De cara a un nuevo 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la escena teatral sigue dando el debate. Con ese objetivo, se celebrará la 4º edición del Ciclo Teatro y Feminismos, desde el viernes 18 y hasta el 25, con múltiples propuestas escénicas y actividades que apuntan a visibilizar el trabajo artístico de las mujeres y las disidencias.
Con sede en el CELCIT (Moreno 431), se presentarán La mudita, de Irina Alonso (el viernes 18, a las 20); Lo que quieren las guachas, de Mariana Cumbi Bustinza (el sábado 19, a las 22); Potranca, de Mariela Asensio (el domingo 20, a las 17); Solilokia, de Laura Romero y Leticia Torres (el 20, a las 20) y No tengo tiempo, de María Pía López (lunes 21, a las 19). Y para complementar la agenda, habrá una serie de “desmontajes” al finalizar las funciones de La mudita (con la participación de Ana Laura Pace, Claudia Quiroga e Irina Alonso), y de No tengo tiempo (con María Pía López, Cintia Miraglia, Paula Puebla, Alejandra Varela y María Svartzman). Las entradas se adquieren en el sitio del Celcit.
La programación continuará con una serie de encuentros pedagógicos. Desde el 22 al 25, se dictará el curso presencial Las mujeres de mi historia, a cargo de Carolina Guevara, y el viernes 25, de 17 a 18.30, se ofrecerá una clase virtual y gratuita a cargo de Flora Ferrari y Antonella Sturla: Otra historia del teatro. Lectura, interpretación y análisis con perspectiva de género (con inscripción previa). Además, para completar la grilla, se podrá visitar la muestra fotográfica santiAMÉN. Ensayos fotográficos a partir de diálogos virtuales en el confinamiento 2020, de la fotógrafa feminista Claudia Quiroga.
El ciclo surgió en 2018, “al calor de la lucha por la despenalización del aborto”, según apunta la actriz Carolina Guevara, quien coordina el proyecto junto con un equipo integrado por Gabriela Blejer, María Svartzman, Agustina Miguel, Carlos Ianni y Antonella Sturla. “La idea se fue gestando desde algunos años antes, cuando el Ni Una Menos irrumpió en las calles y en las casas. Y es que esos hitos mueven todas las agendas, se vuelven transversales y el teatro no fue ajeno a eso”.
“¿Por qué es necesario un teatro que piense y haga desde los feminismos?”, fue la inquietud inicial que surgió en ese contexto. Desde allí partieron para armar una iniciativa que interpelara al público pero también al colectivo de artistas. Y las obras seleccionadas en cada edición siguieron esa premisa. “Buscamos siempre elegir obras escritas por mujeres, porque es una manera de visibilizar la palabra de tantas autoras que sabemos no tienen la misma visibilidad que los autores varones. Por otro lado, nos convoca una programación que no nos ubique a las mujeres y a las disidencias en el lugar de víctimas, porque creemos que eso tiene más que ver con el regodeo de los medios hegemónicos y de un relato que alimenta el morbo y quiere amedrentarnos. Por el contrario, nosotras desde el teatro proponemos accionar y actuar sin miedo, y en ese marco vamos hacia la búsqueda de una narrativa que nos encuentre vitales y con deseos”, señala Guevara.
La deconstrucción en los vínculos y en las ideas avanza, y las artes escénicas acompañan. Pero ante ese panorama, se abren nuevas preguntas. “Hoy nos encontramos con muchas amigas repensando estos espacios. Con algunas compañeras nos pasa que ya no queremos decir que hacemos una obra con perspectiva de género, porque también empezamos a palpar que ahí se ha abierto una especie de nicho, y sentimos una cierta mercantilización del asunto. Por eso, debemos evaluar qué de nuestras historias se está poniendo en juego, quiénes, y cómo las están contando o quiénes se las están apropiando. Y qué lugares de reconocimiento y poder siguen quedando entre los varones a costa de nuestras voces. Es un tiempo que nos requiere muy despiertas”.