¿Qué puede la física aportar a la ciencia forense? ¿Qué tienen que ver los aceleradores de partículas con la recolección de pruebas para un juicio? ¿Y las colisiones atómicas con la trayectoria de una bala? Rodolfo "Willy" Pregliasco puede responder que "mucho". Su trabajo, que fue pionero en el país, aportó datos en causas emblemáticas como las de los asesinatos de Kosteki y Santillán, Teresa Rodríguez en Neuquén, la desaparición de Miguel Bru en La Plata, o la represión del 20 de diciembre de 2001, en una milimétrica reconstrucción que dio origen al documental Maelström, 2001, recientemente estrenado en el Festival de Cine de Mar del Plata (ver aparte). Entre las más de 60 causas y 20 audiencias en las que este físico forense participó, hay una que fue especialmente relevante: su reconstrucción de la Masacre de Trelew echó luz en el juicio que comenzó en Argentina en 2010 primero, y fue clave luego en la condena al exmarino Roberto Bravo en Estados Unidos, en julio pasado.
Director del Grupo de Física Forense del Centro Atómico Bariloche, miembro del consejo asesor del Programa Nacional de Ciencia y Justicia del Conicet, este investigador ha recibido muchos reconocimientos a lo largo de su carrera, y lo sigue haciendo: en estos días, sin ir más lejos, el Senado le dará una distinción al valor científico. El premio mayor, sin embargo, tiene para él la forma la palabra "gracias". Es la que le resonó cuando estuvo este año en Trelew, en el aniversario de la masacre, y explicó en una visita guiada a la Base Almirante Zar cómo había hecho su pericia. "En ciencias uno trabaja con cierta esperanza de tener impacto sobre la sociedad, pero es muy abstracto. Y ese día yo recibí muchos abrazos y muchas personas me dijeron: gracias. Familiares, gente de sindicatos, de organizaciones sociales. Eso no suele pasar. Agradezco que haya pasado alguna vez", le dice a Página/12 en la entrevista en un bar de Colegiales, en un viaje de unos días que hizo desde Bariloche, donde reside.
¿Qué es la física forense?
Pregliasco habla con vocación docente de su trabajo, del método científico, del choque con la lógica jurídica. Dice que esa capacidad para explicar con claridad a los que son "de otro palo" le sirvió, justamente, en su rol como perito. Habla con amor y pasión, cuenta cómo apela a la ciencia pero también a la creatividad, al tiempo que aclara enseguida: "¡Nada que ver con CSI!". "Son resultados modestos los que obtenemos. A veces no demuestran gran cosa. Pero sumados a otro aporte, y otro, y otro, cada cual desde su área, van armando una escena, un relato de lo que pasó. A veces sirven sobre todo para que la sociedad conozca cómo fueron los hechos. Y a veces, con el tiempo, algo que parecía menor, termina siendo relevante", explica. Fue lo que pasó, exactamente, en el histórico juicio civil en el que, medio siglo después, se logró demostrar la culpabilidad del represor Roberto Bravo en una corte de Estados Unidos, donde reside el ex marino, y comenzó a pedirse su extradición.
--¿Cómo empezó su participación en el juicio por la Masacre de Trelew?
--Yo empecé a trabajar asesorando a la justicia siguiendo a Ernesto Martínez, mi mentor, un físico muy picante, que fue mi gran amigo. Con él hicimos Teresa Rodríguez, Kosteki Santillán, algunas causas grandes. El se murió, y yo quedé solo. Tuve que refundar un área que estaba empezando. Habíamos dado varios cursos sobre las posibilidades de la física hacia la justicia, y un juez federal de Rawson había venido a una charla que dio (el doctor en Física) Mario Mariscotti, sobre gammagrafía de paredes: la radiografía de los fierros que hay adentro, lo estructural, con rayos gamma. El juez dijo: con esa técnica tal vez puedan ver las paredes, y me propuso participar y hacer una reconstrucción. Con una propuesta muy abierta: vayan y encuentran algo.
