Hace 12 años que Qatar fue elegido como sede para el próximo Mundial de Fútbol, la mayoría de los jugadores argentinos ya están en territorio árabe y las 95 cuotas de los televisores HD comenzaron a correr. En aquel 2010, la elección de la sede fue controversial y a finales del 2015 se probó un proceso de corrupción y soborno que involucró a la máxima autoridad del fútbol institucionalizado: la FIFA. Pero entre aquellos tiempos y este tiempo en el que la pelota empezará a rodar 24/7 durante un mes, pasaron cosas: a ojo de buen cubero se podría mencionar la guerra de Siria, la primavera árabe, la crisis financiera en Europa; Donald Trump, Jair Bolsonaro y la (antes increíble) llegada a la presidencia en sus respectivos países, el re surgimiento de los feminismos, la pandemia por el Covid19 y la Guerra en Ucrania.
¿Es el fútbol un deporte, un evento, un entretenimiento, una tradición o una pasión que puede escindirse de la política o de la geopolítica? ¿Es esta pasión popular un flash para olvidar como el que utilizaban los hombres de negro para que la gente común y corriente ignorara la presencia de extraterrestres?
Si hay algo que no le falta al Mundial son los hombres de negro, la cuenta regresiva agita una fórmula que parece no tener fallas: apelar a la conmoción y la sensibilidad que provoca un deporte popular que a simple vista es dueño y señor -así en masculino- de un lenguaje común. Son una evidente minoría quienes escuchan un “vamos Argentina” con una música de tinte épico, la ovación de un estadio, Maradona o Messi con la pelota entre los pies y les resulta una escena indiferente. Esta cronista no se reconoce parte de esa minoría, por el contrario, está dentro del grupo que durante el Mundial anda por la vida con el fixture debajo del brazo.
La figurita fácil es emocionarse, pero ¿Cuál es la difícil? Las preguntas fáciles son: ¿Será por fin éste el mundial de Messi? ¿Ganará un equipo europeo o uno sudamericano? ¿Quiénes tienen plata para llegar a Qatar? ¿Cuánto cuesta un pasaje a Doha? ¿Cuál es la publicidad más emocionante? ¿Qué artista estará en la inauguración? ¿Cuál es el grupo de la muerte?
Las preguntas difíciles son granos de arena en medio del desierto qatarí, y si bien este Mundial viene bastante cascoteado, la duda recae sobre si es que realmente llegó la hora de hacer inevitable el rol político de un deporte como el fútbol, o si hay que hacer lo que dijo hace algunas semanas el señor Gianni Infantino, actual presidente de la FIFA, “dejar que el fútbol sea el centro de atención”.
¿Hay un vínculo entre la militancia transfeminista y las perspectivas críticas con respecto al Mundial? ¿Existe una traición a la alegría popular por parte de quienes no se pliegan a la fiebre mundialista? ¿Es el boicot de Europa hacia Qatar una suerte de sportwashing? ¿Que implica la discriminación a la población lgtbiq+ en Qatar? ¿Importa a alguien que el principado Qatarí tenga tierras en la Patagonia y esté expulsando a comunidades mapuche?
Qatar es el primer país árabe y con una población en su mayoría musulmana en el que se realiza una Copa del Mundo, también es la primera vez desde 1950 que se cambia la tradicional ubicación en el calendario occidental del evento deportivo y, también es la primera vez, que los ojos de occidente mirarán hacia esta península de desierto que es el emirato más rico de todo el Golfo Pérsico en pantalla HD durante un mes sin interrupciones.
Pero mirar a Qatar no es mirar sólo a las grandes estrellas del fútbol desplegar sus habilidades deportivas, también es abrir el juego a discusiones y preguntas para saber si es posible que esa mirada crítica pueda convivir con la fiebre mundialista.
Un príncipe Qatarí en suelo mapuche
Tamim bin Hamad Al Thani se llama el emir qatarí que compró 28 mil hectáreas vecinas a la estancia de Joe Lewis en la Patagonia, mas precisamente en la provincia de Río Negro y muy cerca de las nacientes del Río Chubut. Una porción de las tierras adquiridas por el qatarí están siendo territorio de resistencia de comunidades mapuches, se trata de la Lof Cayuano en donde residen familias con derechos ancestrales en el lugar.
Soledad Cayuano, vive y resiste en ese territorio, es mapuche, tiene una pareja y tres hijxs y además dos causas penales: una por resistir al avance de los qataríes que están queriendo barrer toda la fuente de agua dulce y la otra por una restitución territorial que viene sosteniendo desde hace tiempo órdenes de desalojo contra ella y su familia que se renuevan cada dos meses.
