Ayer culminó la 28ª edición del Festival de Cine Latinoamericano que organiza el Centro Audiovisual Rosario, y entre ganadores y proyecciones (ver más adelante) destacaron las actividades especiales. Una de ellas estuvo dedicada a la investigación y producción de archivos audiovisuales, un campo específico que tiene en Laura Tusi a una de sus referentes. Egresada en Artes Combinadas (UBA), miembro de la Red Argentina de Preservadores Audiovisuales, Tusi articula su tarea con artistas, directores y productores de cine y televisión, aportando materiales de archivos en proyectos como las series El Reino (2021), El Presidente (2022), y los largometrajes La casa de Argüello (2019, Valentina Llorens) y Argentina, 1985 (2019, Santiago Mitre).
“Los productores de archivo existimos en realidad desde hace mucho tiempo, la profesión está muy clara y definida en su rol y especificidades, pero en América Latina somos muy poquitos. Esto no quiere decir que no se haya hecho producción de archivo anteriormente, quizás no había tanto conocimiento sobre la profesión –a la que me gusta llamar oficio– ni con las responsabilidades que implica”, comenta Laura Tusi a Rosario/12.
-¿En qué consiste el trabajo y cómo llegaste a él?
-Yo empecé en esto hace más o menos 15 años, un poco por suerte pero también porque me tocó trabajar en un documental sobre el hallazgo de la copia más completa de Metrópolis en Argentina (Metrópolis Refundada). Cuando tuve que lidiar con los derechos de Metrópolis entendí algo, que en el cine además de haber copias restauradas y preservadas había toda una cuestión patrimonial sobre los contenidos audiovisuales; es decir, había alguien que los había hecho, alguien que tiene los materiales, y alguien que está en condiciones de cederlos para otra producción. Llevar esas gestiones adelantes es el rol de los productores de archivo. Pero lo cierto es que desde hace pocos años puedo llamarme de esta manera; fue el resultado de empezar a distinguir en los créditos de películas operaciones de apropiación parecidas a las que hacía yo. Ahí me encontré con el “archive producer”, una persona con un cargo que me identificaba. Con Rita Falcón, que es con quien trabajo, tuvimos la oportunidad de colaborar en Diego Maradona (2019), de Asif Kapadia; entramos en 2016 y desde ese momento trabajamos juntas. Y el trabajo que hacemos es muy diverso; si bien son pocas las películas que suman un metraje completo de archivo –pero las hay–, en general las películas aspiran a incorporar un poquito de metraje, algo para ilustrar un momento o para cambiar el tono de una película. No siempre son películas de época, a veces trabajamos buscando planos de establecimiento o algo que refuerce un verosímil de época. Cada película requiere de algo diferente.
-Por ejemplo, ¿qué se les pidió para Argentina, 1985?
-En Argentina, 1985 entré a hacer un apoyo de investigación de archivo, porque estaba la necesidad de darle un poco más de realismo documental, a través de la incorporación de algunas imágenes de hechos que habían acontecido durante esos días, como los atentados. Tratamos de documentar eso y aportamos fotografías novedosas, que sobre todo se ven en los créditos. También atendiendo a una claridad de licencia que pudiera integrarse en un metraje que tiene ese nivel de estreno, con una productora como Amazon, razón por la cual hay que adaptarse a las necesidades contractuales o de licencia de Estados Unidos y no de Argentina.
-También en ese sentido, cada película debe ser una experiencia diferente.
-El desafío es pensar cómo podrían fortalecerse los hechos que la película quiere narrar y de manera documentada, con un registro real del momento. Ahora bien, ¿ese documento está en condiciones de ser incorporado en un metraje de tanto riesgo como Argentina, 1985? Ahí tenemos que empezar a hacer un trabajo fino, de analizar quiénes produjeron esas imágenes, quiénes las pueden ceder, y si no hubiera alguien así cuál sería el riesgo real de incorporarlas. Y finalmente se decide. Cuando empecé a trabajar, alrededor de 2008, era el auge de Canal Encuentro y trabajé en infinidad de series y películas, en donde podíamos poner medio cualquier cosa porque el canal dependía del Ministerio de Educación, y las producciones no tenían más fines que ser emitidas en Encuentro. Así que podíamos tomarnos muchas libertades. Eso me entrenó el ojo y la manera de relacionarme con los archivos. Éramos muy inocentes pero también no tanto, porque ya empezaba a trabajar en películas europeas y sabía que tenía que trabajar con cierta rigurosidad el tema de las licencias.
-Entonces, ¿en qué momento del proyecto ingresa el productor de archivo?
-Ahí se plantea una cuestión que identifiqué hace bastante tiempo; en Argentina, en general, cuando se hace un documental no hay un guión o es aproximado, de manera que se trabaja a partir de una idea que se nutre de fuentes secundarias, es decir, textos sobre el tema. Y se escribe algo a partir de lo cual se convoca a un productor de archivo, que cobra mucho menos que un guionista y que tiene que llenar lo que yo llamo un álbum de figuritas, que escribió alguien que no conoce las imágenes; y eso es un gran problema presupuestario, porque se plantea una manera de trabajo donde una persona supone que existen ciertas imágenes y que son fáciles de conseguir. Por eso, a mí me resulta mucho más práctico cuando entro a una producción y me dicen “vamos a hacer una película sobre tal tema” y me pongo a buscar todo lo que hay, para que luego me llamen cuando tengan claro qué es lo que van a realizar. Hay casas productoras con las que tenemos una relación increíble, como About Entertainment de Armando Bo, quien en este momento estrenó El Presidente en Amazon Prime, allí trabajamos junto con los guionistas.
En la presente edición del festival, Laura Tusi cumplió también tareas como jurado en la Categoría Largometrajes, galardón que obtuvo Jesús López de Maximiliano Schonfeld (Argentina). El premio al Mejor Largometraje Santafesino fue para Amando (El Genio de los Acuario) de Fernanda Otero y Juan Pablo Menchón; Acordate Dame un Beso al Despertar de Estefanía Clotti (Rosario) obtuvo el premio al Mejor Cortometraje Rosarino; y Llueve, de Magali Rocha Donnadieu y Carolina Corral Paredes (México), fue seleccionado como Mejor Cortometraje del Festival. El premio al Mejor Cortometraje de Escuelas de Cine fue para Carlos Montaña de Ita Romero (Córdoba); Mejor Experimental: Tamgú, de Isabel Loyer y Luis Paris (Argentina); Mejor Animación: Las peripecias de Sir Percival, de Becho Lo Bianco, Mariano Bergara y Javier Mrad (Argentina); Mejor Documental: Fantasma Neón, de Leonardo Martinelli (Brasil); Mejor Ficción: Tierra, de Gustavo Gamero (México). El premio Derechos Humanos Viviana Nardoni fue para El silencio del topo, de Anaïs Taracena (Guatemala); el premio CINE.AR lo obtuvo Empate eterno, de Nicolás Cefarelli (Rosario); el jurado de RAFMA (Red Argentina de Festivales y Muestras Audiovisuales) distinguió a Mellizos, de Gastón Calivari (Argentina); y el jurado del premio SIGNIS premió a La Calma, de Mariano Cocolo (Mendoza).