La colaboración entre el francés Pierre Léon y la portuguesa Rita Azevedo Gomes no terminó en el film colectivo Danses macabres, squelettes et autres fantaisies (2019), como lo demuestra el segundo largometraje luso exhibido en la sección competitiva internacional del festival marplatense. Presentado en sociedad en la Berlinale a comienzos de año, O trio em mi bemol es un proyecto que merece dos o tres líneas explicativas acerca de su origen. 

Cuando el gran Éric Rohmer se encontraba filmando Cuatro aventuras de Reinette et Mirabelle (1987) decidió dejar afuera un segmento del guion y transformarlo en una pieza teatral, estrenada con el título Le Trio en mi bémol. La directora de La portuguesa y La venganza de una mujer convocó a dos colegas, Pierre Léon y el español Adolfo Arrieta, para interpretar sendos papeles en dos niveles diferentes de la narración del film: la ficción dentro de la ficción (es decir, la obra de Rohmer transformada en película) y las escenas del rodaje de ese proyecto. La actriz Rita Durão (Joana de Deus en Las bodas de Dios, de João César Monteiro) completa el trío de intérpretes centrales de este verdadero filme falado, como podría haberlo bautizado Manoel de Oliveira.

Es que la palabra es esencial a O trio em mi bemol, que en el primero de sus andariveles registra una serie de encuentros entre dos examantes a lo largo de lo que parecen varios meses. El deseo, los celos, la música (la clásica, el rock), las desavenencias de pareja, la ternura, el amor son algunos de los “tópicos” que el relato va deshilvanando en esas charlas, cuya puesta en escena pone en tensión constantemente los límites entre lo cinematográfico y lo teatral. No es casual que, por momentos, el espectador se vea transportado a un universo que parece cruzar los intereses de Rohmer con los de Bergman. 

Azevedo Gomes suma una capa más al dispositivo formal y entrelaza las escenas (en su doble acepción fílmica y teatral) al incluir los ensayos entre el dúo de actores, las dudas creativas del director y sus conversaciones con una joven asistente. Rodada bajo los protocolos del barbijo y los tests obligatorios en una bella casa cercana a la playa, en la película más “deconstruida” de la realizadora lusa se habla sobre todo en francés, pero también se oyen el español y algo de portugués.

El porteño, en cambio, es el idioma preponderante en Cambio cambio, aunque algún que otro turista desliza frases en inglés y portugués. Es lógico: la historia transcurre en su totalidad en unas pocas cuadras de la calle Florida y, como el título del segundo largo de Lautaro García Candela lo anticipa, los protagonistas son los famosos “arbolitos” de la zona (el título internacional en inglés Money Exchange resulta mucho menos localista y pintoresco). La sinopsis del catálogo destaca la filiación de la película con clásicos del Nuevo Cine Argentino como Pizza, birra, faso y Nueve reinas, y algo de eso hay, si no en intensidad al menos en intenciones. 

El protagonista es Pablo (Ignacio Quesada), un veinteañero que pasa sus días repartiendo volantes de un restaurante en plena peatonal. La cámara lo sigue en sus actividades cotidianas, que incluyen un acercamiento a una chica, empleada de un local de venta de fundas y protectores para celulares. El cambio de oficio es esencial a la trama: Pablo deja de volantear y comienza a ofrecer cambio en la calle para su nuevo patrón, peluquero de profesión cuyo local no es otra cosa que una fachada para el verdadero motor económico de sus actividades.

El guion de Cambio Cambio se monta sobre un registro de ficción con rastros semi documentales de un universo tan visible como secreto, destacando las peripecias laborales y sentimentales de Pablo, cuya relación con Florencia (Camila Peralta) avanza hacia el terreno del noviazgo, incluso a sabiendas de que un viaje de estudios al exterior podría terminar con el vínculo de un día para el otro. Con esos elementos naturalistas como base, la trama comienza a acercarse a los mecanismos del cine de suspenso cuando la pareja central y un par de colegas diseñan un mecanismo para generar ganancias con el doble cambio de divisas, a espaldas de los empleadores y con el riesgo de una devaluación en el día clave del “golpe”. 

García Candela, editor de la revista de crítica cinematográfica La vida útil y graduado de la Universidad del Cine, sube la apuesta en cuanto a ambiciones respecto de su film previo, Te quiero tanto que no sé, y ofrece un relato que sólo podría salir de las entrañas de la más profunda argentinidad: la obsesión por el dólar, el deseo de “salvarse” de un día para el otro, la inestabilidad económica como materia cotidiana.

La exhibición del último título de la Competencia Internacional este viernes –la estadounidense How To Blow Up a Pipeline, del realizador Daniel Goldhaber– cerrará el contingente de doce largometrajes presentados en el encuentro marplatense. Luego llegarán las deliberaciones del jurado, el anuncio de los premios el sábado por la noche y la hora de las reflexiones y balances.