“Es muy difícil vivir así, una no se puede acomodar, programar su estilo de vida porque constantemente tenemos que estar viajando a la justicia. No podemos proyectar nada. A nosotros nos vulneran los derechos y nadie hace nada” explica Soledad, que hoy se encuentra defendiendo las nacientes del Río Chubut que los qataríes quieren alambrar para hacerse de los accesos a curso de agua.
Del otro lado, está Tamin, que con sus 28 mil hectáreas en la Patagonia está entre los quince máximos poseedores de tierras en el país, incluso tiene más que Lewis, Terrabusi y Blanco Villegas. Tamim es el cuarto hijo de Hamad e integrante de la familia Al Thani, una dinastía que gobierna Qatar en el Golfo Pérsico desde su creación hace 150 años.
El qatarí lidera desde hace cinco años un país que a partir de 1996 fue aumentando la producción de hidrocarburos y se transformó en el principal exportador de gas licuado en el mundo, compartiendo con Irán un mega yacimiento gasífero y evolucionando como una potencia regional que tiene inversiones en varias naciones del mundo. Y es también el país que ha sido elegido como sede del Mundial en un proceso comprobado de corrupción.
Dejemos que el fútbol sea el centro de atención
“En FIFA tratamos de respetar todas las opiniones y creencias, sin dar lecciones morales al resto del mundo. Una de las grandes fortalezas del mundo es, de hecho, su propia diversidad, y si la inclusión significa algo, significa tener respeto por esa diversidad. Ningún pueblo, cultura o nación “es mejor” que otro. Este principio es la piedra angular del respeto mutuo y la no discriminación. Y este es también uno de los valores fundamentales del fútbol. Así que, por favor, recordemos eso y dejemos que el fútbol sea el centro de atención”.
El párrafo anterior es un extracto de una carta que Gianni Infantino, dirigió a las federaciones para dejar la política de lado y dedicarse al fútbol. ¿Dedicarse al fútbol es solo mirar lo que sucede en una cancha durante 90 minutos? Detrás de cada futbolista, además de haber un mecanismo de producción capitalista visiblemente salvaje, hay horas de televisión de romances, infidelidades y chusmerios.
Hay también un modo de reproducción de la vida, que recae sobre mujeres a las que se las llamaba botineras hasta que llegan al matrimonio, hay una puesta en valor de familia heterosexual y blanca como modelo aspiracional y hay un sistema de sponsoreo que infiltra rodillas porque cualquier inconveniente en los músculos de los atletas implica pérdidas millonarias.
El fútbol hace tiempo dejó de ser lo que sucedía solo en una cancha, en este caso, la insistencia por dejar la política de lado viene de la mano de una larga lista de violaciones a los derechos humanos que suceden en el país anfitrión: en febrero de 2021, Amnistía Internacional informó que al menos 6500 migrantes de India, Nepal, Pakistán y Bangladesh murieron en el ámbito de la construcción, no solo de estadios sino también en la infraestructura necesaria para que Qatar este preparada para la faena.
La semana pasada un ex futbolista qatarí, Khalid Salman, y hoy embajador de la Copa del Mundo dijo que “la homosexualidad es un daño en la mente y un pecado prohibido por el Islam”. En Qatar están muy lejos de garantizar los derechos humanos para el colectivo LGTBIQ, la homosexualudad es ilegal y las relaciones extramatrimoniales pueden terminar en condenas de muerte.
Desde algunos organismos le exigen a la FIFA que destine parte de los ingresos multimillonarios que genera el mundial para indemnizar las familias de los trabajadores que murieron en las construcciones.
Algunos jugadores han manifestado expresiones en contra de las violaciones a los derechos humanos en distintos niveles de boicot, la pregunta que surge es si es una suerte de corrección política o se apela a una estrategia que no es la primera vez que se utiliza en eventos deportivos de semejante calibre.
Al fútbol y a la política
Moyi Shwartzer es profe de fútbol recreativo y parte del colectivo Fútbol Militante, desde ese espacio han inventado una premisa: “la Fifa es Monsanto”. Allí intentan pensar la producción seriada de Monsanto con semillas todas iguales, alteradas genéticamente y la producción seriada de futbolistas FIFA.
“Creo que cuando se critica el Mundial o se lo boicotea no es algo que se haga en contra de la alegría popular, siento que lejos de ser una traición es una incomodidad. El Mundial como juego, como evento deportivo y como espectáculo tiene distintas capas y esas capas se fueron modificando a lo largo de la historia. Hoy el mundial de la FIFA es el lugar en donde se representa la concentración de capital y eso es algo que hay que discutir”, dice Scwartzer.
“En lo personal me parece que el boicot es una buena herramienta de visibilización, particularmente me cuesta empatizar con el boicot propuesto por países como Alemania o Dinamarca a favor de los derechos humanos, porque por un lado llenan estadios en contra del Mundial pero por otro fabrican armas que provocan muchos de los desastres que ocurren en el mundo. El punto no es boicotear para que el Mundial no se juegue, eso es muy fantasioso, lo que debería pasar es que estos boicot fortalezcan las críticas y las discusiones en los entretiempos de los televisores en los que se esté mirando el Mundial”.
