, goleador del último torneo con la casaca de Tigre y a la espera de una posible repatriación.
La inminencia del Mundial de Qatar corre la atención hacia lo que sucede al otro lado del Atlántico. Sin embargo, la fuerza colectiva de los sub-23 formados en la cantera de Boca ofrece nuevos aires a un fútbol local en el que los juveniles suelen ser figuras de rápida salida hacia ligas del exterior. Y así como se supone que 2023 sería el año de la era post Messi en la Selección -tal como la Pulga sugirió en recientes declaraciones-, el torneo doméstico también promete empujar en la temporada venidera la renovación generacional de la mano de un xeneize atento a formar pibes propios, como hace tiempo no se ve en ningún otro club.