Muchas veces puede resultar incómodo conversar sobre una persona que físicamente ya no está, sobre todo cuando la entrevistada es su hija. Sin embargo, el intercambio con Aldana Loiseau se presenta con un recuerdo alegre de aquel padre que el mundo conoció como Caloi.

Este semana Carlos Loiseau hubiera cumplido 74 años, aunque quizás el verbo en tiempo pasado no sea la mejor manera de expresarlo, ya que su obra, está más viva que nunca.

Aldana se reconoce como una de “las que más investigó” en la familia, por ende, desde su terruño por elección en Humahuaca, comienza a dar pinceladas de la vida familiar, reconstruyendo un pasado que tiende puentes con el presente.

El relato de la historia familiar comienza por el bisabuelo Luis, biografía de vida que ya muestra matices que luego la familia cobijará como horizonte, desde lo político hasta lo artístico: “El abuelo de mi papá era anarquista, él quedó huérfano de muy chiquito. Entonces en el trabajo, en la fábrica, lo aleccionaron con el tema y ahí se hizo anarquista. De hecho, cuando era jovencito, tuvo que exiliarse a Uruguay. Era dibujante, poeta, escribía cuentos, pero nada de eso pudo desarrollar porque tuvo que trabajar desde los 10 años en un montón de lugares para subsistir.

Caloi en brazos de su madre, junto a su hermano Gustavo y su padre. Salta, 1949.

Después tuvo hijos, uno de ellos, el papá de mi papá, también de nombre Luis. Él no era anarquista, más bien yrigoyenista, y trabajaba en YPF. Era como una especie de ingeniero, pero sin haber estudiado ingeniería, era maestro mayor de obras. Así fue que vivió en (Campamento) Vespucio durante mucho tiempo”.

--Te interesa indagar sobre la historia familiar...

--Sé mucho porque de la familia soy la que mas investigó, al ser fotógrafa, cineasta, tengo esa idea del álbum familiar y de recolectar las fotos antiguas.

--Hay diferentes versiones respecto a donde nació tu papá...

-Mi viejo nació en Salta capital, no nació en Vespucio. De hecho. tengo la partida de nacimiento que la pedí al municipio de Salta. Inclusive una vez me llamaron de Vespucio para preguntarme, porque le hicieron un homenaje, pero él me había dejado muy claro que nació en Salta Capital, atrás de la estación de trenes, en la calle Balcarce 1216.

Partida de nacimiento de Carlos Loiseau, Caloi.

Mi abuela era enfermera, entonces se fueron a trabajar a Campamento Vespucio, estuvieron durante algunos años y después, cuando empezaron a tener familia, prefirieron alquilar algo en Salta y que ella se quede ahí. Mi abuelo iba a trabajar a Vespucio y volvía. Y ahí nació mi papá, en esa casa. Había un tema, los partos debían ser en las clínicas, pero yo tengo entendido que mi abuela, estoy segura, de que pusieron que nació en la clínica pero nació en la casa de la calle Balcarce. Por eso me encantaría que en Salta le hagan algún homenaje.

--¿Tenés recuerdos de tus abuelos, llegaste a conocerlos?

--De Luis no porque murió dos años antes de que yo naciera. Pero sí de mi abuela Olga. Ella falleció a los 96 años, así que pude disfrutarla un montón. En verdad se llamaba Juana Margarita Cáseres, era sanjuanina, pero le decían Olga. Ella hablaba de Salta, de hecho creía que yo vivía en Salta, me llamaba y me decía, ‘hola Aldanita, ¿qué tal Salta? no abuela, vivo en jujuy’ (se ríe). Ella era una persona muy observadora, muy contemplativa. Tenía una pausa como las personas del interior, que se nota que no es de la capital. Como era sanjuanina, creo que Salta le agradaba, que tenía como la misma geografía… ellos vivieron del año 46 hasta el 50 en Salta, y esos años la marcaron. Después el trabajo lo llevó a mi abuelo a Rosario, y después se instalaron en Lomas de Zamora.

--¿Te transmitía algo tu viejo del norte, hablaban del tema?

--Mi viejo era muy de Buenos Aires, porque además los personajes que hacía eran muy de allí. Amaba el tango, los tranvías, el fútbol, pero tenía también ese rasgo de mi abuela, que era súper contemplativo, tenía como una pausa para todo y amaba el folclore. Yo escuché folclore toda mi infancia, además era muy amigo del que después fue mi suegro, Jaime Torres. Pero antes de ser amigo de Jaime ya visitaba la Quebrada, Salta, amaba el norte, amaba la idiosincrasia. Y creo que al ser peronista, también tenía los ideales de federalismo muy presentes. Entonces andaba mucho por acá.

Padre e hija.

Le gustaba tanto la zona que, de hecho, con mi mamá, eligieron casarse en Villazón. Ellos no podían casarse en Argentina, porque él a los 18 años se había casado con una compañera de la universidad, pero fue una separación bastante rápida. Después se conocieron con mi mamá y tuvieron que elegir un lugar, otro país para casarse. Andaban por acá, por la Quebrada, y se fueron a casar a Villazón.

