El combo de Gran Hermano 2022 incluye discursos homofóbicos, bullying e incluso una situación que calificaría como abuso según el Código Penal, repudiada por Amnistía Internacional. Parece que todo vale en la casa más famosa "del mundo", como le gusta decir a Santiago del Moro. A más de dos décadas de su aparición en la TV argentina, el programa alcanza los 20 puntos de rating aunque pocos sean los que admiten que lo ven, en una dinámica de "consumo vergonzante", como señala la doctora en Ciencias Sociales Yamila Heram. Son sus propios seguidores los que en redes sociales protestan por cómo deja pasar ciertas escenas y posicionamientos ideológicos. Opinan sobre el regreso, aparte de Heram, Claudio Villarruel; Alejandro Kaufman; Mariela Belski, de Amnistía; la licenciada en Ciencias de la Comunicación Rocío Rovner e Ignacio Rodríguez, del Instituto de Masculinidades y Cambio Social.
"Es uno de los programas más consumidos por audiencias diversas a nivel nacional. Los hechos que ocurrieron allí, en donde una persona irrumpió en la cama de otro mientras dormía, nos brinda una oportunidad única para que se promuevan debates y reflexionemos sobre el consentimiento", postula Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina, en diálogo con Página/12. "Es imprescindible en los tiempos que corren cambiar y desterrar lo que se conoce como 'cultura de la violación', que normaliza e incluso justifica la violencia en nuestras sociedades." Esta cronista intentó una conversación con la producción de GH pero no hubo respuesta.
Ya en el inicio de esta edición aparecieron los discursos homofóbicos. Martina Stewart Usher, en el video en que se presentaba antes de ingresar a la casa, confesaba que la bisexualidad le daba "un poquito de asquito". Tomás Holder se definía como "medio tincho, clasista y un poco homofóbico". Ambos fueron expulsados por decisión del público. Y ambos dijeron en reportajes posteriores que esas palabras apuntaban a la construcción de un personaje: es decir, creían que con esos discursos les iría bien. Muy rápidamente, en las redes aparecieron cuestionamientos por esas presencias: ¿por qué la producción seleccionaba participantes con esos pensamientos?
El martes, Agustín Guardia dormía cuando las cámaras captaron cómo Thiago Medina se le recostaba encima, lo abrazaba y acariciaba. Otros dos participantes --varones también-- presenciaron y se rieron de la situación. Hasta ese momento, Thiago, cartonero oriundo de González Catán, gozaba de popularidad entre el público. "Lo tocaron, besaron, apoyaron y burlaron de él mientras estaba dormido. Esto es más que bullying y hacerlo frente de las cámaras refleja la impunidad que manejan los varones cuando andan en grupito." "(...) Thiago camufla toda la homofobia, el machismo, la sexualización hacia las mujeres en el 'ser pobre'." "No entiendo cómo no hay sanción (...). En cambio, se cagan de risa." Estos fueron algunos de los mensajes que la audiencia volcó en Twitter. También Marianela Mirra, ganadora de la cuarta edición, quien actualmente decide no participar de los debates, pidió la expulsión de Medina.
Protocolo y consentimiento
A 21 años del desembarco del reality holandés en el país, puede decirse que no ha cambiado mucho: la edición de las galas construye un hilo narrativo basado en las peleas por cuestiones de convivencia, los complots a lo Gastón Trezeguet --quien impuso un estilo de juego y ahora es productor--, el desarrollo de historias de amor, cargándolo todo de suspenso. Cuando los panelistas recibieron a los expulsados Holder y Stewart Usher los interpelaron por las características de sus supuestos personajes. Pero con el tema del presunto abuso no sólo no hubo sanción, tampoco un tratamiento. El ruido lo hicieron los seguidores, todos los programas que de GH se alimentan y Amnistía.
"Los medios tienen responsabilidades pues juegan un papel clave en el debate público. Si en un programa no se respeta el consentimiento y se dan situaciones de abuso los comunicadores deben sensibilizar sobre este tema. No manifestarse sobre este tipo de situaciones envía un mensaje erróneo a la sociedad, de tolerancia a este tipo de situaciones que normaliza e incluso justifica el abuso en nuestras sociedades", opina Belski.
Y eso que lo que sí cambió en GH es que ahora tiene un protocolo para relaciones sexuales. Consiste en dar un OK o levantar el pulgar ante las cámaras para confirmar si es lo que se desea. Surgió hace cinco años como consecuencia de un caso de abuso sexual en la edición española que tuvo como víctima a Carlota Prado. El juicio comenzó precisamente esta semana.
