Este sábado 19, en el Club Social Cambalache (Defensa 1179), la cantora Bárbara Grabinski presenta su segundo disco, “Selva mía”, una mirada desde el río y el monte hacia la música popular. La placa, que está disponible en plataformas desde el 15 de octubre, incluye música del litoral, versiones de obras del rock argentino – algunas con aire de tango- y canciones de raíz folklórica. Este nuevo disco incluye canciones de Oscar Matus, Armando Tejada Gómez, Aníbal Sampayo, Teresa Parodi, Horacio Molina, Fito Páez, Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati, Ramón Ayala, Malena Muyala y Jorge Fandermole.

Tus inicios en la actividad artística fueron actorales, ¿podrías contarnos cómo fue ese tiempo?

Fue un tiempo de exploración, hasta ese momento no sabía realmente que me pasaba con formas de manifestarme por medio de una actividad artística. Fueron años de descubrimientos varios en mi vida, estaba intentando salir de todos mis placares personales, con miedos, fobias y oscuridades. En un contexto donde no me sentía cómoda con nada, el teatro empezó siendo eso, un camino para abrir, un monte para machetear, y esa apertura me dio la capacidad de poder plantarme frente a un público, como a la vida diaria, es uno de los pasos más hermosos que di.

Estudié con Mercedes Fraile, Mauricio Minetti al principio, luego con Lorenzo Quinteros, después hice algunas obras en el circuito independiente, muestras, y cortos, todo era experimental. Un día entrenando con Lorenzo me empezó a salir la voz cantada, improvisada, algo que yo hacía en casa, y empecé a limpiar ese camino también. Al tiempo, con un grupo de trabajo, ensamblamos El Organito con Stefano, obras de Armando Discépolo y yo cantaba "Yira Yira" al final, me iba arrimando. En frente de ese mismo teatro había una peña de cantores de Tango y al salir todos los jueves, recalábamos ahí y así fue que empecé a cantar, de a poco se hizo ver el deseo y me tire para ese lado.

¿Cómo nació la idea de este segundo disco?

-Este segundo disco surge de unos años de ideas y de recorrer un repertorio. En los últimos años, antes de la pandemia, empezamos a mezclar tangos actuales y otros tradicionales, con algunas pocas canciones del litoral, con un concepto de recorrido desde Buenos Aires, saliendo del puerto y adentrándonos a los ríos que inundan nuestro territorio, le pusimos Desde el Sur del Litoral, una forma de acercarnos por el agua a esas canciones e historias que nos muestran una atmósfera tan distinta a nuestra niebla del riachuelo. Un poco jugando a recorrer selvas, montes, ríos, geográfico, pero también de vida. En esas aproximaciones nos encontramos con un cúmulo increíble de autoras y autores que daba la posibilidad de profundizar con una investigación más aguda, pero bueno, llegó la pandemia y frenamos todo. Desarmamos la banda, pero yo me quede con esa idea bastante clara en la cabeza. Hablando con Pelu Romero le conté todo y sumé que este disco podría tener reversiones de grandes temas, y que lo quería más litoraleño que tanguero. En ese septiembre pandémico nos pusimos a pensar en cómo lo queríamos, Pelu me propuso un trabajo de producción para llevarlo adelante, un pilar fundamental.

¿Cómo elegiste las canciones que lo integran?

-Empecé a pensar en esos temas que me gustaría interpretar, no solo como el desafío personal de poner una voz nueva, de descubrir y trabajar esa voz para dejar el tango y descubrir, hasta ese momento, no sé qué cosa; sino que el disco tenía que tener mi recorte, mi mirada, me parecía algo muy interesante re versionar algunas canciones litorales que hizo Mercedes Sosa en su disco La voz de la zafra, por empatía, por mujer cantora comprometida y valiente, por ser la voz de los y las trabajadoras, por luchadora, por hacernos conocer otras realidades sociales y poner en relieve las problemáticas de la gente. Me gustaba la idea de traer a estos tiempos una nueva mirada de una pequeña porción de aquel primer cancionero folclórico, cantarlo hoy, desde nuestras historias y miradas. Hicimos una lista de 20 temas, para elegir 9: convinamos Fito con Sampayo, Malena Muyala con Teresa Parodi, Horacio Molina, Fandermole, Cerati. El hilo de conducción era el agua, que va y viene entre todas esas músicas.

¿Por qué creés que tantos y tantas artistas le cantan a la selva y al río?