--¿Cuánto tiempo había pasado entonces?
--¡Habían pasado 35 años! Habían tirado abajo las paredes divisorias de todos los calabozos, la base había tenido otros usos. Bueno, la gammagrafía no dio resultado, porque contrariamente a lo que se creía, los proyectiles no habían quedado incrustados en las paredes. En un segundo viaje y contraté a dos colaboradoras, Marina Stuke, licenciada en criminalística, y Alejandra Bartoliche, fotógrafa. Llegamos sin un plan. Nos pasamos una tarde tomando mate, leyendo en voz alta La patria fusilada y ubicando en el espacio: quién estaba en cada celda, dónde estaba parado cada uno, cómo se dio la situación...
--¿Con el texto de Paco Urondo, y no con los testimonios de la causa?
--Es que La patria fusilada y La pasión según Trelew, de Tomás Eloy Martínez, eran evidencia de la causa. Y ese era el problema del juez: necesitaba incorporar nuevas pruebas. Y en ese juego --porque siempre empieza como un juego-- Marina empezó a rascar la pared con la Victorinox y me dijo: mirá, hay muchas capas de pintura.
El hermano de Martínez, mi mentor, era paleontólogo, yo lo había acompañado a una campaña al Valle de la Luna, y tenía bien presente que las capas te dan edades, y armás una historia. Apliqué la misma idea para ver las capas y la información que podían dar las paredes. Empezamos a contar las distintas capas de pintura en los distintos lugares, dedujimos los lugares donde habían hecho reparaciones o sacado paredes.
Con todo eso logramos un plano de cómo había sido el lugar en 1972, que luego corroboramos porque quedaron todas las celdas del mismo tamaño, había una boca de luz en el centro de cada celda, el tendido eléctrico coincidía, etc. Ese fue el primer resultado que obtuvimos.
--¿Qué valor tuvo en la causa?
--Parece un resultado muy pobre como revelación, ¿no? Solo un plano de 1972. Y sin embargo fue súper útil. Porque permitió decir: el espacio era así. Si mirás los planos que publicó la Armada esa noche, son croquis con un pasillo súper ancho. Allí se cuenta una historia, que de por sí es inverosímil, pero plano en mano resulta imposible: el capitán Sosa que camina entre los presos de ida y vuelta, Pujadas que le roba el arma... El plano mostró que las dimensiones no dan para esa historia.
--¿La técnica entonces fue rascar la pared, y la herramienta una Victorinox?
--Nos reímos mucho cuando en algún momento un periodista nos dijo: ¿ustedes están usando rayos láser infrarrojos para analizar las pareces? ¡No, usamos agua caliente y espátula! Lo científico de lo que hacemos no es que es tecnológico, sino que usamos una metodología. Y en esto de imaginarnos el lugar, fuimos viajando para atrás en el tiempo, y marcando todo con cinta de enmascarar. Dónde estaban los colchones, quién estaba en cada lugar... en mi mente yo hasta empecé a ver las pareces con el color antiguo que tenían. Y así llegamos al segundo resultado.
--¿Que fue...?
--A la pared del fondo le fuimos sacando la pintura capa por capa. Con un sistema de coordenadas, documentábamos lo que se había hecho en cada capa, hasta que no hubo más. Y ahí nos dimos cuenta de que de, desde una altura de 1 metro 60 para arriba, no había ninguna reparación vieja. Eso quería decir que no había ningún balazo arriba. Eso hablaba de las características de la escena, diferentes a las del relato de la Armada, que incluía disparos de varias armas de repetición. Otro resultado modesto, que no demuestra gran cosa, pero que cuenta algo: que estaban afirmados y disparando de la altura del pecho hacia abajo. Ubicamos los balazos y mostramos que la pared había sido picada sólo de cierta altura para abajo.
