Hay una belleza áspera en el nuevo disco de Julieta Laso: Cabeza Negra (Ultrapop). “Sí, es un poco trágico”, concede a Rosario/12. Y por esto mismo es inevitable en su propuesta densa, de seducción terrible. Cuatro bandoneones interactúan con su voz distintiva, que suena como ninguna otra y canta inmisericorde. De este modo, el repertorio reúne a Horacio Guarany, Alfredo “Tape” Rubín, Alfredo Zitarrosa, Fito Páez, Violeta Parra, Palo Pandolfo, entre otros; a partir de los arreglos y dirección musical de Yuri Venturin.
Desde 2019 que Laso no visita Rosario –lo había hecho con motivo de Martingala–, y esta noche a las 21 la recibe Casa Brava (Pichincha 120) para la presentación del nuevo material. La cantante, entre cuyos méritos recientes destaca el Premio Gardel 2022 al “Mejor Álbum Artista de Tango” por La Caldera, estará acompañada por Noelia Sinkunas en el piano y Sofía Calvet en bandoneón.
-En Cabeza Negra uno puede decir que hay algo en común con tu producción anterior, pero sin embargo es diferente, como si en cada disco te probaras de maneras distintas.
-Es cierto, en este disco hay un riesgo mayor.
-¿Cómo apareció el disco y la propuesta de cuatro bandoneones y contrabajo?
-Era una promesa que teníamos con Yuri (Venturin), de hacer algo juntos después de la Fernández Fierro (orquesta donde Laso ofició como cantante y Venturin es director y contrabajista). Él me propuso esta formación de cuatro bandoneones y contrabajo, que es muy audaz y casi no se hizo. Al principio tuve miedo, pero luego de escuchar el primer tema me pareció que estaba muy bueno y le dimos para adelante. Fue pensado como una orquesta de bandoneones, no es la típica forma en que un bandoneón acompaña a una cantante, sino que funcionan como una orquesta.
-En esta misma dirección habrá influido el repertorio.
-En realidad al repertorio lo elegimos juntos; creo que son canciones muy fuertes, muy políticas. Lo que se generó es como un sonido en donde uno siente que hay un montón de elementos de nuestra cultura pero unidos de una forma rara; eso me parece bien interesante.
Estos sonidos tal vez llamativos, que Laso señala, obedecen a rítmicas e instrumentos que Cabeza Negra explora e integra, como la caja norteña, en consonancia con el tango, la milonga y la baguala. En un puñado de canciones intensas, elegidas entre ella y Venturin, con el objetivo en la voz sin igual de la cantora: “Yuri dice que todas las canciones hablan de mí y yo digo que son canciones que me liberan de mí. Están elegidas con mucho rigor”, dice.
Además, hay un hecho en la vida reciente de la cantante que de algún modo incide en sus elecciones sonoras, habida cuenta de estar viviendo en Salta, en una casa lindante con el monte y alejada del ruido citadino, en compañía de su pareja, la cineasta Lucrecia Martel: “Éste es el único disco en donde aparecen sonidos del norte y es algo que de alguna manera creo que se está permeando, por esta nueva vida que llevo desde hace dos años y con la que estoy feliz”.
-¿Y qué descubrís ahí, en esta afinidad sonora tal vez impensada?
-La baguala y el folklore son algo que me gustó siempre, y si bien no fue idea mía que aparezca la caja, cuando lo hizo me puse muy feliz, tanto como que aparecieran una vidala y algunos temas de folklore. Creo que es un disco donde hay elementos de nuestro territorio y nuestra cultura que uno puede reconocer perfectamente, pero en la combinación entre ellos se arma como un sonido extraño, que también fue tocado por Walter Chacón, el ingeniero de sonido; con él trabajamos la distorsión y algunos efectos, eso creo que permite un sonido particular. Me parece que hay una buena síntesis de distintas parte de nuestro territorio.
-Tu voz funciona de modo único, lo digo porque hay un diseño sonoro que evidentemente la contempla.
-Es un poco la dirección de Yuri, en quien confío muchísimo. Él me guía muy bien en la forma de frasear y todas esas cosas, y me propuso cantar los temas un poco más arriba de lo que yo siempre canto. Me parece que fue un acierto. El disco es muy trágico, pero es algo realmente distinto; siento que de alguna manera este sonido tiene algo nuevo y es bien diferente a todo lo que vine haciendo; para mí es buenísimo poder pasar por distintos estados.
Un fragmento del texto de Lucrecia Martel que acompaña el disco sintetiza su espíritu: “Cabeza Negra en cada canción suplica, no con sumisión, porque el sonido del disco es una amenaza. Es la liturgia de escuchar canciones de protesta, como si fueran de amor”.