El médico cordobés Carlos Ferreyra participará en la cumbre de cambio climático que comenzará este domingo en la ciudad Sharm el-Sheikh, en Egipto. Es la décima cumbre en la que estará y confiesa que, para esta ocasión, su posición combina el escepticismo con la esperanza. Aunque la evidencia científica al respecto de la acción de los seres humanos sobre el cambio climático “es apabullante”, los acuerdos a los que llegan los países en estos encuentros no se respetan.
"Estamos obligados a encontrar un camino para este conflicto global, un problema cuya resolución es crucial para el futuro. Los homo sapiens que tienen responsabilidades políticas son los que deben actuar cuanto antes e implementar lo que el mundo necesita", dice Ferreyra en diálogo con Página 12. Luego sostiene: "Pedir que los jóvenes lleven a cuestas y conduzcan la transformación es como lanzar una moneda al aire. No pueden resolver tamaño inconveniente si los dejamos solos".
Hijo de trabajadores ferroviarios, de origen socialista y peronista, Ferreyra constituyó la primera generación de graduados en medicina de su familia. En su juventud, como era dirigente sindical, con la llegada del gobierno de facto debió exiliarse. Siguió formándose en Reino Unido en salud pública y epidemiología, y estudió los vínculos con el ambiente y las vulnerabilidades que enfrentan las minorías étnicas. Luego, con la Guerra de Malvinas, se levantó su estatus de refugiado y se marchó a España, donde fue recibido por el gobierno de Felipe González. En el presente, el presidente de la Alianza Clima, Vida y Salud Internacional viaja a las orillas del Mar Rojo a criticar el presente pero, sobre todo, a planificar el futuro.
--¿Cómo se conecta su formación en salud con su interés por el ambiente?
--Esencialmente, el modelo capitalista en el que vivimos genera un alejamiento con respecto al Estado y se pierde la brújula en relación a cómo debe funcionar una sociedad humana preparada para enfrentar el futuro. Las enfermedades que genera el híperconsumo y el esquema extractivista sobre el cual se apoya el funcionamiento del mundo global ya no son tolerables. La explotación de los recursos naturales y la dependencia de los combustibles fósiles conducen a la gestación de un planeta tremendamente desigual. Los países en desarrollo del sur global están perdiendo todas sus aspiraciones de progreso. El mundo rico deslocaliza sus producciones.
--Y saquea los recursos naturales de las naciones pobres...
--Sí, y al mismo tiempo genera una tremenda deuda climática. La situación del conflicto climático es una responsabilidad de los Estados y las comunidades.
--¿Cuál será su rol en esta cumbre? Hay mesas y rondas de discusiones.
--He cumplido diferentes roles. Algunas veces fui como referente del Estado, otras como conferencista invitado. Hoy estoy como presidente de la Alianza Clima, Vida y Salud Internacional, una entidad de la sociedad civil integrada por profesionales de la medicina, la enfermería, la política y la economía de América Latina y España. Mi rol es llevar propuestas de la sociedad para conducir al cambio. Puntualmente, el aporte del médico en la emergencia climática. El objetivo, en definitiva, es que los actores que toman decisiones lo hagan en la dirección correcta. A diferencia de otras cumbres mundiales, en las de cambio climático el reclamo de las sociedades no suele ser escuchado. En breve la cumbre del clima cumplirá 30 años y no se han conseguido muchos resultados.
--Si las cumbres no generan cambios, ¿por qué se siguen realizando?
--Sirven porque se toman soluciones generalistas muy importantes, que luego deben llevarse a cabo por los Estados pero también por la sociedad civil. Me refiero a sindicatos, pymes, universidades, organizaciones no gubernamentales, que no presionan a los gobiernos para que cumplan con su parte. El Acuerdo de París logró proponer que se reduzcan las emisiones de cara al 2050 para evitar que la temperatura crezca por encima de los 3.5° C porque sería fatal. También se creó un Fondo Verde del Clima para proteger a los más vulnerables. Son decisiones que deben cumplirse. Por eso, la presión de la sociedad es clave para que los consensos se cumplan. De 2015 hasta ahora los países del sur global han tenido una enorme cantidad de muertos, daños ambientales y económicos, a raíz del calentamiento global. Sin embargo, no se ha hecho nada. China, EE.UU. y la Unión Europea tienen gran parte de la responsabilidad, pero nosotros también podemos hacer algo.
--¿Qué podría hacer Argentina?
--Nuestro país tiene una enorme capacidad para impulsar la producción de energía solar fotovoltaica e, incluso, exportarla a otros países de la región. Se podría limitar la industria de los combustibles fósiles y, al mismo tiempo, hacer crecer esta otra industria más verde y redituable. Si no cambiamos nuestro modelo energético, la inequidad se continuará reproduciendo. En Argentina, la pobreza no es solamente económica o sanitaria, sino también ambiental y energética. Hoy es mucho más barato producir energía limpia que energía sucia.
En Europa, la guerra en Ucrania y Rusia sirvió como excusa para la producción de energía limpia a través de la instalación de paneles solares. Sencillamente, Rusia comenzó a cortar el suministro de energía de gas y petróleo y hubo que hallar soluciones. "Argentina no compra paneles porque son muy caros, pero desconoce que está en condiciones de producir los propios. Hay técnicos que han elaborado celdas con nanotecnología empleada en satélites que hoy utiliza Italia", apunta Ferreyra. En el marco de acuerdos con cooperativas, está impulsando desde la Alianza la construcción de paneles propios de cara a 2025. Una muestra de soberanía tecnológica y científica.
--¿Por qué dice que la lucha contra el cambio climático es local si el problema es global?
--Son las comunidades las que deben preparase para independizarse energéticamente y adaptarse frente al cambio climático. En pocos días más Argentina experimentará olas de calor, que ameritan planes por parte de los Estados locales. Las temperaturas que hay en los grandes centros no tienen que ver con la que hace en las afueras de una ciudad. CABA, por ejemplo, debería tener un plan para afrontar las olas de calor porque las altas temperaturas matan porteños y producen daños económicos, a partir de incendios que terminan deteriorando la calidad de vida de sus habitantes. Realizamos un análisis en julio y casi ningún municipio toma medidas.
--¿Qué medidas sugiere?
--Supongamos que en Caballito viven muchos adultos mayores. Si en sus hogares sufren temperaturas más cálidas que en el exterior, enfrentan más probabilidades de enfermar y fallecer, así como las embarazadas corren más riesgos de perder sus bebés. Se podría medir la temperatura por localidad y esas noches trasladar a los grupos vulnerables a escuelas e instituciones públicas que operen como centros de enfriamiento. Y que, en definitiva, contengan a los refugiados climáticos temporales. Una vez que la ola pasa, se puede enfriar la zona mediante vegetación, techos verdes y pintura sobre el pavimento para que la temperatura disminuya. Esos planes no están y son bien sencillos.