“Cuando empecé a bocetar y leer para el trabajo preliminar, me di cuenta de que la dimensión discursiva del personaje no podía quedar afuera de un intento biográfico”, explica Ian Debiase. Su personaje no era otro que el Subcomandante Marcos, emblema del movimiento zapatista mexicano. Y la investigación del dibujante argentino terminó abandonando la idea de hacer una historieta biográfica sobre la figura del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y desembocó en un libro que se concentran en sus escritos, que adapta a la historieta. En Subcomandante Marcos, el libro coeditado por Historieteca Editorial y Nunca Editora, desfilan ponencias, cartas (incluyendo la “Carta a la Argentina”, de marzo de 2001)y los pasajes más importantes del discurso de despedida (mayo de 2014). Debiase presentará el libro hoy a las 21 en el Club Cultural Matienzo (Pringles 1250) con una charla, muestra de originales, música en vivo, proyecciones y, claro, el mismísimo libro. “Son textos por momentos narrativos, por momentos poéticos, líricos y que pasan de ese tono a la declamación política sin transiciones fuertes”, señala el dibujante.
“Al darle el lugar total a los discursos de Marcos, el libro se transformó en otra cosa, empezó a ser un experimento de cómo llevar a la narrativa visual esos textos: ahí estuvo el trabajo”, cuenta. Eso, explica, lo obligó a abandonar algunos puntos que se consideran “el ABC” del lenguaje historietístico. “Decidí que el dibujo tenía que acompañar el camino que proponían los textos –afirma Debiase– y por momentos puede no parecer historieta”. Que parezca o no, le preocupa poco, asegura. “Crecí influido por tipos que por momentos no parecía que estaban haciendo lo que estaban haciendo, por bandas de rock que al escucharlas, por momentos parecía que no era rock lo que estaban haciendo, o por la obra de escritores de ficción que por momentos parece que no es ficción lo que están escribiendo”.
–¿Cómo fue el trabajo sobre los textos de Marcos?
–En general, intentaba intervenir lo mínimo posible. No hay una palabra agregada por mí en todo el libro. Y cuanto menos pudiera recortar y modificar los textos, mejor. La “Carta a la Argentina” está completa. A la del niño Miguel le saqué algún parrafito. Sí le saqué al discurso final, que es larguísimo. En ese sí tuve que hacer una selección. Los primeros del libro son de una ponencia, están completos pero no son textos unitarios. Intentaba usar el discurso entero.
–Marcos tiene muchísimo escrito. ¿Cómo fue esa selección de textos?
–Casi todos los textos de Marcos son dibujables. Y están increíbles. Pero traté de que hubiera una compensación en el abanico entre los tonos, que haya un pulso a lo largo del libro. En realidad, la compensación la pensé desde el lado del dibujo. Intenté que los recursos del dibujo no fuesen los mismos todo el tiempo. Me refiero a recursos narrativos, no gráficos. Cuando la secuencia es más abstracta, intentaba que hubiera una secuencia narrativa visual más tradicional conviviendo con eso. Eso unió de alguna manera al libro.
–De los textos se desprende la figura de Marcos como una construcción, un avatar o un representante casi semiótico del EZLN. ¿Lo planificó así o apareció ese sustrato con el libro ya dibujado?
–Era una consigna constante a lo largo de todo el libro. La selección y el orden de los capítulos estuvo pensada desde el equilibro, y que terminara teniendo una estructura de presentación-nudo-desenlace. O quizá como entrada y salida, porque no sé si hay un nudo desde lo estricto del término. Pero cuando leés el libro completo y de un tirón, entendés que más allá de los saltos hay al principio una presentación, hay un clímax en el medio, y una resolución o sugerencia de desenlace, que es el final de Marcos. Aunque de hecho después de ese discurso hubo otras apariciones públicas y otros discursos públicos suyos. Las fechas de los discursos tampoco están en orden cronológico, sino que lo armé en pos de generar esta curva.
–Después de estudiar sus textos y al Movimiento, ¿qué imagen le quedó de Marcos y del zapatismo?
–Del zapatismo, una admiración profunda. Por el trabajo, por la gesta, por las consignas. Y una admiración que se confirmaba y reconfirmaba sobre la propia figura de Marcos. Sobre su pluma. Leer un texto de Marcos es un doble goce, porque su prosa tiene la altura de los escritores que más me flashearon. Es un excelente escritor. No uno bueno, sino uno excelente. Pero deja de ser una experiencia únicamente sensible para además convertirse en un planteo político. Marcos conjuga estas dos cosas de manera muy exquisita. No es nada fácil lograr pasar de un tono totalmente metafórico y poético, donde se expresa por medio de simbolismos una figura natural, a declamaciones políticas de la mayor crudeza que describen realidades durísimas. No con la fluidez con la que él lo hace. Me pasaba cuando lo leía que de pronto estaba inmerso en el tono del texto y me preguntaba “¿Cuándo entré acá? ¿Cómo pasé de leer sobre el viento agarrando de la cadera a la Luna y toda una descripción de un juego de seducción, súper metafórico, súper romántico en el sentido estricto de la palabra, del romanticismo como concepción, al ‘¿hay alguien que no tenga un hermano muerto?’ o ‘¿puedo hablar de los muertos en esta fiesta?’”
–¿Y de la figura de Marcos como construcción pública?
–Hay un valor literario en los escritos del personaje que a la vez funciona como valor político. Son indivisibles una cosa de la otra. Su dimensión discursiva no solo se aprecia en las cartas o sus discursos. En las entrevistas incluso. Ahí vos ves que de pronto no hay un equipo de gente escribiendo o dictando detrás. Independientemente de cuál es el DNI detrás de la capucha, ahí hay un talento artístico pero completamente fusionado con un valor político. La creación del personaje me parece una mezcla entre una gran jugada y un gran movimiento desde el punto de vista político y comunicacional, pero mezclado con un gesto artístico interesante. No puedo mirar el fenómeno desde un solo ángulo.
–¿Algo que no podría haber sucedido sin un tipo con ese talento?
–A eso voy. No sé si como no eran vistos construyeron un personaje como Marcos. Eso es lo que ellos plantean en “Entre la luz y la sombra”. Sí me parece que una característica fuerte del personaje de Marcos es la del héroe colectivo de Héctor Germán Oesterheld. Es borrar la identidad de la mejor manera que se puede borrar, para que no desaparezca, sino para que se refuerce. Tanto se refuerza que esa figura termina siendo todos. Ahí hay un mecanismo de retroceder para avanzar mucho más de lo que podrías avanzar de otro modo.