La Argentina también golea en el “mundial” de literatura 2022. “Soy escritora de cuentos breves, así que también voy a ser breve en lo que diga”. Samanta Schweblin, con un elegante vestido negro y largo, sonríe. Esa sonrisa condensa la alegría y también la añeja incomodidad de tener que hablar durante la noche del miércoles en el Cipriani Wall Street, en la ciudad de Nueva York, por ser la ganadora del National Book Award 2022 en la categoría “Literatura traducida” con el libro de cuentos Siete casas vacías –editado por la española Páginas de Espuma en 2015, el mismo año en que ganó el Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero-, y traducido al inglés por Megan McDowell como Seven Empty Houses. Schweblin se transformó en la primera escritora argentina en ganar este prestigioso premio desde que lo obtuvo Julio Cortázar en 1967 con la novela Rayuela, traducida por Gregory Rabassa como Hopscotch.
Lo extraño real
“Soy una persona privilegiada por tener un montón de personas que en todos estos años han sido de gran sostén: así que les quiero agradecer a ellos, a mi pareja, a mi familia, a algunas maestras muy especiales que tuve en mi vida, a muchos amigos muy especiales, a Megan, mi traductora; a mis editores, a Páginas de Espuma que fue la primera en publicar este libro en español; a mis actuales editores, a la National Book Foundation”, enumera la escritora que vive en Berlín desde 2012 y que este año ganó también el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, que otorga la Universidad de Talca (Chile), por “su narrativa desestabilizadora, la exactitud de su prosa y la revitalización que opera su obra de la cuentística latinoamericana”.
Schweblin fue finalista del National Book Award en la categoría “Literatura traducida” junto a la ecuatoriana Mónica Ojeda, la ruandesa Scholastique Mukasonga, la japonesa Yoko Tawada y el noruego Jon Fosse. Megan McDowell también habla y agradece. “Los escritores son personas que luchan con las palabras; lo mismo que los traductores -compara la traductora-. Siempre digo que cualquier acto de comunicación es una traducción. Y he aprendido mucho de los actos de comunicación de los escritores y de las traducciones. Le agradezco a Samanta por su trabajo y por confiar en mí para la traducción. Y gracias también a los lectores por su continua curiosidad”.
¿Qué tienen los relatos de Siete casas vacías que siguen cautivando a los lectores de diversas lenguas? Quizá sea que la escritora lleva más lejos su agudeza y su sensibilidad para explorar lo extraño en un registro próximo a la realidad. Madre e hija salen a mirar casas y el asunto de los límites traspasa la raya con el robo de una pequeña azucarera. Los hijos se pueden extraviar bajo el mismo techo –cualquiera sabe lo fácil que es perderlos de vista–; quizá lo extraño sea que se pierdan junto a dos abuelos que se corren desnudos por el jardín. Una mujer reconoce el sonido del puño pesado de su vecino Weimer cuando le toca la puerta para pedirle que lo deje pasar al jardín a juntar la ropa de su hijo muerto, como si esas prendas fueran una especie de cordón umbilical que lo mantiene unido a su hijo.
Lola, una anciana enferma, cruel y repleta de manías, como por ejemplo hacer listas, quiere morirse. Pero todas las mañanas, inevitablemente, vuelve a despertarse. Hay una joven que regresó a Buenos Aires y pierde el tiempo y se pierde ella misma. Una nena se tomó de un saque una taza de lavandina. El camino de la casa al hospital, con toda la familia en el auto, es de un vértigo tan alucinante como dramático: para avanzar más en un tránsito parado, la bombacha blanca de la nena de 8 años, hermana de la que se intoxicó, resulta un trapo de suma utilidad. “Tengo que decir algo”, piensa una mujer que sabe que va a separarse, y sale de su casa con una bata y una toalla en la cabeza en un “insólito estado de alerta” que la libera de cualquier tipo de juicio.
“Mi literatura nació en lo extraño absoluto y se fue acercando cada vez más a mi vida. Es el libro de cuentos más autobiográfico, no sé si es mejor o peor, pero evidentemente hay un intento de entender cada vez más mi propio mundo. Quizá mi mundo era ‘eso otro más fantástico y absurdo’, pero uno va creciendo y va viviendo en un mundo más real”, planteó Schweblin en 2015 en la entrevista con este diario por la aparición de Siete casas vacías. La escritora –que nació en Buenos Aires en 1978- publicó su primer libro de cuentos El núcleo del disturbio en 2002, libro que había ganado el primer premio del Fondo Nacional de las Artes en 2001. Su segundo trabajo, los relatos de Pájaros en la boca (2009), obtuvo el premio Casa de las Américas en Cuba, fue traducido a trece idiomas y publicado en más de viente países. Desde entonces fue sumando más premios, como el Shirley Jackson por su novela corta Distancia de rescate, que fue llevada al cine en 2021 por la cineasta peruana Claudia Llosa. También fue finalista del Premio Booker Internacional y del premio LiBeraturpreis 2021 con su novela Kentukis (2018), traducida al alemán por Marianne Gareis con el título Hundert augen (Cien ojos).
El Oscar de la Literatura
“El National Book Award funciona como una revancha”, dice la escritora a Página/12 desde Nueva York. “Al género cuento no se lo valora tanto como la novela; entonces cuando empezaron las traducciones al inglés lo primero que se tradujeron fueron las novelas, Distancia de rescate y Kentukis. Y Siete casas vacías quedó para lo último cuando en realidad es un libro que viene antes de las novelas -repasa Schweblin-. Empecé a escribirlo sabiendo que me iba a vivir a Berlín, o sea que los primeros cuentos los escribí hace más de diez años. El recorrido para un libro de cuentos es mucho más lento y tardó más en ser traducido; por eso digo que es una revancha porque a pesar de ser un libro de cuentos, a pesar de ser un libro relegado, termina siendo el libro de cuentos el más premiado de todos. Es algo para celebrar por todas las puertas que abre este premio”. El National Book Award (la categoría “Literatura Traducida” se entregó entre 1967 y 1983, y recién en 2018 se reanudó) es como “los Oscar de la literatura”, es el premio más importante que puede recibir un libro literario en Estados Unidos.
Schweblin anticipa lo que muchas y muchos quieren oír: que está volviendo al cuento, después de dos novelas. “Estoy escribiendo lo que más disfruto escribir, cuentos, y estoy terminando un libro nuevo. Pronto habrá noticias”, anuncia la escritora. “Estoy muy contenta, con la cabeza metida en el libro. Todo esto que pasa me encanta, lo disfruto, lo celebro, pero lo que más me gusta en el mundo es tener un libro entre manos y saberme en medio de la escritura -confiesa-. Estar en el medio del proceso de escritura me hace muy feliz. Lo raro es que para escribir los cuentos tengo que estar un poco aislada, pero es cuando más me siento conectada con todo. Es extraña la sensación… Estoy muy contenta ahora mismo porque me toca celebrar este premio y a la vez estoy muy conectada con el libro que sigue”.