Seis de cada diez frutas y verduras que se consumen en la ciudad de Buenos Aires contienen al menos un plaguicida; cuatro de cada diez exceden el límite permitido por la regulación actual o contiene agroquímicos prohibidos y un diez por ciento tiene al menos tres plaguicidas mezclados de distinto tipo. Estos son algunos de los resultados de una investigación que presentaron ayer la Cátedra de Soberanía Alimentaria (Calisa) de la Escuela de Nutrición de la UBA, en conjunto con el Espacio Multidisciplinario de Interacción Socioambiental (Emisa) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
“El objetivo de este trabajo es generar conciencia sobre la importancia de comer seguro y soberano, eso implica una larga lucha en la universidad, con los productores, pero también en la sociedad. Este estudio demuestra que el uso de los agroquímicos no es un problema sólo de los pueblos fumigados o de los sectores rurales, sino de toda la población”, aseguró la coordinadora de Calisa, Miryam Kurganoff de Gorban. La investigación consistió en la búsqueda de residuos de plaguicidas –que abarcan a los insecticidas, fungicidas y herbicidas– en un total de 85 muestras de naranjas, morrones, lechugas, zanahorias y tomates entregadas por la población de Capital Federal a partir de una convocatoria de la cátedra de la UBA entre el 27 y 30 de septiembre de 2015 que invitaba a llevar a la universidad “las frutas y verduras que se compran cotidianamente en la verdulería”.
Luego de analizarlas, la investigación encontró que el 42 por ciento de las muestras tenía concentraciones de agrotóxicos que superaban los límites máximos de residuos (LMR) establecidos por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), dependiente del Ministerio de Agroindustria. El informe detectó, además, que en algunas muestras había plaguicidas que están prohibidos como Paratión o plaguicidas organoclorados. Esto ocurre, según la investigación, debido a “procesos de translocación desde el suelo, por la persistencia de estos compuestos en suelo como consecuencia de su uso y persistencia, en el pasado”.
De los alimentos analizados, la zanahoria fue el que resultó tener mayor carga total de plaguicidas, seguida por la naranja y en último lugar se ubicó la lechuga. El informe indica que “la concentración más alta cuantificada fue de 450 microgramos/kilo para L-Cialotrina en una muestra de zanahoria, para la cual no está regulado; para este alimento también se detectaron tres excesos de LMR para el compuesto Azoxistrobin”. Luego detalla que “en morrones se encontraron como plaguicidas más problemáticos Tebuconazol, Epoxiconazol, Acetocloro y Corpirifós así como en naranjas el piretroide Cipermetrina con 205 microgramos/kilo y tomate con 89 microgramos/kilo”.
Entre los plaguicidas encontrados en frutas y verduras, el que se detectó con más frecuencia fue el Clorpirifós, en más de un 15 por ciento de los alimentos, seguido de Epoxiconazol y Fipronil, en un 14 por ciento, y en tercer lugar se ubicó la Permetrina, en casi un 13 por ciento. En el año 2015, el Espacio Multidisciplinario de Interacción Socioambiental (Emisa) de la UNLP había realizado una investigación similar con frutas y verduras del Banco de alimentos de La Plata y los resultados encontrados revelaron que 42,5 por ciento de las muestras tenían plaguicidas que superaban el límite permitido o que no estaban registrados. “Es sorprendente ver cómo coincide ese porcentaje en dos ciudades diferentes y con dos años de distancia. Observamos entonces como problema principal que hay químicos que no están registrados y, por lo tanto, no están regulados”, señaló Damián Marino, investigador de Conicet especializado en contaminación ambiental derivada de actividades agropecuarias y responsable del Emisa.