--¿Y las fotos de época?
--Ese fue el tercer resultado, que adquirió relevancia en Miami: Pocos días después de la masacre, tiene acceso al lugar la revista Así, y saca fotos de la base. Curiosamente, no saca ninguna para el lado de las celdas, sino en la dirección opuesta, para mostrar los disparos que supuestamente había hecho Pujadas a los guardias. Ahí se ve una puerta con dos agujeros de bala y una segunda foto con un balazo en una bisagra. La puerta estaba ahí todavía. Raspé y, 35 años después, estaba el agujero. Con mucho cuidado sacamos la masilla. Esa bisagra era distinta a las de todo el resto de las puertas del lugar.
Declarar en Miami
En el juicio local por la masacre de Trelew, en el recuerdo de Pregliasco, su peritaje "tuvo cierta relevancia, pero modesta". "La causa era tanto más grande que nuestros hallazgos, y había mucha otra evidencia", evalúa. El juzgado logró establecer que fue un delito de lesa humanidad, un plan de la Armada, que hubo intencionalidad de matar.
Entre el largo derrotero de los asesinos (escondidos en la base de Puerto Belgrano, ocultos en las embajadas argentinas de Santiago de Chile y Washington como agregados navales), una investigación de Página/12 ubicó el paradero del represor que faltaba ubicar, el teniente Bravo, convertido en próspero empresario que brindaba servicios a las fuerzas armadas estadounidenses, pero no se logró su extradición.
Con el impulso de abogados del Cels y del Center for Justice Accountability (CJA), años después se inició en un tribunal de Florida la histórica demanda civil que, finalmente, probó su responsabilidad. Y entonces sí, la pericia de Pregliasco pasó a ser clave.
"Me llamaron a declarar, por supuesto dije que sí y empezó todo un proceso de coaching: la escenificación, hablar sin apuntes, entender cómo es el proceso allá. Ellos le daban mucha pelota al entrenamiento", recuerda el físico. "Y yo viví todo con mucho apasionamiento, leí varios libros sobre cómo declaran los peritos, quise estar en todas las reuniones, tomé notas, fue súper interesante".
Rescata otro aspecto: "Fue por jurado popular, un jurado de laburantes. En un momento la jueza les pregunta: ¿alguno de ustedes sabe algo de la Argentina, tiene contacto con el país? Nada, nadie. Hubo que contar de cero qué era la Argentina de aquella época, como si fueran extraterrestres. No había sobreentendidos, dobles interpretaciones de los discursos. Y eso fue muy bueno, en un punto fue sano", evalúa.
--¿Por qué esta vez la pericia adquirió una relevancia mayor?
--Yo declaraba después de Bravo. Su declaración fue bastante pobre, poco preparada. Y a pesar de que en muchas respuestas "no recordaba", cuando le preguntan cómo fue que Pujadas le sacó el arma a Sosa, se paró, salió del estrado y escenificó. Eso lo terminó de comprometer.
--¿Quedó más comprometido al contrastar ese relato con su pericia?
--El relato no coincide en absoluto con la trayectoria que yo había encontrado. Quedó demostrado que había mentido. Si el disparo de Pujadas no existió, lo demás también era mentira. Después eso, de lo único que se habló fue de la prescripción por el tiempo que había pasado. Pero la responsabilidad de Bravo, se dio por sentada.
Realidad vs. CSI
La física forense tiene un desarrollo relativamente nuevo en el país. "Nosotros somos físicos, ayudamos a la justicia, y lo llamamos física forense. No es una física distinta. Es usar la metodología de la física para comprender lo que pasó", describe Pregliasco.
"Cuando yo hice la Masacre de Trelew, CSI no existía. Lo que hacíamos no lo entendía nadie, y era difícil de explicar a los colegas. Con el tiempo fue volviéndose una necesidad, un servicio de asesoría interno del Estado para una cantidad inmensa de aspectos. Ahora, por ejemplo, se están haciendo mesas sobre medio ambiente.
