Las elecciones legislativas de Estados Unidos son importantes para la política nacional, así como a nivel estatal y local. Son mucho más que una encuesta de opinión elaborada, y si ayudan a impulsar a Donald Trump a retornar a la Casa Blanca, los comicios del martes podrían considerarse históricos. Sin duda, será una mala noticia para el presidente Joe Biden si pierde el control del Senado.
Las elecciones de medio término vienen con dos alternativas. Si llegan a dos años del final del segundo mandato consecutivo de un presidente en el cargo, y éste pierde el control del Congreso, la agenda interna queda en punto muerto. Eso generalmente significa que el mandatario de turno debe concentrarse en los asuntos exteriores, lo que a menudo significa algún intento de asegurar la paz en el Medio Oriente.
Si caen durante el primer mandato presidencial, las consecuencias son más graves. En el caso de Biden, significaría una mayoría republicana en el Senado más una cohorte significativa en la Cámara de Representantes, arruinará sus posibilidades de arreglar la economía y ganar un segundo mandato para los demócratas. Un escenario semejante haría más probable un regreso de Trump.
El magnate republicano ya está haciendo una fuerte campaña y lanzando pistas aún más fuertes sobre la posibilidad de volver a presentarse en 2024, por lo que reclamará el crédito ante cualquier buen resultado este ocho de noviembre. Él y sus seguidores utilizarán los resultados para reforzar su control sobre el establishment republicano, a veces reacio, con consecuencias nefastas para el discurso político racional y la credibilidad de la democracia.
Cada estado perdido será "robado" o "amañado". De hecho, ya se están sentando las bases para afirmaciones espurias. Si los aliados de Trump ganan, entonces surge la curiosa pregunta de cómo los demócratas y sus nefastos cómplices lograron "manipular" las victorias en 2020, pero no pueden hacer lo mismo ahora, incluso con Biden en la Casa Blanca. Pero tal lógica es incompatible con una teoría de la conspiración cuidadosamente construida.
Las elecciones de este martes nos dirán mucho sobre el estado de ánimo nacional y probablemente darán a los republicanos y a los trumpistas (que no son exactamente lo mismo) distintos grados de impulso. Probablemente confirmarán en gran medida lo que ya sabemos sobre las respectivas debilidades de Biden y Trump.
Politizada y polarizada
Debido a lo polarizada, politizada e hiperpartidista en que se ha convertido la sociedad estadounidense, los argumentos finales de los próximos días no desviarán a muchos votantes de sus lealtades nacionales, aunque habrá variaciones regionales.
Estados Unidos sigue siendo una nación dividida casi en partes iguales, con solo pequeños cambios de opinión en relativamente pocos estados, aunque suficientes para generar un poder casi imperial en noviembre de 2024. Temas como la inflación, el aborto, la migración, el crimen y las cualidades de liderazgo de Biden y Trump incidirán, tal como lo harán en 2024, pero estos resultados no necesariamente predeterminan el éxito en ningún caso.
Las elecciones intermedias relativamente buenas de Ronald Reagan (1982) y George W. Bush (2002) apuntaban correctamente a la reelección, pero no así para Jimmy Carter. Elegido por estrecho margen en 1976, su punto culminante en las elecciones intermedias de 1978 fue seguido por una recesión interna y humillaciones en el extranjero, y perdió por mucho en 1980. De manera similar, George H. W. Bush sufrió otra recesión en 1990 y, en retrospectiva, ese pareció ser el principio del fin de su presidencia a manos de Bill Clinton en 1992.
Biden podría consolarse con los pobres resultados de los demócratas en 1994 y 2010: ninguno de los dos, a pesar de cierta emoción, impidieron que Bill Clinton y Barack Obama se recuperaran con fuerza para asegurarse un segundo mandato en 1996 y 2012. La lección, si es necesaria, parece ser que lo mejor para Biden sería evitar una recesión.
Es probable que las contiendas de este año sean relativamente desalentadoras para Biden y relativamente más felices para Trump. Pero nadie debería descartar un regreso de Biden, y mucho menos uno de Trump.
De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.