Cuando vivíamos ahí, antes de irnos de La Plata, durante “La edad de oro”, llevábamos a nuestras chicas al mismo centro pedagógico, algo experimental, y nos cruzamos muchas veces. Como era de rigor en la época, hablábamos más de política que de pintura o de literatura, pero las afinidades eran sobreentendidas y evidentes. Al volver, años después, cada uno por su lado, de Barcelona él y yo de Toulouse, casualmente el mismo año 99, tomamos cafés y seguimos charlando, más mayores pero inmodificables, de los grandes problemas del vasto mundo y, claro, nacionales.
Como bien sostuvo Eduardo (Lalo) Painceira, otro amigo de aquellos tiempos y de toda la vida, en una nota que escribió poco después de su fallecimiento: “César López Osornio nos dejó… sorpresivamente, como es toda partida definitiva. Sin embargo, sigue entre nosotros. Maestro de la pintura, quedaron sus obras en las que comprimía y apretaba la geometría desde la pasión, generando una tensión perdurable, porque tenían alas desde el color. Desde ya, esa perdurabilidad que trasciende la vida misma, es común a todo artista y César lo era, más aún, fue un maestro de la pintura”. Había nacido en La Plata en 1930, estudiado en la Escuela Superior de Bellas Artes de su Universidad Nacional y sido discípulo (como Víctor Grippo, como Alejandro Puente, como Julio Le Parc) de Héctor José Cartier, el reconocido “propulsor de la mirada gestáltica y renovador de la percepción”. De 1960 a 1963 residió en Japón, becado por la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires. Estudió Arte Oriental en el Departamento de Arte de la Universidad de Osaka y Arquitectura Paisajista en la Universidad de Kyodai, de Kioto. Al retorno, ejerció la Cátedra de Visión, en Bellas Artes de la UNLP, y al ser dejado cesante en 1975 se exilió en Caracas, donde fue profesor de Percepción Visual en la Universidad Nacional de ese país; luego, entre 1980 y 1998, vivió en Barcelona, ciudad donde también se destacó como docente en diversos centros de estudio. En 1999 regresó definitivamente a la Argentina, con un enorme aporte de obras de artistas latinoamericanos que le pertenecían, donándolas por su intermedio para la fundación del Macla (Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano) de la Ciudad de La Plata, que él creó, y cuyo director general fue, hasta que falleció, en febrero de 2015.
Su obra de creación, que casi todos los críticos coinciden en adjetivar “geométrica”, y que él mismo caracterizó como de “geometría libre”, buscaba, emparentada con la del Groupe de Recherche d’Art Visuel, de París (formado por muchos de sus amigos argentinos y latinoamericanos exiliados), “la profundidad de la expresión, la permanencia de la imagen para que el observador no se detuviera en lo ilusorio, sino en la emoción”. En su obra hay transparencia, condensación; el estímulo cromático es suave, no violento. Hay trabajo del plano “en que lo geométrico se sensibiliza y asume otra corporeidad. Esa “geometría libre” /…/ es sin embargo una fórmula racional de fuerzas que se entroncan y que, impulsadas por la energía cromática, adquieren una visualidad convocante”, explicó alguna vez de la obra de César el reconocido crítico de arte Jorge Taverna Irigoyen. Sus series “De la otra geometría”, “Los soles flotantes”, las “Disimetrías”, son asociativas, desplazan y confluyen, ordenan, jerarquizan. El pintor denota también el gesto –más bien informalista– que rompe con la disciplina, pero no con la imaginación. La fuerza interna parte, es cierto, de algunos cánones armónicos que tienen que ver con la geometría, aunque también de un pensamiento visual, razonado y libre.
López Osornio participó en decenas de muestras personales y colectivas en el país y en el exterior. Expuso en galerías, salas y museos de la Argentina, Colombia, Puerto Rico, Venezuela, Bulgaria, la ex Checoslovaquia, España, Francia, Italia, Japón. Realizó obras como muralista, diseñador y arquitecto paisajista en muchos de esos países, e importantes exposiciones en sus galerías y museos. Obtuvo varios premios. Fue invitado al Premio Trabucco en los años 2006 y 2008. La producción plástica y la presencia cultural y humana lo distinguen en su generación.
También y muy especialmente su preocupación, su empeño por dotar a la ciudad de La Plata (no solo por ser el lugar de nacimiento, sino a la vez un centro universitario y cultural de primera magnitud) de uno de los museos de arte latinoamericano modernos de mayor calidad, resonancia y prestigio. Aportó para el Macla, de sus propios fondos, de sus propias colecciones, de las de sus amigos, obras mayores de plásticos mayores. Las diversas colecciones dan cuenta de la calidad de ellas: “Colección General Patrimonial”: obras de Julio Le Parc, Juan Melé, Adolfo Nigro, Rogelio Polesello, Alejandro Puente, Antonio Seguí, entre muchos otros. “Colección Silva”: 80 obras del artista Julio Silva, de pequeñas dimensiones realizadas en pluma de oca, pincel, tinta china y acuarela, sobre papel anciano. “Colección Tomasello”: compuesta por obras de Luis Tomasello, que abarca todas las épocas de su producción, desde sus inicios hasta las últimas obras óptico cinéticas, incluyendo los libros-objeto producidos en conjunto con Julio Cortázar. “Colección MADI Internacional”: compuesta por obras de diversos artistas del Movimiento, entre ellas varias de uno de sus fundadores, Arden Quin. “Colección Jonquieres”: La colección está integrada por 35 pinturas de Eduardo Jonquieres, donadas en 2006, que van de obras realizadas en los inicios de su carrera, hasta las últimas orientadas específicamente al arte geométrico. “Colección Tentindó”: Virginia Tentindó ha donado más de 30 bocetos originales de esculturas realizadas por ella. “Colección (Ernesto) Díaz Larroque”: integrada por más de 30 acrílicos y óleos donados por la familia del artista.
El origen conceptual, ideológico, de tan impresionante ensamblaje es rescatable: entre 1992 y 1994, César desarrolló en España la muestra “Confluencias”, la primera que reunía a artistas latinoamericanos residentes en Europa, provenientes de exilios voluntarios o forzosos. El interés y éxito suscitados por la exposición hizo retomar una idea surgida en 1978 en el Primer Encuentro de Artistas Plásticos y Críticos Iberoamericanos, desarrollado en Caracas. Allí, varios artistas entendieron que el arte latinoamericano carecía de un auténtico museo, que nucleara y mostrara con idoneidad su producción al mundo, sin estar supeditado a las principales capitales. Frente a esta idea, los artistas de “Confluencias” aceptaron donar sus obras para la concreción del tan ansiado museo. La posibilidad de trasladar ese importante patrimonio pictórico a la Argentina, decidió a su organizador a concretar el sueño de un espacio dedicado al arte contemporáneo en La Plata. Para esa decisión convergieron los aportes de personalidades de la ciudad, autoridades municipales, el consenso del Concejo Deliberante y del conjunto de la comunidad artística. A través de López Osornio se concretó la donación del patrimonio para el Macla y se transformaron en cofundadores del mismo. Finalmente, el 10 de septiembre de 1999 se realizó la inauguración del Museo. Un magnífico ejemplo de trabajo y aporte colectivos en el campo de las artes.
* Escritor, docente universitario.