--También habrá sido difícil explicar que lo que hacen no es CSI...
-- Ese es un problema para toda la forensia. Hasta se habla del efecto CSI, y hasta los norteamericanos lo padecen. Y hasta los jueces esperan resultados increíbles, certeros y en poco tiempo. Lo divertido del asunto es que la realidad no se parece en nada a CSI, donde los peritos muestran un hecho, dan un vuelco en el caso, a veces hasta persiguen a los malhechores, no funciona así. La idea es que uno hace una contribución desde su terreno, se junta con los testimonios, los abogados construyen argumentaciones, y empieza a tomar sentido ahí.
--No hay "una" evidencia reveladora que cambie el curso de la investigación.
--No, es la concurrencia de un montón de cosas. Que tampoco funcionan si los familiares no activan la causa. Es un conjunto de gente haciendo aportes, cada uno desde su rol.
La película de lo que pasó
Una de las formas de peritaje que ha llevado adelante Willy Pregliasco avanza en la reconstrucción de escenas y hechos a partir de imágenes. Así fue en el juicio por los asesinatos del 20 de diciembre de 2001, en los que el físico analizó 250 VHS y 500 fotos con negativos de reporteros gráficos, para lograr una suerte de película que puso luz temporal y espacial en medio del caos que se desató en las calles. La milimétrica reconstrucción del físico forense dio pie al documental Maelström, 2001, que se presentó en el Festival de Cine de Mar del Plata, y en Buenos Aires podrá verse en el Centro Cultural de la Ciencia.
"Ahí vos querés ver el comportamiento de los diferentes grupos de policías, cómo se desplazan, qué órdenes siguen. Hacemos una reconstrucción no para la argumentación judicial, sino para la sociedad, para decir: esto es lo que pasó ese día, en este orden. Más allá de las imputaciones que hagan los abogados, porque no sabés qué va a servir en el juicio. Buscás rearmar la película", explica Pregliasco.
--Fue docente muchos años. ¿Pone en juego la didáctica también?
--Una pericia es un acto didáctico. La pasión por la didáctica es importante laboralmente, uno se la pasa explicándole razonamientos de física a abogados. Tenés que lograr que incorporen herramientas de razonamiento fácticas, y el razonamiento judicial es muy jerárquico. Introducir los hechos con su propia lógica adentro de la justicia hace que no se pueda decir cualquier cosa, eso es una riqueza. Las cosas no son así porque las diga yo, sino porque las he demostrado con un método.
--¿Qué tiene de apasionante o necesario dedicarse a la física forense?
--Siempre recomiendo a los que les gusta el área forense: hagan una carrera que les guste mucho, sean buenos profesionales en lo suyo, y después busquen cómo aplicarlo. Yo hice un doctorado en ciencias básicas, trabajé en colisiones atómicas, trabajaba con un acelerador.
--Nada que ver...
--¡Todo que ver! La metodología está toda ahí. Hacés chocar cosas, ves qué efecto producen... en algún punto no es tan distinto de trabajar con balazos. Depende cómo lo mires (risas). Tomás datos fácticos, los organizás, manejás mucha información e información contradictoria. Los abogados están muy formados en la lógica aristotélica, pero necesitás otra lógica para moverte en ciencia, del puede ser, del tal vez, de la estadística, plantear hipótesis y ver que no todos los hechos van a favor o en contra de esa hipótesis, que hay hechos raros, que se analizan aparte. Que los problemas no vienen según los capítulos de los manuales.
Cuando empezás es un día al pedo, solo viendo, recorriendo, y se te va ocurriendo qué hacer mientras lo hacés. Es practicar la desnudez frente al problema, e ir viendo qué herramientas necesitás. Al revés que en la academia, donde tenés un montón de herramientas y te fijás para qué las vas a usar. Es un trabajo muy creativo.