EL PRODIGIO 7 puntos
(The Wonder; Irlanda/Reino Unido/Estados Unidos, 2022)
Dirección: Sebastián Lelio.
Guion: Emma Donoghue, Sebastián Lelio y Alice Birch.
Duración: 106 minutos.
Intérpretes: Florence Pugh, John Burke, Niamh Algar, Kíla Lord Cassidy, Elaine Cassidy, Toby Jones.
Estreno en Netflix.
No hubo caso: más allá de las únicas tres funciones programadas en la reciente edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, la nueva película del chileno Sebastián Lelio –nuevamente rodando en idioma inglés– no pasará por las salas argentinas y llega directamente al maremágnum algorítmico de Netflix. Una pena, ya que el trabajo en pantalla ancha del director de fotografía Ari Wegner –cuyos trabajos en ese terreno en títulos como El poder del perro, In Fabric y Lady Macbeth resultan por demás destacables– es de un gran poder evocador y sólo puede disfrutarse en toda su magnitud en una buena pantalla de cine. La historia creada originalmente en forma de novela por Emma Donoghue mantiene su potencia narrativa (y feminista) en esta adaptación que logra escapar en gran medida de las trampas del cine “de época” por la época misma. En otras palabras: la reconstrucción histórica está ahí –todo transcurre en unas pocas semanas de 1862, en un pequeño poblado rural de Irlanda– pero nunca se impone por sobre la historia o el devenir de los personajes.
De hecho, esa reconstrucción se evidencia como artificio al comienzo de El prodigio, cuando un travelling seguido de un largo paneo registra un moderno set de filmación para adentrarse luego en una escenografía que hace las veces de medio de transporte decimonónico. La voz de la actriz Florence Pugh es la encargada de prologar el relato, antes de transformarse en Lib Wright, una enfermera londinense con una misión: llegarse hasta el pueblito en cuestión para “observar” (sic) a una niña de doce años que, dicen, no come desde hace cuatro meses y, sin embargo, mantiene su buena salud. ¿Un milagro en el sentido más religioso de la palabra o un truco familiar y/o regional para atraer peregrinos y curiosos? La guardia de la protagonista es de doce horas; para completar la jornada, las restantes le corresponden a una monja, no sea cosa que el cientificismo le gane de entrada la partida a la fe. Y así Lib conoce a Anna O'Donnell (la casi debutante Kíla Lord Cassidy), quien se resiste a ingerir alimento alguno y dice recibir todos los nutrientes necesarios para la existencia del maná del cielo.
En su primer esfuerzo histórico, el director de Una mujer fantástica, La sagrada familia, Gloria y su remake Gloria Bell pone en tensión, primero, y luego en choque directo las fuerzas de la creencia personal y la religión institucionalizada con las del pensamiento científico, haciendo hincapié al mismo tiempo en una autoridad tal vez más poderosa, global: la del patriarcado y sus vicios arraigados desde tiempos remotos. No es tarea fácil la de la enfermera, que además de velar por el bienestar de Anna comienza a investigar, cual detective aficionada, el origen y método del posible “truco”, convencida de que los milagros, si alguna vez existieron, ya no tienen lugar en el siglo XIX. En el camino, conoce a un periodista inglés que anda husmeando alrededor del caso (John Burke, el coprotagonista de The Souvenir, de Joanna Hogg), quien deja de ser una presencia algo molesta para convertirse en un posible aliado, al resto del clan O'Donnell y a los miembros del grupo de hombres notables encargados de contratarla (los reconocibles rostros de Toby Jones y Ciarán Hinds forman parte del plantel de secundarios). La resolución del caso y algunos detalles del pasado de la protagonista le dan forma en gran medida a la esencia de la historia –la de la novela y la de la película–, y las resonancias contemporáneas ligadas al fanatismo de orden religioso terminan por cerrar en un epílogo esperanzador, aunque sólo se trate de una excepción que confirma varias reglas.