LA ESCUELA DEL BOSQUE 8 PUNTOS
Argentina, 2020
Dirección, fotografía, montaje, sonido y producción: Gonzalo Castro
Guion: Guillermina Pico y G. Castro
Duración: 90 minutos
Intérpretes: Guillermina Pico, Isabel García Ponzoda, Macarena Fernández, Alejandro García Schnetzer
Estreno exclusivamente en la sala Leopoldo Lugones.
De película en película, el escritor y realizador argentino Gonzalo Castro (Buenos Aires, 1972) fue perfeccionado un estilo. Las primeras (Resfriada, 2008, Cocina, 2009) eran bastante torpes, algo desmañadas, no muy interesantes. En Invernadero (2010) ese estilo se consolidó, pareció encontrarse a sí mismo, y Dioramas (2012) confirmó esa presunción. Ahora, tras una pausa de casi una década, Castro alcanza una primera consumación con La escuela del bosque, filmada en Barcelona. El estilo de Castro (que se ocupa de todos los roles, desde la producción al montaje; ver ficha técnica) es su mundo, y su mundo es uno hecho de momentos, de instantes en fuga, en los que lo documental y lo ficcional aparece fusionado, imposible de separar. Momentos que son sobre todo conversaciones. Conversaciones absolutamente cotidianas, pero donde lo cotidiano alcanza un realce (esto es lo que no pasaba en las primeras películas) que en la vida de este lado de la pantalla no suele tener.
Lo que suele entenderse como “argumento” es aquí apenas un soporte mínimo de las acciones de los personajes, un esqueleto que permite ubicarlos. Guillermina (Guillermina Pico) dejó su casa en Buenos Aires hace más o menos una década (el tiempo pasado entre Dioramas y ésta) y desde ese momento vive en Barcelona, no se sabe muy bien haciendo qué. Tiene allí a su hija, Isabel (Isabel García Ponzoda), que nació en la ciudad condal, a su padre, un arquitecto octogenario, un grupo de amigos y amigas y su ex. En Buenos Aires quedaron su madre y su hermana menor Iara (Macarena Fernández), que ahora la visita. Ante la necesidad de dejar su casa, Guillermina se plantea la posibilidad de mudarse un tiempo con el padre, en compañía de Isabel. Y eso es más o menos todo, en términos de argumento.
Lo que importa es el modo en que se imprimen los instantes, y el modo en que se imprime la realidad: la impresión de realidad, que es en verdad lo que la palabra “realidad” quiere decir en cine, arte de las apariencias. Castro trabaja las escenas con un breve boceto, y deja en manos de sus actores y actrices el “llenado” de ese boceto. Esto da a las escenas un “aire” y una frescura que se insinuaban en Invernadero y Dioramas, y que de ahora en más tal vez se vuelvan inconfundibles. Las escenas son largas y están filmadas en planos también largos. Tanto en términos de duración como, en parte, de tamaño (aunque Castro suele filmarlos, aquí sobre todo, en planos americanos, esto es hasta la rodilla). La escena dura lo que las acciones piden, y --aquí es tal vez donde más se nota el guion-- de una se pasa a otra discontinua, lo cual genera esa sensación de instante que tienen, de momentos capturados en el tiempo. ¿John Cassavetes como modelo? Parecería.
Filmada en un bello blanco y negro, La escuela del bosque tiene como excepción a algún juego entre madre e hija. El blanco y negro recuerda a la nouvelle vague y la película en su totalidad también. A Eric Rohmer, más precisamente, que también filmaba conversaciones en planos americanos. Pero hay una diferencia: los personajes de Rohmer solían exponer teorías, razonamientos y argumentaciones, y los de Castro no hablan de nada de eso que suele considerarse “importante”. Isabel y un amigo teorizan (ellos sí) sobre los números infinitos. El amigo sostiene que el número infinito es el 1, por alguna razón que el crítico ahora no recuerda, e Isabel puja que es el 0, por alguna otra razón que lo mismo. Pero no solo teorizan: también hablan de cómo se les caen los dientes, y en algún momento alguien menciona la Tercera Guerra Mundial. El padre de Isabel, que no parece tener mucho diálogo con la hija, de pronto le pregunta si en la escuela vio alguna escena de canibalismo, tal vez porque no sepa qué otra cosa preguntarle.
Hay una gran escena de discusión entre Guillermina e Iara y todas las que tienen lugar entre madre e hija tienen una respiración y una espontaneidad que las vuelven inefables. ¿Será verdad que Guillermina e Isabel están actuando? ¿Será posible que no sean madre e hija? Lo primero parece imposible, lo segundo parece imposible que no sea así. Pero vaya a saber…