La producción agropecuaria argentina viene sufriendo los efectos de una sequía prolongada. Si bien en la actual campaña resulta clave la incidencia del fenómeno de La Niña, que ya acumula tres años consecutivos, especialistas aseguran que el déficit hídrico también tiene directas vinculaciones con el cambio climático.
Según el último informe de la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías, son 126 millones las hectáreas afectadas, equivalentes al 75 por ciento de la superficie agrícola. El fenómeno se siente especialmente en la "zona núcleo", ubicada en el centro-este del país, donde se concentra la producción de trigo, maíz y soja.
"Esta situación está generando que gran parte de los productores estén demorando las siembras a la espera de mayor cantidad de agua", sostuvo Pablo Mercuri, director del Centro de Investigaciones de Recursos Naturales del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
A raíz de esta situación, la Bolsa de Comercio de Rosario estima una caída en la producción de trigo y maíz. Por el contrario, se vislumbra una recuperación de la soja, que luego de seis años podría tener un incremento en su superficie sembrada.
Más allá de coincidir en esas proyecciones, por ahora no hay consenso pleno entre los especialistas sobre el impacto cierto que tendrá la sequía para la economía argentina. Ello dependerá, en gran medida, de los precios internacionales.
La Niña y algo más
La sequía registrada durante la actual campaña se debe principalmente a la presencia, por tercer año consecutivo, de La Niña. Tal como define la Organización Meteorológica Mundial (OMM), La Niña es un fenómeno que produce un enfriamiento a gran escala de las aguas superficiales de las partes central y oriental del Pacífico ecuatorial, además de otros cambios en la circulación atmosférica tropical, a saber, en los vientos, la presión y las precipitaciones.
En Argentina, La Niña genera un régimen de lluvias por debajo de lo normal, "fundamentalmente en la zona núcleo", según apunta el meteorólogo Leonardo de Benedictis. "Tenemos fuerte déficit hídrico en las principales áreas de producción agrícola, esto es Córdoba, Santa Fe y el centro norte de Buenos Aires. Ello evidentemente afecta los cultivos, porque tanto en trigo como en maíz es muy compleja la posibilidad de sembrar en lugares en los que casi no hay humedad", explica José Luis Aiello, de la Consultora de Climatología Aplicada.
A diferencia de otros ciclos donde se registró un "triple episodio" de La Niña (1973 a 1976 y 1998 a 2001), en esta ocasión se produce en el contexto del cambio climático. Si bien no hay una relación directa entre ambos fenómenos, su coexistencia merece un análisis particular.
Para Pablo Mercuri, el problema actual en los suelos argentinos se relaciona con efectos "acumulativos" que vienen registrándose en los últimos años. "Hay una ampliación progresiva de la estación seca, que algunas investigaciones asocian a la fuerte deforestación registrada en la región de Amazonas, que provocó un descenso en el ingreso de vientos húmedos", señaló.
En el ámbito privado también registran que el panorama actual tiene vinculaciones que van más allá de La Niña. "Nosotros tenemos 36 estaciones meteorológicas en la zona núcleo. Lo que vemos en la última década es que la palabra récord se metió en el vocabulario: récord de lluvia o récord de falta de agua. Esto sí lo estamos percibiendo como efecto del cambio climático", indicó Cristian Russo, jefe de la Guía Estratégica para el Agro (GEA), un servicio de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Más soja
La regularización del régimen de lluvias podría darse recién sobre los primeros meses del año próximo. En su último boletín, la OMM sostuvo que la probabilidad de que el actual episodio de La Niña continúe durante los próximos seis meses es del 70 por ciento para el período de septiembre a noviembre de 2022, aunque ese porcentaje disminuye gradualmente hasta el 55 por ciento para los meses de diciembre de 2022 a febrero de 2023.
Cualquiera sea la fecha en que el fenómeno ceda, su impacto en la actual campaña agrícola argentina será vital. El mayor efecto, por ahora, se registra en el trigo, cuyo ciclo tradicionalmente va de mayo a diciembre.
Un reciente relevamiento de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires anticipa que la producción de trigo se ubicará en las 17,5 millones de toneladas "como consecuencia de la ausencia de precipitaciones". Se trata de la cifra más baja en los últimos siete años. "Vamos hacia un desastre productivo", opinó el referente del GEA Cristian Russo, quien aseveró que, a diferencia de otras campañas, los efectos de La Niña "no se compensaron con otros eventos".
Aunque con menos intensidad, también se prevé un retroceso en la producción de maíz, cuya siembra se da entre septiembre y octubre. Ello se debe, en opinión de la Bolsa de Comercio de Rosario, fundamentalmente a "la sostenida falta de agua".
Frente a este panorama, muchos productores maiceros optan por realizar una siembra tardía, cuya participación en la campaña será récord, según el mismo informe. Pablo Mercuri, desde el INTA, pronosticó en igual sentido: "Habrá una migración masiva hacia el maíz de segunda, sembrado sobre un cultivo invernal", dijo.
Como contracara, se espera una expansión en la producción de soja, un cultivo menos sensible al déficit hídrico. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires estimó un aumento del 10 por ciento en las toneladas totales, provocando un cambio de tendencia tras varios ciclos a la baja.
"Después de casi seis campañas, el cultivo de soja podría tener un incremento en cuanto a la superficie", dijo el analista de Estimaciones Agrícolas Martín López, quien explicó que debido a la sequía muchos productores cambian hectáreas pensadas para el maíz por la soja.
El especialista añadió a Reuters que se espera un área de soja de 16,7 millones de hectáreas, 400.000 hectáreas más que hace un año, y una superficie de maíz de 7,5 millones de hectáreas, frente a los 7,7 millones de la campaña 2021/22. La soja también se beneficiaría de áreas de trigo perdidas por la sequía.
El impacto
Los cambios provocados por la sequía tendrán efectos sobre la economía argentina, aunque dada la incertidumbre de los precios internacionales resulta complejo estimarlo con exactitud.
Según el consultor Néstor Roulet, la pérdida estimada asciende a 3.300 millones de dólares, considerando las consecuencias en trigo, maíz y soja. El especialista evaluó no sólo las modificaciones en la superficie sembrada, sino también el menor rendimiento generado por el déficit hídrico.
Para la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la caída esperada se ubica en valores más altos: según un reporte presentado ante autoridades nacionales la merma ascenderá a 4 mil millones de dólares, contabilizando todos los cultivos exportables, lo que significa un descenso del 9 por ciento respecto a la campaña anterior.
El proyecto de Presupuesto 2023 del gobierno argentino, en tanto, no brinda una cifra precisa, pero del texto presentado al Congreso se infiere una visión más optimista que la del sector privado.
*Universidad Nacional de Rosario. Artículo publicado originalmente en Diálogo Chino.