¿Vestigios de una era acabada?

“Documentando ruinas modernas desde 1973”, reza la biografía de Phillip Buehler, un fotógrafo de Nueva York que registra el indeclinable deterioro y los remanentes de la arquitectura abandonada, construida en un pasado no tan lejano. Una de sus más recientes series se exhibe por estos días en la galería Footnote, en Brooklyn, en la exposición titulada Malls of America, donde –como el nombre lo indica– el artista muestra los últimos días de un centro comercial de New Jersey, el Wayne Hills Mall. “Actualmente hay alrededor de mil shoppings en los Estados Unidos, y se estima que uno de cada cuatro cerrará en los próximos años mientras más y más de sus locales quedan vacíos, se desacelera la economía y crecen las compras online”, comparte Buehler, recordando que –entre 1970 y 2010– el número de centros comerciales en su país se había cuadriplicado. Cuando empezaron a surgir, “acabaron con las tiendas de cercanía de las calles principales de muchas ciudades; ahora les toca a ellos sufrir: están siendo eliminados por la virtualidad”, señala el estadounidense, que se adentró en lo que queda del mentado lugar para documentar lo que antaño fueron zapaterías, restaurantes y disquerías, la fuente/cascada hoy derruida que otrora recibía en el corazón del shopping, carteles fantasma, entre tantos otros detalles de un sitio que abrió en la década del ‘70 y está en proceso de demolición desde 2018. “Actualmente, los espacios alrededor de la ciudad no permanecen en ruinas por mucho tiempo: los terrenos son demasiado valiosos. Las únicas ruinas que quedan son las que cuestan mucho demoler debido a la necesidad de remediar el asbesto, la pintura con plomo, etcétera”, cuenta este explorador urbano que obtuvo su primera cámara –una Kodak Instamatic 110– cuando tenía ocho años y salió raudo a fotografiar la Feria Mundial de Nueva York de 1964, siguiendo en la faena desde entonces.

Premio al delirio

Pocos meses atrás, la plataforma de alquileres temporarios Airbnb presentaba un concurso bien peculiar: repartirían 10 millones de dólares entre las 100 personas que presentaran los proyectos de vivienda más excéntricos y delirantes, siempre y cuando pudieran completarse antes de mediados del año próximo. Con intención obvia, cabe destacar: que estén listos para ser rentados por la propia plataforma en su sección OMG! –traducible como ¡Oh mi dios!–, que presenta residencias rematadamente bizarras; entre ellas, propiedades con forma de papa gigante, plato volador o enorme zapato. Bizarra oferta que, en 2023, tendrá bastante competencia, a juzgar por los diseños que acaban de ser anunciados como ganadores de esta contienda bastante orate. En efecto, tras muchas deliberaciones, la plataforma finalmente ha informado quiénes son sus 100 laureados, provenientes de unos 20 países, que destacaron por encima de las “decenas de miles de solicitudes” que fueron enviadas y que pronto dispondrán de 100 mil dólares (cada uno) para hacer realidad sus sueños más descabellados. Entre los planos que se impusieron por originales (o sea, volados), conquistando el corazón del jurado, habemus una casa flotante con forma de palta; una residencia con forma de neumático (hecha a partir de llantas recicladas); un edificio de varios pisos que parece una enorme caja de cereales; una granja reconvertida a maceta colosal, evidentemente habitable. También una vivienda que aparenta ser un gran cráneo de dinosaurio y una estructura que emula ser un cerdo enorme, justo lo que tantísima gente desea alquilar para pasar sus vacaciones y desconectar.

¡Pan Solo vive!

