Desde Roma
Los dos barcos de organizaciones humanitarias -el alemán Humanity 1 y el noruego Geo Barents de Médicos sin Fronteras (MSF)- anclados provisoriamente en el puerto de Catania (Sicilia) con migrantes rescatados en alta mar, se arriesgan a una revuelta interna, peleas o suicidios, desde que el gobierno decidió que sólo algunas personas podrán descender en territorio italiano. Los demás quedarán en las naves que deberán dejar inmediatamente las aguas territoriales.
Entre las primerísimas medidas que tomó el nuevo gobierno derechista presidido por Giorgia Meloni, están las restricciones para el ingreso al país de los inmigrantes rescatados en el mar Mediterráneo. Según la derecha, se trata de una verdadera “invasión” y las naves de organizaciones humanitarias que los salvan en el mar serían "socios" de los “traficantes”.
Decisiones de este tipo se temían de parte de este gobierno, dado que de él forma parte Matteo Salvini, de la Liga, actual ministro de Transportes e Infraestructuras, que cuando fue Ministro del Interior (2018-2019) cerró todos los puertos a los inmigrantes. La primera decisión de tres ministerios en conjunto (Defensa, Interior y de las Infraestructuras y Transportes) tomada la semana pasada, fue sobre las naves de organizaciones de solidaridad que navegan el Mediterráneo. Según el ministro del Interior, Matteo Piantedosi, los países cuyas banderas tienen las naves, deben hacerse cargo de la gente que está a bordo. Se harán controles para verificar qué personas necesitan asistencia, pero los no autorizados “deberán salir de las aguas territoriales italianas”. Y Salvini, por su parte, precisó: “Como siempre garantizaremos el socorro y la asistencia, pero prohibimos que las naves extranjeras de las organizaciones internacionales se detengan en aguas territoriales italianas. Defender a Italia no es un delito sino un deber”. Y fue más lejos todavía en declaraciones radiales. “Estamos viviendo una estación difícil para muchas familias y no podemos en un año hacer desembarcar 100.000 personas irregularmente. Se vuelven a aplicar las normas, se salvan vidas, se pide a Europa que intervenga y si hay naves extranjeras, las normas prevén que si son alemanas, vayan a un puerto alemán”.
A estas medidas del gobierno se agrega la renovación automática que tuvo el 2 de noviembre el Memorándum de acuerdo sobres las migraciones firmado por Italia y Libia en 2017. El acuerdo prevé el apoyo a la Guardia Costera de Libia a través de fondos, medios y adiestramiento, para que lleven de vuelta a Libia a los migrantes rescatados en el Mediterráneo, luego que los traficantes de personas las han embarcado en barcazas muy llenas, varias de las cuales se han hundido. Todo esto cuando los "centros recepción” de inmigrantes en Libia, en realidad funcionan como campos de concentración donde hombres, mujeres, menores y niños son torturados, violados, abusados, explotados y extorsionados. Esto ha sido ampliamente demostrado por organizaciones de derechos humanos que han visitado esos lugares.
Los números reales
Según una investigación publicada por el diario italiano La Repubblica que consultó datos oficiales, en 2022 han entrado a Italia poco más de 87.000 migrantes, una cifra mayor a la de 2021 (54.373) pero mucho menor respecto a los 117.000 de 2017. Los países que más reciben migrantes que piden asilo son Alemania, seguida de Francia y España. Italia ocupa el cuarto lugar. Por lo cual, según el diario, en Italia “no existe ninguna emergencia de migrantes”. La mayoría de los llegados a tierra, además, fueron salvados en el mar por naves de la Guardia de Finanzas y la Guardia Costera de Italia.
En junio pasado, 23 países -19 de la Unión Europea- firmaron un acuerdo de solidaridad para redistribuir migrantes. De estos, 13 miembros aceptaron recibir a 8.000 personas que debían ser distribuidas en ese momento. Dinamarca, Holanda, República Checa y Suiza, contribuyeron además financieramente.
Hasta ahora, Francia y Alemania se han manifestado dispuestas a recibir parte de los migrantes rescatados recientemente. Noruega, en cambio, ha declarado que no tiene “ninguna responsabilidad desde el punto de vista de la convención sobre derechos humanos y del derecho del mar respecto a los rescatados, aunque las naves tengan bandera noruega”.
De la nave alemana Humanity 1, después de los controles sanitarios del gobierno en el puerto de Catania, desembarcaron este fin de semana 144 personas, pero 35 quedaron a bordo. De la nave con bandera noruega Geo Barents de MSF, desembarcaron 357 personas, mientras otras 215 fueron obligadas a quedarse en el barco. Pero en el Mediterráneo central aun hay otras naves esperando que Italia les abra un puerto, como la noruega Ocean Viking (con 234 personas a bordo) y la alemana Rise Above (con 89 migrantes). ¿Por qué siempre Italia? Porque los migrantes parten en barcazas generalmente desde Libia, donde tienen base los traficantes de seres humanos. Italia con su isla de Lampedusa, es el país más cercano a Libia.
Humanity 1, por su parte, ha dicho que iniciará acciones legales contra el gobierno italiano por no permitir el desembarco de los rescatados. Pero fue amenazada de recibir una multa de 50.000 euros si no se va del puerto.
