“Floresta es como nuestra unidad básica”, lanza Flor Wosh, cantante de la banda de rock rioplatense Sobreviento. Es que este barrio porteño es el principal punto de encuentro para el grupo que completan Pablo Boyé (guitarra), Sebastián Verdún (bajo) y Mauricio Tovar (batería). De hecho, en 2019 publicaron un disco con ese nombre. “Esos territorios que habitamos que no son solo físicos, sino que tienen que ver con la infancia, los amores y las amistades. Hay una reivindicación de lo barrial, de volver al cara a cara en este mundo cada vez más virtualizado”, sostiene Boyé. “Durante el macrismo, Floresta era un lugar bastante político en una época en la que había un desánimo absoluto con respecto a la situación del país. Y sentíamos la necesidad de pensar qué lugares nos convocaban dentro de nuestra identidad y qué nos podía unir como refugio, como un lugar de resistencia”, completa Wosh. La reflexión retrospectiva funciona también a modo balance. Sobreviento está cumpliendo diez años en la escena musical porteña y acaba de publicar un nuevo disco, Todas las palabras.
“Estamos con todos los preparativos a pleno, con muchos ensayos y ensamblando con este nuevo formato que estamos presentando. Ya no somos cuatro, sino que somos 11 personas arriba de un escenario”, adelanta la cantante antes de la presentación de este sábado a las 21 en Xirgu Untref (Chacabuco 875). El concierto, además, será grabado y filmado para convertirse en el primer disco en vivo de la banda. “Siempre fuimos muy de tratar de abrirnos hacia otres músiques. De hecho, cuando empezamos a gestionar ciclos siempre nos importó, más allá de generar el evento artístico, la construcción de lazos. Y todo ese recorrido de estos diez años hizo que algunes artistas se fueran incorporando a la banda de manera muy orgánica”, suma el guitarrista y cuenta que también van a presentar nuevas canciones.
El disco nuevo fue creado y grabado en días de confinamiento, entre 2020 y 2021. La pandemia frustró los planes de realizar una gira por el país en 2020, pero les músiques entendieron que era un buen momento –pese a la angustia- para “inmortalizar” un disco nuevo. “El contexto pandémico nos dio el tiempo necesario para producirlo entre nosotres y que las canciones puedan madurar", cuenta Wosh. “Le dimos un tratamiento bastante importante y dedicado a cada uno de los temas. Por un lado teníamos bastante claras las referencias y por otro lado también dejábamos que la canción nos fuera diciendo adónde quería que la lleváramos”, dice.
El resultado es un disco que encuentra un equilibrio entre la fuerza de la canción eléctrica --con arreglos de rock y pop-- y la introspección acústica. La potencia rockera aparece en canciones como “Música en el sur” y “En esta casa, no”. Después, hay otras canciones más íntimas y reflexivas, como “Perdida en la ciudad” y “Lucero”. “El disco parte de expresiones vinculadas a situaciones dolorosas o experiencias oscuras, pero pretende ir más allá y transformar eso en algo más luminoso”, explica Boyé. “Originalmente íbamos a grabar el disco a guitarra y voz y algunos elementos más. Esa fue la premisa. Grabar un disco era una forma de sostener el proyecto con vida. Pero lo que pasó fue que cuando nos empezamos a juntar nos dieron ganas de producirlo más y ponerle más cosas. Entonces, creo que fue el resultado de la posibilidad de encontrarnos a hacer música otra vez”, contextualizan.
Sobreviento se mueve por las aguas de la canción popular sin encasillarse en ningún género. “Lo que nos importa es la melodía y la letra, que puestas de una manera misteriosa hacen que nos conmovamos. Eso es lo que buscamos cuando hacemos nuestra música”, dice Boyé. En la escena han trazado vínculo con artistas afines como Duratierra, Noelia Recalde y Valen Bonetto, quien colabora en la canción “Amanecer y playa”. “A Valen Bonetto lo conocí en un espacio de militancia transfeminista de músiques y fue como el puntapié para una amistad. Habíamos largado la canción a guitarra y voz en redes y a Valen le gustó mucho. Entonces, la invitación fue muy orgánica”, precisa Wosh. La otra colaboración del disco es la cantora, percusionista y compositora Mariana Baraj, quien sumó su voz en “Quemará”, una canción con aires folklóricos. “Mariana es una música que nosotres admiramos muchísimo. Escuchábamos la canción y nos aparecía la voz de ella sonando. Fue un cruce interesante y medio experimental”, cuentan.
--Además de autogestionarse, hacen militancia cultural, ¿Por qué les interesó organizar ciclos y encuentros de música independiente?
Pablo Boyé:-- La autogestión nos encuentra primero como una necesidad y después nos dimos cuenta de que queríamos que se transformara en una propuesta. Al principio nos costaba ubicarnos en ciertos espacios o circuitos vinculados a géneros muy concretos. Nos sentíamos medio híbridos y no encontrábamos lugares donde meternos. Entonces empezamos a armar ciclos con la idea de invitar a artistas de distintos palos musicales. De repente en una fecha había una banda de boleros y otra de hip hop. Nos gustaba esa incomodidad. Y sucedían cosas muy hermosas. De ahí nació esa cuestión de armar movidas. Y lo más lindo que había sucedido era el encuentro con otros músicos y públicos.
--Este concierto es una celebración de los diez años de la banda, ¿Qué balance hacen de estos años con la música?
Flor Wosh:-- Sostener vínculos es difícil y a lo largo del camino hemos visto bandas y proyectos que admiramos mucho que hoy en día ya no están. Hemos tenido nuestras crisis y momentos de dudas, de replantearnos qué hacer. Por eso, el show del Xirgu es una celebración del crecimiento de la banda y del encuentro con amigues. Siempre pensamos si la música que hacemos es la que queremos hacer. Fue un proceso de muchos cambios, incluso estético. Pero seguimos apostando a crecer un poco más.