El hambre dibuja fronteras invisibles. Miles de emigrantes asiáticos llegan a Qatar como los nuevos esclavos de la modernidad. Los oligarcas del Mundial los esconden, les retienen los pasaportes, les cambian la “mirada”, les prohíben la mezcla, el contacto, el roce. Los qataríes los “huelen” a kilómetros de distancia, ocultos en sus barracones. Han venido a levantar sus ciudades, sus aeropuertos, su Mundial.
El sistema, perfectamente diseñado, tiene su cara visible y su otredad. El modelo neoliberal alcanza su máxima expresión en el emirato. La mano de obra debe ser vulnerable, precaria. Es la forma de disciplinar al trabajador para que acepte salarios bajos, contratos basuras, temporales. Debe creer que tiene lo que se merece, que la culpa es suya, porque si la culpa es del sistema entonces habría que cambiarlo. Estos páramos deshabitados, lugares estériles, donde el tiempo humano no existe.
Según dos informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el impago de salarios es la principal demanda de los trabajadores migrantes ante el Ministerio de Trabajo de Qatar. El número de denuncias se ha duplicado entre octubre de 2021 y octubre de 2022, alcanzando los 34.425 procedimientos. Los informes instan a Qatar a "seguir trabajando por el pleno respeto de los derechos humanos y sus normas laborales”. Además, la OIT considera que “las principales causas de quejas se relacionan con el impago de salarios e indemnizaciones, y vacaciones anuales no concedidas o mal pagadas". El organismo añade que el 66,5 % de los casos se resolvieron de forma amistosa y el 30,7 % por vía judicial. Hasta julio de 2022 se habían pagado 582.400.000 riales qataríes (160 millones de euros) para indemnizar a más de 37.000 trabajadores mal abonados. Esto demuestra la magnitud del problema" concluye la Organización. La ONG británica Equidem, por el contrario, mantiene que muchas demandas laborales se desestiman debido a posibles represalias, como la expulsión del país, lo que demuestra el alto índice de acuerdos amistosos.
Sindicatos internacionales y ONG han denunciado al emirato por permanentes violaciones de derechos humanos. La introducción en marzo de 2021 de un salario mínimo afectó a "más de 280.000 trabajadores, alrededor del 13% de la fuerza laboral total del sector privado", indica la OIT. Los informes del organismo concluyen que la cantidad de trabajadores tratados por problemas relacionados con el calor ha disminuido, pero no mencionan el número de muertes producidas por esta causa ni por accidentes de trabajo en general. Algunas entidades estiman entre 4.000 y 6.000 los fallecidos. Sin embargo el Gobierno de Qatar subestima el número de muertes, y oculta las cifras oficiales. Amnistía Internacional ha solicitado a la FIFA que establezca un fondo de compensación para estos trabajadores.
El país "ha mostrado su determinación para avanzar en su programa de reformas", concluye la OIT, pero reconoce que "aún existen desafíos en su implementación, y es necesario fortalecer los mecanismos que permitan a los trabajadores presentar denuncias y recuperar sus salarios", expresa.
No se puede contar una pena con tantas realidades ocultadas deliberadamente. Los pobres colgados de los abismos del mundo seguirán llegando a Qatar, para levantar el cielo con las manos. Los espera el desprecio, el racismo, la miseria, y el trabajo esclavo. Les queda la tristeza, extraviarse, dudar, sentir, dejarse llevar, y hablar de lo que les espera ahí afuera. Esa suntuosa escenografía del vacío, de un Mundial de oligarcas del que emana una tristeza infinita.
(*) Ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón Mundial Tokio 1979