"Gran Hermano se olvida de algo básico: el consentimiento. Y no, no es un chiste" decía el tuit publicado por Amnistía, entre otras cosas. A esto, la abogada feminista Melisa García, fundadora de Abofem, suma: "Todo lo que está sucediendo es un reflejo con la intención de mostrar cómo se busca retroceder en lo que hemos avanzado: mensajes que van en contra de las orientaciones sexuales, las identidades de género, comentarios homofóbicos, acciones concretas donde se pasa por encima en su totalidad el consentimiento de una persona".
Aunque el grueso de los medios catalogó al episodio como "acoso", técnicamente sería un abuso: "El Código Penal (artículo 119) califica así a los tocamientos sin consentimiento", puntualiza García. "Fue en un ámbito particular: estar durmiendo. Pone de manifiesto la gran complicación que existe al momento de llevar a la Justicia muchos casos. Porque está la idea de que abuso es que aparece una persona y con el uso de la fuerza te toma violentamente. Poco se dice respecto de la cantidad de casos que existen sin prestar consentimiento", explica. Ignacio Rodríguez, psicólogo e integrante del Instituto de Masculinidades y Cambio Social, analiza la particularidad de que haya sido una escena presenciada por otros varones. "Se necesita a los espectadores para entrar en el círculo de la masculinidad y ser validado ahí. Tiene que ver con la complicidad machista. Muchas veces se habla del consentimiento en las relaciones sexoafectivas y parece que estuviera reducido a las relaciones entre varones y mujeres. Pero es una clave para todas. Hace que se puedan construir relaciones sanas e igualitarias".
GH y las redes
Claudio Villarruel, responsable de importar el formato en 2001 junto a Bernarda Llorente (ver abajo), dice: "Por aquella época no existían Facebook, Twitter, Instagram. Gran Hermano fue el precursor de lo anónimo en el mainstream pero con una gran diferencia: en las redes uno elige qué mostrar; en cambio en GH, como con el paso del tiempo los participantes se van acostumbrando a la presencia de las cámaras, comienza a aparecer cierta cotidianidad no impostada que se parece bastante a la de todos los que miran el programa. Como sociólogo esto fue lo que más me llamó la atención".
Este es otro contexto. Y justamente en el diálogo entre las redes y lo que pasa en el programa ponen el foco tanto Yamila Heram, investigadora del Conicet y docente en la UBA, como Rocío Rovner, licenciada en Ciencias de la Comunicación por FSOC UBA y docente de Semiótica. Sitúa Rovner: "El regreso de GH tiene que leerse necesariamente en un contexto de convivencia de dos sistemas mediáticos en constante interrelación: el de medios masivos y el de redes sociales. Miramos la tele y tuiteamos a la vez. Eso nos hace parte de un colectivo, de una comunidad de fans, seguidores, haters, lo que sea. Miramos y producimos discursos: no es una recepción pasiva".
Y completa: "Hay que dejar de verlo como televisión basura, como la banalización de la sociedad, como si fuera una pavada. El análisis vale la pena. Porque si es una discusión que surge desde abajo, desde las redes hacia los medios, hay algo interesante, incluso para prestar atención a la respuesta, al tratamiento que den las instituciones emisoras, productores y canales. Por ejemplo, es un interrogante pensar qué pasa, qué hacemos, qué deberían hacer los medios cuando se mediatiza un tipo de violencia".
"La tele siempre va un paso atrás de lo que sucede en la sociedad. En estos 20 años la sociedad ha avanzado pero el programa sigue igual. Ha incorporado cuestiones vinculadas a cierto clima de época, de modo superficial: un chico con dos papás, una chica con pareja abierta... también una a la que le da asco la bisexualidad, otro que hace comentarios homofóbicos. Sin embargo, en la edición no se resaltan, por ejemplo, las discusiones políticas, sino los debates que se generan por una cebolla o porque alguien le puso sal a la comida", dice, por su parte, Heram.
"El programa ha generado cuestiones insólitas. Hay que pensar en su lugar en la agenda pública. Va marcando, interpelando a otros sujetos extra-televisivos que consideran relevante salir a responder", agrega la investigadora, quien conecta la respuesta de Amnistía con la de la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, a los dichos de Alfa sobre la corrupción de Alberto Fernández. "No estoy haciendo un juicio de valor. Pero hay que pensarlo como fenómeno, por todo lo que genera en el campo de la política, los derechos humanos... todos, constantemente, por un motivo u otro, están debatiendo sobre lo que este programa genera. Podría generar otras cuestiones, pero decide organizarse a partir del conflicto." Sugiere que ciertos sucesos, como el de esta semana, podrían tratarse en los debates con "un sentido pedagógico", abriendo "discusiones de avanzada". Sin embargo "quedan en esa suerte de ficción" que GH sigue siendo. Un GH que todo lo ve, pero que no sobre todo se pronuncia.