Los partidos de la centroizquierda de Italia -el Democrático y Piu’ Europa- acusan al ejecutivo de ser “inhumano” y denuncian la "violación del derecho internacional”, pidiendo al ministro del Interior que se presente ante el Parlamento a dar explicaciones. Se espera que pueda haber alguna marcha atrás.
La Comisión Europea, a través de un portavoz, reiteró que “es un deber moral y legal salvar las personas en el mar, en base a las leyes internacionales”. El salvataje en el mar “es un deber moral y jurídico y no puede ser impedido”, subrayó por su parte un portavoz del gobierno alemán. “Es importante que sean salvadas todas las personas y que puedan llegar a tierra”, dijo por su parte Sabine Sasse, portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania.
El rescatista argentino
Juan Matías Gil nació y creció en Argentina, en el Tigre, y trabaja desde 2009 en Médicos sin Fronteras como su representante institucional en Italia y es el responsable de las operaciones de rescate. Estudió economía en la Universidad de Buenos Aires y luego hizo un Master en Derechos Humanos y Gestión de Conflictos en Italia. El economista argentino contó a PáginaI12 que la nave Geo Barents trabaja en el Mediterráneo Central donde ha rescatado más de 5.000 migrantes, la mayoría viniendo de Libia. Después de estar varios días en el mar esperando que Italia les diera una repuesta sobre el puerto que habían solicitado para desembarcar, el sábado a la noche les comunicaron que los autorizaban a estar en aguas territoriales italianas. El domingo autorizaron a parte de los inmigrantes a desembarcar en el puerto de Catania luego de los controles médicos.
-¿Es justo según las leyes internacionales que el gobierno italiano expulse a los rescatados?
-El que hace esas declaraciones no tiene presente el marco normativo: en ningún momento las convenciones internacionales afirman lo que esas personas están diciendo. Supongamos, si yo, que soy de Turín (norte de Italia) tengo un accidente en la calle en Roma (centro de Italia) van a llamar a una ambulancia de Roma; no me van a mandar una ambulancia desde Turín. No hay manera de llegar, en caso de emergencia, a un país como el de nuestra bandera, que es Noruega, a miles de kilómetros. El barco demoraría tres o cuatro semanas en llegar con cientos de personas a bordo. Un barco no es un lugar seguro, no es un hospital, no es un centro de asistencia psicológica. La tierra más cercana es la que debe brindar esos servicios.
-El Geo Barents tenía 572 migrantes a bordo salvados en siete operaciones (71 menores, 60 de ellos no acompañados). Pero fueron autorizados a desembarcar 357. ¿Qué sucederá con los demás?
-Nuestra posición es que el gobierno debe dejar desembarcar a todos porque las operaciones de rescate sólo se terminan cuando las personas desembarcan en un lugar seguro. Hoy estamos anclados en un lugar seguro. Si hay gente que se tiene que quedar en la nave, tendremos un problema porque habrá revueltas; será difícil explicarle a esa gente por qué unos sí y otros no. Tal vez algunos se tiren al agua (tres de ellos lo hicieron poco después de estas declaraciones) como han hecho otras veces para llegar nadando a tierra. Pelearán entre ellos, tendrán ataques de pánico, se abstendrán de comer por su estado depresivo, podrían amenazar a nuestro personal a bordo. Seguramente se convertirá en un problema de seguridad.
- El 2 de noviembre se renovó automáticamente el acuerdo entre Italia y Libia firmado en 2017 que pretendía así tener fuera de Europa a los migrantes, ya que la guardia costera libia, si detectaba a migrantes en sus aguas territoriales, debía llevárselos de vuelta al país. ¿Cuál es su comentario sobre este hecho?
-Seguramente es un tratado vergonzoso y aberrante para todas las personas en movimiento. Es un instrumento mas de la política de “externalización de las fronteras” que se lleva a cabo, no solo en el Mediterráneo, sino en toda Europa. Y que consiste en pagarle a un país para que contenga a la gente que llega. En este caso es escandaloso que Europa pague a través de Italia a un cuerpo de seguridad para interceptar personas en aguas internacionales y llevarlas de vuelta al lugar de donde estaban huyendo, porque están muy documentadas las violaciones de derechos humanos, las torturas, secuestros extorsivos, malos tratos físicos y violaciones en Libia. Y estas personas vuelven al centro de detención para sufrir de nuevo estas aberraciones hasta que logran escaparse, o con el riesgo de morir, o quizá pagar una vez más a los traficantes que tienen una relación estrecha con estos cuerpos de seguridad que financia Italia con estos acuerdos.
-¿En cuántos salvatajes ha participado?
Sinceramente no lo sé pero desde 2015 hasta ahora, en muchísimos. No sabría decirte cuántos sobrevivientes han estado involucrados.
-Sé que ha trabajado en distintos países. ¿Le tocó alguna vez trabajar en Libia?
-En Libia no trabajé nunca pero siempre he seguido muy de cerca la situación porque lo que sucede allí tiene un efecto muy directo en el Mediterráneo Central. Es una realidad muy compleja.
-¿Cuál fue su experiencia más difícil?
-Estuve en muchos conflictos armados, en situaciones difíciles, donde mi vida, la de los pacientes, la del equipo, estaban en riesgo. Pero lo que más me cuesta ahora es mirar a niños muy chiquitos en situación de vulnerabilidad total, cercanos a la muerte, por esa decisión tan difícil de los padres que decidieron arriesgar todo para darles un futuro mejor. Como padre que soy, me afecta mucho esta situación de ver a niños en peligro.