Hoy no estoy bien, es momento de aceptarlo, cada recaída tiene sus tiempos. La primera vez que pude aceptar que sufría depresión me costó mucho, le temía a la medicación. Mi vida continuaba rutinariamente, iba a trabajar, tenía vida social, sin embargo, estaba en modo automático, muerta por dentro, había perdido toda capacidad de disfrute, nada me hacía sentir bien, vivir con un nudo en la garganta y otro en la panza se me había hecho costumbre. Un día no lo soporté más.
Tener depresión no siempre es tener ganas de morirse o estar todo el día tiradx en una cama, podés continuar con tu vida, seguir siendo funcional y productivx pero sin que nada te motive. Tu vida se convierte en un calvario, tu cabeza da vueltas, pensás mil veces las mismas cosas, reproches, autoboicot, inseguridad, incertidumbre, angustia, nervios, llanto, una sensación de frío en la nuca, tristeza.
La tristeza depresiva no es como cualquier tristeza, unx puede estar triste un día o dos, por algo que le sucedió, vio o sintió; en cambio, la tristeza depresiva es perdurable en el tiempo, es un sentimiento difícil de explicar y a veces se desconoce qué es lo que la está causando. “La tristeza depresiva es invasora: invade la vida, el trabajo e invade el amor”, dice Juan David Nasio, psiquiatra y psicoanalista argentino, un referente en la materia.
A veces la depresión viene acompañada de un autosabotaje mediante el cual minimizás tus logros, asumís responsabilidades de otros y las tuyas, no pedís ayuda aunque lo necesites, te criticás, te despreciás por tus errores, creés que no vas a lograr aquello que querés, ni siquiera lo intentás y mantenés un diálogo interno negativo con vos mismx.
La depresión no se supera con un "ponele ganas”, no se trata de una cuestión de voluntad. La depresión no tiene edad, vivir cuesta y para eso no existen soluciones mágicas, y para algunxs los tratamientos con psicofármacos no sanan. A una persona deprimida se le suele decir: ‘tenés todo, no tendrías que sentirse así’, pero a una persona con apendicitis jamás le dirían: “dale, salí a correr”. Ese tipo de mensajes generan una presión y un malestar mayor a quienes padecemos depresión, como si fuéramos responsables de lo que nos pasa, como si salir de ese estado dependiera solo de nosotrxs.
Una cuestión de clase
Lo que pasa por nuestras cabezas repercute en nuestra salud física y psíquica en un mundo donde todo se rige por el paradigma del cuerdismo*. Vivimos en un sistema capitalista que nos exige estar sanxs para ser productivxs, sin importar cuán precarias y asfixiantes sean nuestras vidas. En 2019, un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA reveló que las personas que se encuentran bajo la línea de pobreza presentan el doble de síntomas de depresión y ansiedad que el resto de la población, imaginen cómo se duplicaron esos valores después de atravesar una pandemia que empeoró la economía de esas personas.
Poder costear un tratamiento con unx psiquiatra y unx psicólogx en nuestro país es una cuestión de clase. Para quienes no poseen una obra social o prepaga, acceder a un tratamiento de forma particular ronda entre los 50 mil y 80 mil pesos. El valor aumenta si a eso le sumamos los psicofármacos que nos recetan. Las obras sociales brindan turnos con largas demoras y el sistema de salud mental pública se encuentra gravemente desfinanciado. No da abasto para brindar atención frente a tanta demanda, es por eso que quienes no poseen ingresos fijos o un trabajo estable, difícilmente puedan acceder a un tratamiento inmediato.
La mente es algo muy difícil de controlar cuando se escapa y sondea los bordes de lo impensado, estar deprimidx es como caminar por un bosque oscuro sin luna. Contar con redes de contención puede ayudarnos a encontrar algo de luz en ese bosque, pero a veces eso no es suficiente. Para encontrar un sendero que nos lleve a la salida, se necesita primero poder reconocernos en ese bosque y luego encontrar algo o alguien que nos pueda guiar en ese camino para no volver a perdernos.
Si conseguiste un tratamiento que creés que te puede ayudar, no lo alteres, continualo, armate de paciencia, no va a ser ni fácil ni rápido, rodeate de personas que te acompañen, te abracen y te brinden contención, que te hagan una rica comida y te mimen; si te hacen reír es un plus, estás con las personas indicadas. La recompensa de eso será volver a sentir deseo, disfrute y placer.
Hay salida
Quiero volver a tener la vida que tenía antes y empiezo a buscar alternativas para acompañar mi tratamiento con psicofármacos, con los recaudos correspondientes, siempre y cuando sean compatibles. Hay varias: cannabis medicinal, microdosis de hongos, medicina homeopática, té de azafrán, jugo concentrado de uva, té de damiana, té de raíz de valeriana. La hierba de San Juan es una terapia herbal muy popular para la depresión pero no puede usarse como complemento, si estás con algún tipo de tratamiento medicamentoso no podes consumirla.
Hoy caí de nuevo, debo reconocerlo, es como si mi cabeza estuviera a punto de explotar, pienso miles de cosas por segundo, las que tengo que hacer, las que debería haber hecho y las que no hice. No es fácil verse caer porque a veces nos engañamos y nos decimos: “ya va a pasar”, pero cada segundo se vuelve más difícil y empezás a preguntarte por qué mierda me siento así y querés encontrar respuestas aun cuando nada de lo que pienses o reflexiones te va a hacer sentir mejor.
Hago un esfuerzo sobrehumano y continúo con mi rutina. Quiero salir de ésta, como ya salí otra veces, quiero estar bien. La depresión te puede dañar tanto como cualquier enfermedad. Hablemos de depresión. La salud mental es tan importante como la física.
*El cuerdismo (en inglés, mentalism) es un tipo de opresión estructural que consiste en un conjunto de prácticas e ideología que presuponen la superioridad de los pensamientos, prácticas y experiencias cuerdas sobre las de las personas locas.
*esta nota fue publicada originalmente el 11/11/2022