Mónica Santino es ex jugadora y DT, parte de La Nuestra Fútbol Feminista Villa 31, se reconoce esperanzada de que Argentina gane el mundial porque ama el fútbol. Sin embargo a la hora de posicionarse críticamente es contundente: “Creo que las instancias de boicot al Mundial también son populares, son llevadas a cabo por personas que sienten vulnerados sus derechos, que quieren manifestarse en contra de algo que no tiene que ver con el juego ni con el fútbol en sí, sino todo lo que se arma alrededor del fútbol usando el fútbol como excusa. Entonces también son populares los boicot y han sido una herramienta a lo largo de los Mundiales”.
Mónica recuerda el Mundial 78´en Argentina: “El mundial 78´se jugó a pesar del boicot y de las denuncias internacionales. Y no solo eso, Argentina ganó y las personas que tenían familiares desaparecidos tuvieron que ver correr esa alegría por las calles, esos festejos. Pero esa alegría era genuina, y también fue conducida de alguna manera por manos tenebrosas, por eso me parece muy interesante lo que el fútbol trae como fenómeno social y cultural para discutir y hacernos preguntas” explica en diálogo con Las12.
La pregunta difícil
Para Mónica Santino, la militancia transfeminista es un vector de lucha contra las opresiones y el mundial no se queda afuera con todo lo que implica. Allí hay una trama de poder, intereses enormes en juego y cuestiones políticas. Su pregunta difícil es: “¿Cuánto tiempo más el fútbol, así como lo conocemos, va a sobrevivir bajo estas formas de organización y estas formas de jugarlo? Nos preguntamos cuánto falta para que futbolistas varones, mujeres, de distintas identidades de género que juegan al fútbol nos paremos frente a estos poderes y digamos ´somos las, los, les laburantes del fútbol y necesitamos otras condiciones y necesitamos otras personas en los lugares en los que se toman decisiones`.
Moyi asegura que va a mirar muchos partidos del Mundial, la contradicción está ahí, a la par de los partidos: “El Mundial es un evento que condensa muchísimos sentidos y disputas, porque es el capitalismo en escena a flor de piel, la vida de todes está atravesada más o menos por el capitalismo. Creo que la pregunta difícil sería ¿Qué es lo que nos entretiene de todo eso que es macabro? ¿Por qué no podemos dejar de verlo? Y de ahí también se desprende otra pregunta difícil: ¿qué hacemos con nuestro tiempo libre? ¿mirar el Mundial o construir otras formas de entretenimiento?”
Luciana Bacci es jugadora de fútbol de Estudiantes de la Plata, tiene 27 años y también está ilusionada con la llegada del Mundial, sin embargo puede detectar la hipocresía de ciertas empresas que pueden auspiciar el día del Orgullo LGTBIQ+ y también poner dinero en el Mundial cuando es sabido que personas de ese colectivo no pueden moverse libremente allí: “Si yo voy a Qatar no podría ser quien soy, no tendría esa libertad. Pienso en preguntas en torno a jugadores cis, blancos y heterosexuales que no piensan en sus privilegios ni tampoco piensan en luchar porque las cosas sean mas justas. Eso podría provocar algún cambio en la sociedad en la que haya derechos para todes y no para algunos”.
Vamos, vamos, Argentina
“FIFA Uncovered” es una serie que se tradujo como “Los entresijos de la FIFA” y que lanzó Netflix unos días antes del Mundial para revolver el avispero. El argumento se centra en los secretos de la FIFA y en cómo la organización pasó de ser un club de amateurs del fútbol a una especie de meca de la mafia y el poder. Las preguntas que surgen luego de ver el documental son ¿cuándo comienza la corrupción? y ¿Existió alguna vez esa pureza del fútbol?
Una amiga a la que le gusta mucho el fútbol, me contó que había llorado viendo la serie, quise saber porqué y miré los cuatro episodios de un tirón en un intento de seguir recolectando pistas sobre las emociones que nos despierta el fútbol y el Mundial. Cuando le pregunté porque había llorado me dijo algo así como “por cómo se cargaron al fútbol”. Se ve que no se lo cargaron tanto porque sigue provocando emoción. Y entonces, la ilusión, que es una de las figuritas fáciles, aparece cuando hay algo en el futuro que nos desliza una promesa de felicidad enmarcada o no en el consumo: unas vacaciones, una fiesta, disponer del tiempo libre, tener una cita, ir a un recital y también ganar un Mundial. Lo que puede resultar incómodo también puede mover el avispero para seguir en la búsqueda de la figurita difícil.