“¿Cómo había llegado allí?, ¿qué personas de mi entorno familiar y qué artistas habían padecido sufrimientos mentales?, ¿qué relación existía entre aquéllos y el contexto en el cual habían vivido?; ¿cómo habían sido clasificadas sus biografías y, por lo tanto, fijadas, pese a que sus trayectorias, justamente, pretendieron mover lugares establecidos?”, se preguntó la escritora Tamara Domenech cuando asistió durante todo un año al taller de poesía que Daniel Grad desarrolla en el Pabellón de Terapia a Corto Plazo del Hospital Moyano.
“Durante esa experiencia me dieron ganas de reunir sus textos”, dice Domenech a Las12. Levanta la palabra es el libro que, realizado con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y editado por Ediciones Presente, recoge las palabras de estas mujeres para que podamos leerlas y escucharlas.
“Como el tallerista administra un blog, me propuse buscar entradas en las que hubiera poemas, textos y dibujos. El período abarcó desde marzo de 2018 al mismo mes de 2021. Me interesa dar a conocer voces que no circulan en espacios de formación, medios, librerías”, cuenta Domenech.
El libro se centró en la búsqueda, recolección, transcripción y reunión de escrituras realizadas por mujeres en el Taller de Poesía que lleva adelante Daniel Grad en el Hospital Braulio Moyano y que son subidas por él a un blog que se llama APOA -Asociación de Poetas Argentinos- en el Moyano. “En este sentido, transcribí los textos encontrados y los relacioné con otrxs autores cuyas obras había conocido antes, en un intento de asir lo que fue desmembrado, puesto que sus productoras habían sido separadas de sus hogares, sus rutinas y sus afectos”, explica la escritora.
Domenech dice también que el trabajo de recopilación y relación con experiencias previas produjo que se convirtiera en una exploración autobiográfica y “le di lugar, entre otras, a las siguientes preguntas: me interesó poner a disposición de las escrituras halladas un cuerpo inscripto en una historia, más que un conjunto de saberes que funcionan de manera independiente de la biografía, como si con ese gesto, ese peso, fuera posible trazar un camino que comunique el adentro y el afuera de las instituciones, abiertas o cerradas, en las que trabajamos, de manera de cristalizar la necesidad, el deseo, la obligación de leer, escuchar, mirar producciones que no forman parte de programas educativos ni medios masivos de comunicación para expandir, profundizar, crear diálogos donde no los hay”.
“Buscaremos las voces, las escrituras, huellas y dibujos de las mujeres que pasaron por el taller hasta encontrarlas, como si se tratara de una rama, piedra o caracol que nos llamó la atención por sus formas, colores, un modo particular en el que quedó expuesta, atrapada, exhibida, en una larga caminata a la orilla del mar. Recogeremos y reuniremos esos fragmentos, al tiempo de dedicarles una oración, cita, una compañía de la cual asirse”, se lee en el libro.
Respetar el cuerpo del texto
El abordaje, explica la escritora, fue, dado el contexto enunciativo de estas escrituras, respetar el cuerpo del texto entero y relacionarlo con otrxs autores a modo de conversación, constelación: “conjeturar preguntas en torno a la construcción social de alguno de los términos, como así también, de preguntas poéticas. Esta decisión, espero redunde en una reflexión intelectual respecto, no solo a cómo nos acercamos a los objetos/sujetos de estudio, sino cómo abordamos ese material, una vez que lo obtuvimos. Para no ser incongruente en torno a la relación entre las palabras, la poesía y la expresión, opté por este procedimiento, de modo tal, que las conclusiones no pierdan la temperatura que precisaron para enunciarse”.
A través de la escritura, se propuso Domenech, intentó unir lo que la realidad, en términos sociales, políticos, individuales, rompió. “En este sentido, lo que hice fue probar un experimento, de modo tal que las palabras, las reflexiones surjan en el hacer, no después de que algo se hizo y cumplan la función de reparación y se me ocurrió que, si copiaba los dibujos que habían realizado, el mismo movimiento de los útiles sobre hojas, me permitirían pensar y así arribé a las siguientes conclusiones: la primera es que, así como Roland Barthes se refirió a la importancia de la lectura en voz alta, pasar por el aparato fonador las palabras de los otros y otras, lo mismo ocurre si nuestras manos realizan los dibujos, delinean palabras. Es un modo de abrir canales de percepción, relativos a lo que sintieron, un modo de acercarnos, querer entender, mirar con mayor profundidad lo que esbozaron. Tenemos la posibilidad de remarcar líneas como señales amorosas en medio de otras figuras que connotan miedo, llantos, amargura”, cuenta Domenech en el libro.
En segundo lugar, tuvo que tomar la decisión respecto de qué materiales usar y buscó hojas número seis que dobló por la mitad y pastel tiza, un material que se desliza fácilmente, se volatiliza y parte queda en la hoja y el resto en el aire. “Me parece relevante pensar en los materiales cuando damos talleres, clases, hacemos un trabajo: ¿qué hojas usaremos?, ¿las mismas en las que los doctores redactan las historias clínicas? ¿biromes azules y negras como las que usan quienes escriben órdenes, prescripciones, recetas? Por qué no creer en que, desde el material, podemos proponer una vivencia distinta a la de todos los días. Detenernos sobre las superficies a escribir: ¿será papel blanco, manteca o cartulina? ¿La superficie es blanda, fuerte, ni una cosa ni la otra? Escribiremos con ¿lápices, pastel tiza, carbonilla, acuarela, marcador? Sobre las herramientas ¿queremos trazar, dejarnos llevar, mancharnos, que una gota lleve a la otra? ¿Deseamos que la superficie transparente lo que escribimos o no deje pasar la luz, nos oculte, a trasluz, frente a lxs demás?”, se preguntó Domenech.
Lo que la escritora vio que se repetía en los dibujos de estas mujeres fueron soles, corazones y caras: “noté detalles que hubieran pasado desapercibidos; la oportunidad de continuar, interrumpir o tensar sentidos en la complejidad que se despierta a partir de reproducir, aparentemente, líneas simples”, se lee en Levanta la palabra.
En el libro hay además un anexo en el que Domenech reúne acercamientos a las instituciones con entrevistas a Daniel Grad y a poetas que visitaron el taller como Cecilia Perna, Roxana Molinelli, Karina Macció y Alicia Saliva, como también, a Silvia Maltz, Claudio Pansera y Santiago Barugel, profesionales y docentes que trabajan en el Hospital Moyano y en neuropsiquiátricos cercanos como el Hospital Borda destinado a hombres y el Carolina Tobar García, a jóvenes.
En Levanta la palabra se pueden encontrar además poemas que la escritora escribió durante los meses en los que participó del taller, a modo de notas de campo: “pensé este recorrido para que las palabras de las mujeres internadas fuesen convidadas a los invitadxs, preparé una sala imaginaria para quienes quisieran acercarse a escucharlas”, dice Domenech.
El libro se puede conseguir escribiendo a: [email protected]