--Algo de todo ese amor por la Quebrada quedó en vos…

--Y sí, porque toda mi infancia fui influenciada por el folclore, por las piezas de barro, en mi casa estaba lleno de ollas de barro, esculturas de arte precolombino, mi vieja era artista plástica y amaba todo ese arte. También algunos viajes al norte me fueron marcando, sumado a la amistad con Jaime y las visitas a los Tantanakuy en los años 80, fue encontrarme, me fueron marcando, a pesar de que mi viejo era muy de Buenos Aires y mi vieja, marplatense. O sea, no teníamos tampoco familia por acá. Quedaban amigos desperdigados por Salta, por Jujuy, por supuesto, pero no había nada fuerte, la ligazón más grande que tenía mi viejo con Jujuy o con el norte era Jaime.

--Y un día elegiste venir a vivir al norte...

--Después vengo a colaborar para los Tantanakuy infantiles (encuentros), que se hacían en octubre, acompañando a Jaime con un montón de artistas. Yo era chiquita pero ya había estudiado cine y estaba trabajando, y vine a hacer una muestra de humor gráfico. Mi colaboración era esa, traer obras y montar una muestra para la inauguración de la Casa del Tantanakuy y el Tantanakuy infantil. Después volví al año siguiente, ya en pareja con uno de los hijos de Jaime, que es mi esposo, y al otro año ya nos quedamos a vivir acá. Después, con el tiempo, descubrí todos estos datos... que mis viejos se casaron en Villazón, que mi papá nació en Salta, que mis abuelos trabajaron en Vespucio, y yo estoy como en el medio de todo esto…

Aldana Loiseau.

--Hablaste de Olga, tu abuela, hablabas de tu papá, y vos también elegiste vivir en el norte. En los tres aparece esto de “la pausa”, del mirar diferente, ¿crees que hay una línea de continuidad?

--Sí, totalmente. Y creo que está muy latente. De hecho a veces me miro las manos y son parecidas a las de mi papá, a las de mi abuela… creo que hay algo que no se enseña, sino que se hereda, que está ahí implícito.

--¿Hace cuánto estás en la Quebrada y cómo son tus días?

--Estoy hace 22 años viviendo en Humahuaca. Desde que llegué que doy talleres de cine para niños y jóvenes, para las infancias, diríamos. El taller se llama ‘Taller de cine y expresión’, que es un formato que me inventé y que mezcla un poco de técnicas de diferentes disciplinas artísticas con fotografía y cine. Entonces, según las edades, van filmando diferentes géneros: animación, documental, ficción y todas esas cosas. También hice una sala de cine en el Centro Cultural, que es el de Jaime y se llama Centro Cultural Casa del Tantanakuy. Bueno, ahí hace 20 años que inauguramos una sala de cine donde se proyecta constantemente. Y al mismo tiempo soy realizadora y hago películas, hice documentales y lo último que estoy haciendo son animaciones en barro. Hace poco hice una justamente, mi último cortometraje fue sobre una Pachamama estresada que se llama "Una pausa para la madre tierra". Cuando se produce la pausa por el confinamiento, por el coronavirus, ella puede descansar y regenerarse. Tengo una perspectiva así, encontré un lugar para vivir y para para respirar que es la Quebrada, y estoy muy influenciada por todo lo que son las creencias, sobre todo lo que acá se vibra casi naturalmente y tiene que ver con la madre tierra, que tiene vida, ordena los ciclos. Toda esa parte me fascina y la represento con las animaciones.

--¿Te sentís quebradeña después de vivir más de la mitad de tu vida en Humahuaca?

--Siento que soy un poco jujeña, pero no sé si quebradeña. Si no sos de acá, no vas a ser nunca de acá. Sí siento que mis hijas son un poco de acá, pero yo tampoco tengo la necesidad de decir, ‘soy de acá o soy de alla’.

Aldana y Caloi.

--Ya vivías en Jujuy cuando tu padre estaba vivo. ¿Qué pensaba?

--Cuando me vine a vivir acá, él trabajaba en la asociación, hacía trabajos culturales, sociales y yo me quería quedar un tiempo, no era que me quería quedar a vivir. Entonces fue la primera vez que le tuve que pedir plata prestada, porque no tenía un peso y me quería seguir quedando. Entonces me dijo, ‘Aldana, yo entiendo el trabajo solidario, el trabajo cultural que querés hacer, pero si vos no lo hacés sustentable, ese trabajo en definitiva y en el largo plazo, no va a servir’. Entonces nos buscamos un trabajo con mi pareja, finalmente lo conseguimos y nos quedamos. Así que bueno, tuvo que aceptar mi decisión, y lo primero que hizo en cuanto se enteró que ya me iba a quedar un tiempo, fue venir a ver en qué condiciones vivía y si estaba estaba bien, si no tenía frío (se ríe), preocupaciones de padre... pero creo que están en la decisión algunos de los ideales que me transmitieron él y mi mamá, creo que sentía orgullo de que en vez de estar pensando tanto en mí, esté pensando en los demás, en ese sentido federal que comentaba antes. La posibilidad de transmitir conocimientos, esa parte de mi trabajo, a él le gustaba.

--Mucha gente lo recuerda a tu papá de diferentes maneras por ser una persona pública. Pero ¿cómo lo recuerda su hija Aldana en esta fecha?

--Lo que más recuerdo de él es la risa, pasarla bien celebrando la vida con amigos, con mucha familia. Tuvimos mucho tiempo compartido, eso fue bueno, a pesar de que en un momento, en la infancia, tenía mucho trabajo y no estuvo tanto, creo que después lo revirtió y celebrábamos encuentros. Cuando vivíamos juntos o cuando yo iba y me quedaba mucho tiempo con él. Podíamos compartir pequeños encuentros, picaditas, salir a comer o comer en la casa. Era juntarnos y reírnos.