-Estamos aterrados por el incesante atropello a nuestro territorio, estos últimos años vimos cómo se quemaba el Amazona, se prendían fuego las islas en Rosario y nuestras islas del Delta, entre otros muchos desastres ecológicos. El Delta está amenazado por el daño a todos sus humedales, sin tratarse la ley, vivimos en una incertidumbre constante, a veces para entrar a mi casa, cercana al Paraná de las Palmas, tengo que esperar que suba el agua, cosa que no pasaba hace unos años: te modifica, te hace movilizar, te pone en constante atención. Voy y vengo de mi casa del Delta y tengo miedo de un día no poder llegar más, ya sea por las quemas o por los niveles de agua. En mi caso todo esto me transforma, como esa propia naturaleza de la que sos parte, cuando su forma de vida se mete en vos, algo sale, algo tenes que decir, por más que no hayas nacido en el Chaco boreal del que habla Ayala en el Cachapecero, todas estas cosas hacen querer contar esos mundos, esos modos, esas historias. Creo que también hay una influencia musical que se va mezclando la ciudad con el litoral, siempre fueron los hombres y mujeres de las provincias los que nos trajeron sus músicas, trabajadores y trabajadoras que vinieron a Buenos Aires en busca de otra vida. Mi mamá vino de San Luis a laburar a una fábrica a los 20 años, con ella aprendí la canción de Cuyo. Nuestra música popular es de todos y todas, aunque sea representativa de una región. Hoy también la traen y ejecutan exponentes jóvenes que hacen tango y litoral como la bandoneonista Milagros Caliva, la pianista Noelia Sinkunas, Hernán Crespo, Marcos Fernández, Dipy Kvitko, Rudy Flores, etc. Es una música que tiene mucho para contar, y rítmicamente hermosa.

¿Con qué se va a encontrar el público el sábado 19?

-El público el 19, primero se va a encontrar en uno de los patios más hermosos de Buenos Aires, que es el tercer patio de la Casa Ezeiza, allí adentro llevamos adelante, junto a Silvia Anido, el Club Social Cambalache, somos un espacio cultural independiente, con diferentes actividades para la comunidad LGBTTQi+ sumando a todos y todas los que quieran habitarlo desde las artes, poniendo el foco en los y las artistas autogestivas, pero dando lugar también a artistas con trayectoria y recorrido.

Vamos a tocar y cantar todo el disco, más alguna sorpresa; la banda está conformada por Osvaldo Belmonte en arreglos, dirección musical y piano, Geraldine Carniciner en Contrabajo, Caro Rodriguez en violín, MatiasKeller Sarmiento en percusión, y Javier Acevedo en Percusión.

Está Florencia Cozzani, pianista y cantora invitada. Por otra parte esta presentación es gratuita, porque estamos dentro del Mes de la Cultura de CABA, así que quienes quieran venir deberán canjear su entrada por passline.

¿Qué nos podés contar de Noches Bárbaras, espacio pionero de la lucha de las mujeres en los escenarios?

-Cuando empecé a cantar me hice muchos amigos y amigas enseguida, pero me di cuenta que era un mundo muy de varones, amigos, esto fue por el 2012. No veía que invitaran a cantar mucho a las compañeras, se armaban muchas movidas alrededor de los cantores, con sus grupos de amigos, y la verdad éramos pocas las mujeres a las nos invitaban a cantar. En ese circuito en el que yo me manejaba, se notaba una escena desigual, con prejuicios y un imaginario alrededor de la mina que canta tango, por un montón de factores que hasta ese momento, quizás no se ponían en juego, como sucedió después. En ese contexto imaginé que podría estar bueno un ciclo donde nos juntemos y conozcamos las compañeras, lo pensé que sea mixturada, para aquellas que estábamos arrancando y para las que ya andaban por el circuito, fue lindo, estuvo casi 4 años girando, entre Sanata, El Faro, Los Chisperos, Los Laureles, entre el 2012 y 2016. Allí conocí muchas compañeras con las que después militamos la música y el feminismo.

¿Y cómo fue la experiencia del Tango Hembra, con el que hicieron el Festival Internacional Feminista de Tango?

-De aquellos años hasta formar parte del primer colectivo que puso en vista todas esas desigualdades en el tango, trabajando con nuevas significancias, y dejando afuera al tango machista, xenófobo, patriarcal y de derecha, porque el tango fue todo eso, siempre anda mostrando las expresiones de nuestras épocas. Participé del armado del Festival de Tango Feminista, hoy Tango Transfeminista, en el 2019, días antes de la pandemia, donde confluimos mujeres, trans, lesbianas, llevando adelante la lucha de nuestra música ciudadana. Luego conformamos la ACIT (Asociación de creadorxs e interpretxs de tango) un colectivo que abarca a muchos otros colectivos del tango, la apuesta fue mayor ya que construimos una comisión de género que atravesaba todos esos colectivos, en constante debate y transformación, tratando de llevar adelante leyes que mejoren nuestro trabajo dentro de la música, con inclusión y miradas diversas.

Por otra parte, de todos estos grupos se fueron dando otras alianzas para seguir unidas, en este caso arriba de los escenarios. Como lo es Tanguedoras, que formamos junto a Vero Bellini, Cintia Trigo, Andrea Bollof, Gisela Magri, Marina Baigorria, Patricia Malanca y Claudia Levy, todas compositoras y letristas, ya no quiero decir nuevas, porque hace más de 20 años que se está renovando la música ciudadana, poniendo historias de todo tipo, pero más que nada sembrando significancias y modos de ver nuestra actualidad y realidad social, con obras del cancionero del tango inclusivo, diverso y sobre todo de este siglo.

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