Catherine y Hannalee Pervan son madre e hija, y juntas regentean su panadería –One House Bakery– en Benicia, California. Local que, dicho sea de paso, se ha vuelto famoso de la noche a la mañana tras viralizarse la última creación de esta dupla de aficionadas a la ciencia ficción. Curiosamente se trata de un producto único, no apto para estómagos: las Pervan hicieron una réplica con masa de Han Solo, el entrañable bandido intergaláctico de la saga Star Wars. En tamaño real, cabe mentar, de 1.80 metros de altura, y en dramática situación: eligieron eternizar al personaje interpretado por Harrison Ford en el preciso momento en que es congelado en carbonita en la entrega El imperio contraataca, de 1980. Lo mejor de todo es el nombre de su escultura panificada, a la que llamaron... “Pan Solo”. Tanto la madre como la hija comenzaron a pensar en ideas para un concurso anual de espantapájaros de su ciudad hace meses. Barajaron distintas opciones, pero muchas las descartaron por simple razón: no cabrían en el horno industrial de su negocio. A diferencia del icónico Han con rostro agónico que acabaron por cocinar usando “masa muerta, sin levadura, que se siente como plastilina bien densa, bastante dura”, en palabras de Hannalee, que se preocupó especialmente por hacerle honor a “los labios voluptuosos” de su querido Han/Pan Solo, no queriendo que luciera “como un pato”. Vale decir que no es su primera incursión en este tipo de empresa: años pasados recurrieron a la misma materia noble para cincelar un White Walker de Game of Thrones, también a Baby Yoda. Su más reciente obra es la que se ha robado el corazón del público, que se detiene “a mirarla, olerla, sacarse fotos con ella”. Hasta Mark Hamill, o sea Luke Skywalker, se ha rendido a la ocurrencia, bendiciéndola en las redes.

El graffitero famoso y su misteriosa ex

Si se desconoce aún quién diantres es Banksy, menos que menos se sabe sobre su vida amorosa, pero una mujer –anónima, como podía ser de otra manera– asegura ser la exnovia del cotizado artista callejero, y ha prestado seis obras que él le habría obsequiado otrora –tempranas, nunca antes vistas– a una galería. Entre las mentadas piezas, hay una tarjeta de cumpleaños hecha a mano, algunos volantes y un tablero que supuestamente Banksy habría intervenido para la tienda de corsés de la chica, en Bristol, cuando fueron pareja. Todo hecho entre 1994 y 1998, cuando el escurridizo varón y la misteriosa muchacha salieron, hoy día exhibido en la muestra The Art of Bansky, en cartel en MediaCity, Salford, hasta el venidero enero. Se trata de una exposición que ha reunido 145 obras icónicas de colecciones privadas de todo el mundo para crear la colección itinerante más grande de trabajos autenticados del exitoso graffitero, que –vale aclarar– no cuenta con la autorización del enigmático artista. Ya se había montado en otras ciudades –Melbourne, Chicago, Sídney, Washington, Tel Aviv, Toronto y Londres, entre ellas–, pero solo ahora entra la flamante novedad de las piezas tempranas que ha prestado momentáneamente la presunta exnovia. Michel Boersma –fundador y director ejecutivo de GTP Entertainment, asimismo productor y curador de la exposición en Salford, parada de una larga gira prevista por Reino Unido– asegura haber verificado la citada incorporación. “No podía creer lo que estaba leyendo cuando el correo electrónico apareció repentinamente en mi bandeja de entrada hace dos semanas. De ser cierto, se trataba de obras completamente desconocidas y muy personales de Banksy”, contó al rotativo The Independent. “Luego establecimos la autenticidad de la dueña y su relato. Hablando con ella, se compartieron muchos detalles de la vida de esos años del ahora artista de fama internacional, incluidas pequeñas anécdotas, muy emotivas, de su tiempo juntos”, se entusiasma Boersma. Ahora bien, ¿cómo verificó la relación de la enigmática dama con el pintor, además de la autenticidad de las obras? Es creer o reventar: no lo explica. Sí deja hecha la invitación para ver “impresiones y lienzos de 2002 a 2017 con imágenes icónicas como Girl With Balloon (2002) y Brace Yourself (2010)”, en una exhibición “épica” que cuesta una buena guita: más de 20 libras esterlinas.