Finalmente, tras meses de mucha incertidumbre y tensión en el sector cultural, el pasado jueves 27 de octubre el Senado de la Nación convirtió en ley el proyecto de prórroga de las asignaciones específicas a la cultura. El resultado, una alegría que es necesario contagiar, sorprendió a más de uno por la holgura (57 votos favorables y sólo dos en contra), y envió un mensaje de tranquilidad y previsibilidad para el desarrollo de la vida cultural de nuestro pueblo.
En esencia, la votación replicó lo que había sucedido en la Cámara de Diputados. El oficialismo votó en bloque a favor, la UCR acompañó y el PRO se abstuvo, con un par de excepciones que se posicionaron en contra. En este caso, como era de esperar de los representantes de las provincias, el eje de las argumentaciones giró en torno a la federalización de los recursos, mencionado tanto en el cierre de la Senadora Anabel Fernández Sagasti (FdT Mendoza) como en la justificación del voto por “disciplina partidaria” del Senador Rodríguez Saa, así como en otros. La marcha federal de las culturas, encabezada por el músico y ministro de Cultura de Misiones, Joselo Schuap, sumó más representatividad federal a la militancia que empujó el proceso de sanción de la ley, con un Norte Grande Cultural que puede convertirse en un polo gravitante de cara a la agenda sectorial que se abre, que hoy mismo tiene un hito en la presentación del Proyecto de Ley Nacional de Danza.
En particular, el proceso de convergencia digital necesita ser atendido con urgencia en nuestra legislación nacional, en especial en lo que hace a la política audiovisual. Las tendencias que se imponen simultáneamente a escala global pegan de modo diferencial en economías periféricas como la nuestra. Sobre todo, luego de que la pandemia marcara un punto de quiebre en la caída abrupta de la venta de tickets cinematográficos y la aceleración de esas nuevas tendencias de consumo audiovisual, dejando en crisis el modelo de fomento público de la actividad cinematográfica nacional, vital para el sostén de la diversidad y la soberanía cultural. Según un estudio reciente del Observatorio Audiovisual del INCAA, nuestro país viene teniendo un déficit anual promedio de 340 millones de dólares por la importación de servicios audiovisuales a demanda.
El estrangulamiento del fondeo del INCAA y la potencia económica de las plataformas transnacionales empieza a tener efectos significativos, como la dificultad para generar coproducciones de relevancia y la retención del derecho de propiedad intelectual en el país. Nuestras mejores historias empiezan a ser contadas desde afuera, con beneficios económicos que también son ajenos.
En ese sentido, desde la conducción de la Comisión de Comunicaciones e Informática de la Cámara de Diputados se presentaron varios proyectos que señalan un rumbo. Entre ellos, uno que viene a incluir los “servicios de audio o audiovisual a pedido o demanda”, entre otros, en la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Así, incorpora gravámenes del 6% a los servicios de audio o video a pedido o demanda extranjeros y del 3% a los nacionales, que luego se distribuirían según los parámetros de esa ley. Al mismo tiempo, impone una cuota de producción nacional del 20% (de las que al menos la mitad debe ser de producción independiente o coproducidas con productores independientes), de catálogo y de prominencia respecto al resto de la oferta de contenidos audiovisuales en la interfaz del usuario y en las promociones de los contenidos.
La iniciativa sigue parámetros ya implementados por la Unión Europea en sus directivas audiovisuales con una escala regional. Tras el reciente triunfo de Lula en Brasil, esa oportunidad puede abrirse por voluntad política, en el Parlasur y en los distintos foros regionales, como la Conferencia de Autoridades Audiovisuales y Cinematográficas de Iberoamérica (CAACI) o la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (CISAC).
En el horizonte, la magnitud de los desafíos quizá requiera un abordaje integral de política de cultura y comunicación, de un Ministerio de Cultura y Comunicación, como el que supo tener Francia durante veinte años.
* Profesor titular en la Universidad Nacional Scalabrini Ortiz, integrante del Observatorio Audiovisual del INCAA.