La oportuna y tocante miniserie estrenada la semana pasada sobre la Selección Argentina y la Copa América que se ganó el año pasado en Brasil mostró a Lionel Messi tal cual lo querían ver millones de hinchas. Resonante en su función de lider, su arenga en la previa de la final en el Maracaná tensó las cuerdas emocionales del país futbolero a quince días del debut en un Mundial de Qatar que se espera con expectativa acaso exagerada. El Messi que queremos, vibrante, comprometido y dispuesto a dar todo por los colores, aparece allí en todo su esplendor. Y desmiente años de críticas que escucharon y leyeron sobre un astro único con la pelota, pero ensimismado y distante. Incapaz de hacerse cargo de la Selección para llevarla de la mano rumbo a una gran consagración internacional.
Sin embargo, para poder hacer una gran Copa del Mundo, ese Messi es insuficiente. Argentina no llegará a estar entre los semifinalistas sólo por el hecho que motive, grite o insulte. El Messi que necesitamos para figurar entre los cuatro primeros y, mucho más, para ser campeones del mundo, no es el de las arengas emocionantes, sino el otro. El que aún con 35 años y más de tres lustros en el más alto nivel, sigue provocando asombros cada vez que juega y hace jugar. El supercrack que, con menos piernas pero con más sabiduría que antes, es capaz de resolver los partidos con tres o cuatro pases de magia.
Aquel Messi de los años virginales que tomaba el balón en la mitad de cancha, eludía a cuanto rival se le cruzaba en su camino y hacía de a dos y tres goles por partido ha debido dejarle inevitable paso a este Messi de los años maduros que arranca por delante de los volantes y mueve los hilos de su equipo, abriendo pelotas a las puntas, poniendo a sus delanteros mano a mano con los arqueros rivales o yendo a definir él también. De aquel gambetador empedernido a este estratega genial han pasado quince años de fútbol. Y además, un mayor conocimiento del juego que le permite anticipar las jugadas. No por ser el más rapido con las piernas sino por verlas antes que ninguno.
En los últimos veinte partidos que jugó con el París Saint Germain y la Selección Argentina, Messi marcó 16 goles y aportó once asistencias. Si además, en Qatar es capaz de meter cuatro o cinco pases gol por partido para que definan Lautaro Martínez. Di María o los volantes que se suelten desde atrás y se siente fuerte como para llegar al gol por su cuenta, Argentina estará en condiciones de hacer un gran Mundial y hasta de ganarlo. El Messi que se necesita para ser campeones es ese, el gran estratega y el enorme definidor. Si además, viene acompañado del Messi que queremos, el de las frases emotivas, el líder que toca los corazones con pocas y bien dichas palabras, el combo será completo. Estaremos delante de un fenómeno del fútbol de todos los tiempos, capaz de hacernos llorar cuando habla y reir cuando juega.