Huellas dactilares: todos los seres humanos las tienen desde que nacen y, a lo largo de su vida, las van imprimiendo involuntariamente por varias partes. Anatómicamente, constituyen la estructura formada en la yema de los dedos por las crestas papilares (glándulas de secreción de sudor situadas en la dermis).
En diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQ, la criminalista María Eugenia Petrini, subdirectora del laboratorio forense de la Procuración General, explica que las huellas dactilares son formaciones particulares que se encuentran en la tercer falange de los dedos de la mano. “Esas formaciones están conformadas por crestas y surcos papilares que van a formar un diseño o dibujo particular. Es decir, tipo fundamental”.
Esta estructura es única para cada persona y una vez definida, en la semana 19 de gestación, permanece inalterada toda la vida. Sencillamente, no cambian con el paso del tiempo.
Por ejemplo, si se toma la impresión de las crestas papilares y surcos a un individuo durante su infancia y se compara con la obtenida una vez alcanzada su edad adulta, se observará, independientemente de las alteraciones propias del crecimiento como el tamaño, que las huellas permanecen idénticas.
Otras de las características es que son inmutables. Es decir, no se pueden modificar: en caso de lesión, si es leve, el tejido se regenerará sin ocasionar cambio alguno.
¿Por qué cada persona tiene una huella distinta?
Según explican los especialistas, la huella viene definida por un componente genético y otro físico, basado en el resultado de pliegues generados por acción de campos de fuerza elástica, no lineales, que se producen en la capa basal de células que existe entre la dermis y la epidermis durante el desarrollo gestacional. Eso implica que las huellas queden definidas antes del nacimiento.
Incluso los gemelos monocigóticos —aquellos que tienen el mismo genoma debido a que se producen a partir de la división en dos de un solo óvulo fertilizado por un único espermatozoide— tienen huellas diferentes.
“Se supone que las huellas dactilares están influenciada por los mismos factores que pueden influenciar a un bebé en desarrollo, ya que las crestas se empiezan a formar entre el tercer y cuarto mes de vida intrauterina, cuando se empieza a desarrollar ese organismo celular que termina siendo el bebé”, asegura Petrini. Y agrega que “las diferentes condiciones que pueden afectar de alguna manera esa gestación que está teniendo ese ser, también afectan toda su estructura. Y las huellas dactilares no están exentas de ello, de ahí que cada individuo tenga su propia huella dactilar”.
¿Para qué sirven?
Existen diversas teorías sobre la función de las huellas dactilares. Según investigaciones realizadas por el biólogo Roland Ennos, en la Universidad de Hull en Reino Unido, las huellas dactilares brindan agarre al ser humano. En ese sentido, podrían ayudar a agarrar superficies en condiciones húmedas, similar a las huellas de los neumáticos de los coches. De esta forma, se evita que las manos resbalen por una superficie.
Entre la comunidad científica también circula la teoría de que podrían ayudar al tacto. Los dedos contienen cuatro tipo de mecanorreceptores o células que responden a la estimulación (como el tacto). Según Georges Debrégeas, biólogo de la Universidad de la Sorbona en París, estos mecanorreceptores son muy sensibles a las pequeñas vibraciones y, por lo tanto, contribuyen a que las yemas de los dedos tengan su característica sensibilidad.
Los usos sociales y científicos
Las huellas dactilares depositadas sobre las superficies que se tocan o manipulan, al tener un carácter único para cada persona, son un elemento de identificación individual. En ese sentido, no sólo juegan un rol relevante en las investigaciones de ciertos delitos, sino que su papel en la vida cotidiana va teniendo cada vez más importancia. Por ejemplo, entre las múltiples opciones que ofrece el teléfono móvil para desbloquearlo, una de las más usadas es la huella dactilar, un rasgo individual que sirve para evitar que otras personas puedan hacer uso del dispositivo. También es frecuente para facilitar el acceso a zonas restringidas de edificios a ciertas personas, o en operaciones de cuentas bancarias.
Por el lado científico, la dactiloscopía estudia las huellas dactilares con el objetivo de identificar al sujeto que comete un acto delictivo. Además, también puede vincular a un sospechoso con el lugar en el que se cometió el crimen o con los elementos que se han usado para llevarlo a cabo. En ocasiones tiene una fuerza probatoria muy elevada que puede cambiar el curso de un juicio penal.
“Desde un punto de vista criminalístico, son elementos que van a servir a los fines de la identificación humana. Es decir, sirven para dar identidad”, dice la especialista. Y detalla que como cada individuo tiene su propio rastro papilar, la posibilidad de identificación de un rastro respecto de un individuo da una posibilidad de establecer una identidad indubitable. Es decir, se puede decir con total certeza que este rastro le corresponde a esa persona”.
En Argentina, por ejemplo, se recogen las huellas dactilares como método identificativo que se asocia a un Documento Nacional de Identidad. Esta cualidad es la que hace que tengan tanto valor para las investigaciones criminales.
Un argentino que dejó su huella
¿Quién descubrió que una huella dactilar era un método válido para demostrar la culpabilidad de una persona en un asesinato? El primer sistema del mundo fue creado en Argentina en 1891 por el antropólogo Juan Vucetich. Para poner en marcha el procedimiento, en septiembre de ese año, se tomaron las huellas dactilares de 23 personas que permanecían detenidas por haber cometido diversos delitos en el país. Ya en 1892, se dispuso que esta técnica se utilizaría para investigar asesinatos y fichar a personas con antecedentes.
Gracias a esta normativa, a los pocos meses, se pudo identificar a una mujer que había matado a sus dos hijas en la ciudad de Necochea. Eran los hijos de una mujer llamada Francisca Rojas los que habían sido asesinados, y ella misma había señalado como responsable a un hombre al que había rechazado como marido. Los agentes de policía no lograron arrancarle una confesión al sospechoso aun sometiéndolo a torturas, así que se pusieron a investigar a fondo y encontraron una huella ensangrentada en una puerta. Al cotejarla, descubrieron que la asesina no era otra que la madre; que, ante la evidencia, acabó confesando.
La policía no tardó en adoptar oficialmente el Sistema Dactiloscópico Argentino, como posteriormente se conocería, lo que convirtió al país en el primero en depender únicamente de las huellas dactilares como método de identificación. A principios del siglo XX, el sistema de Vucetich empezó a difundirse por todo el mundo.