Cristina Kirchner explicó que cuando decidió las candidaturas para el 2019 había un contexto internacional y local diferente y destacó que el reciente ganador de las elecciones de Brasil, Lula da Silva, estaba preso. Pero la mayor parte de su discurso enfocó el futuro: “debemos recuperar la alegría de los trabajadores y trabajadoras, recuperar el valor del salario”. Entre la explicación del pasado y las propuestas al futuro quedó en el aire la posibilidad de su candidatura para el 2023.
“A veces los compañeros no me hacen caso –se adelantó el titular de la Unión Obrera Metalúrgica, Abel Furlán-- pero no la invitamos para pedirle nada, ni para pedirle que sea candidata, ni nada”. Apenas lanzó esa frase, los más de cinco mil delegados metalúrgicos que participaban en el acto comenzaron a gritar “Cristina presidenta” y otras consignas con el mismo contenido.
Con emoción contenida, la vicepresidenta habló del atentado y contagió esa emoción a muchos de los presentes a quienes también les brillaron los ojos. Impresionó que en el primer acto público después del intento de su asesinato doblara la apuesta a sus agresores y a quienes los financiaron, entre ellos empresarios relacionados con algunos exfuncionarios de Mauricio Macri.
Ha sido una marca de Néstor y Cristina Kirchner. Cuando sus adversarios y enemigos creyeron que los habían acorralado, en vez de bajar el perfil, siempre doblaron la apuesta. En este caso, se presentó en un acto de enorme importancia para el peronismo, donde el público que la escuchaba eran representantes de cientos de miles de trabajadores de la industria que la aclamaron con entusiasmo.
Una nueva Cristina en un nuevo escenario
El triunfo de Lula en Brasil, cambió el escenario en la región, sobre todo en el plano de las alianzas y los espacios ideológicos. Este fenómeno de apertura se da también en todo el mundo, donde se acabó el esquema unipolar, el de una globalización neoliberal sustentada por la hegemonía de los Estados Unidos.
La presencia de China en el escenario internacional a través de una paciente urdimbre de acuerdos y alianzas ya constituye un hecho irreversible. Se acabó ese esquema unipolar. El mundo ya se está configurando de una forma multipolar que facilita la existencia de proyectos políticos que hasta ahora estaban muy limitados. Con el Consejo de Cooperación de Shangai, China selló una alianza de seguridad y defensa con Rusia y otros seis países. En el tratado Asia-Pacífico participan 14 países de esa zona interesados en una apertura aduanera progresiva con China. Con el BRICS, China ha cerrado acuerdos con Rusia, India, Brasil y Sudáfrica. La megainiciativa de la Franja y la nueva Ruta de la Seda implica unir a China por tierra y mar con toda Asia y Europa, más África, América y Oceanía.
En el Congreso del Partido Comunista Chino, que se realizó hace diez días, Xi Jinping planteó la propuesta de una “comunidad internacional con un destino compartido”. Una idea que contrasta con el rigor de la globalización neoliberal subordinada a la hegemonía norteamericana con términos de intercambio muy desfavorables entre países ricos y pobres.
La idea china es de convivencia pacífica entre sistemas diferentes. Al acuerdo Asia Pacífico se incorporó Australia, que ha sido y sigue siendo, aliado incondicional de los Estados Unidos. Y al BRICS pidió su incorporación Arabia Saudita, otro aliado histórico de Washington.
Estados Unidos vs. China
En teoría, el neoliberalismo fue la expresión ideológica de un ciclo del capitalismo representado por la globalización neoliberal. Ese esquema ya no existe, lo cual no quiere decir que desaparezca el neoliberalismo como idea, pero ya no se apoyará en una hegemonía mundial absoluta como hasta ahora.
En contrapartida, en su Estrategia de Seguridad Nacional que difundió hace pocos días, el departamento de Defensa de los Estados Unidos apuntó a China como su enemigo principal. Con la guerra en Ucrania y los atentados terroristas que destruyeron los gasoductos Nord Stream 1 y 2, que debían sustentar el salto de la economía Alemana, condenó a los países europeos a ralentizar su industria y subordinarse a Washington.
Al bombardear los gasoductos que llevaban el fluido desde Rusia, bloqueó el proyecto euroasiático de Moscú, que entonces se volcó definitivamente hacia China. En la zona del Índico—Pacífico, China advirtió que Estados Unidos está preparando una provocación para obligarlos a confrontar con Taiwán en una guerra que los desgastaría.
Lula y el panorama regional
Los gobiernos norteamericanos consideran a América Latina como zona de su influencia, por lo que mantendrán la estrategia de lawfare y fake news sobre la base de los servicios de inteligencia para respaldar gobiernos subordinados a su poder. Un planteo de defensa de los intereses de la Nación pasa casi como única opción por la integración regional. Esta vía se fortaleció con el triunfo de Lula en Brasil, que puede ayudar a crear una zona a escala que le permita relacionarse con los dos polos en pugna sin someterse a ninguno. Además de desplazar a la bestia parda de Jair Bolsonaro, Lula es la llave de la puerta a ese nuevo escenario de mediano plazo.
Ese cuadro anuncia dificultades para la política interna de la Argentina, pero al mismo tiempo constituye una oportunidad en la que aparecen cartas en la mano que un gobierno macrista estaría ideológicamente impedido de aprovechar. Vaca Muerta con YPF y los acuerdos por miles de millones de dólares con China para tres represas hidroeléctricas y una central nuclear son obras que ya fueron paralizadas cuando asumió Macri. Y en este nuevo escenario el macrismo estaría mucho más comprometido con la potencia del Norte, la que redoblaría su presión para impedir que se hagan.
Sin embargo, es un escenario preelectoral atravesado por una inflación alta que se constituye en el factor condicionante de mayor peso. La vicepresidenta proyecta una imagen de “oficialismo crítico”, en tanto que Lula hizo campaña desde la oposición, lo que le dió más libertad de movimiento. En este año y medio será crucial la dirección que tome el índice de inflación.
El fantasma del Macri II
El acto en la UOM, donde la vicepresidenta fue muy aplaudida por los trabajadores, es un llamado de atención para el macrismo. Implica también una transformación en el mapa de la política. Hasta ahora, el sindicalismo había maniobrado con alianzas y alejamientos pero con independencia de los otros sectores políticos del peronismo. En este caso hay una conexión directa. Hay una generación de trabajadores de la industria que se incorporó durante las gestiones kirchneristas y sufrió después la del macrismo.
El proyecto de reformas neoliberales extremas que presentó Macri cerraría miles de industrias y negocios otra vez y habría despidos masivos en el Estado como lo viene anunciando. Ese proyecto no deja resquicio siquiera para los sectores más conciliadores del sindicalismo.
En ese rol tan delicado de “oficialismo crítico”, Cristina Kirchner saludó la presencia del anterior titular de la UOM, Antonio Caló, que se encontraba entre los presentes y que es adversario de Forlán. Hubo silbidos y abucheos, pero la vicepresidenta los hizo callar. “En esta tenemos que estar todos juntos” dijo. Fue un mensaje al peronismo y al Frente de Todos.
El otro nombre que surgió en el discurso fue el de Sergio Massa “quien está haciendo un esfuerzo considerable al frente de la economía”. Para el ministro es aún más difícil porque está más comprometido con los resultados económicos. Todavía no hay candidatos proclamados, pero es como los brujos: que los hay, los hay.