Bien puede pensarse en Olvidate del Matadero a la manera de un universo expandido, donde hacer habitar otros personajes a través de los cuales narrar y discutir ideas que lejos están de ser pretéritas. De este modo, la dupla conformada por Claudio Martínez Bel en dirección y Pablo Finamore en actuación logra una aproximación lateral y polémica sobre el cuento de Esteban Echeverría, en una obra que además de contar con el elogio de la crítica, fue nominada a los Premios ACE de este año en la categoría “Mejor Actor de Unipersonales” y seleccionada por el Instituto Nacional del Teatro para participar de la Fiesta CABA 2022. Olvidate del Matadero vuelve a Rosario, hoy a las 21 en Teatro Arteón (Sarmiento 778).
“Es un proyecto que nos viene dando muchas satisfacciones, estamos muy consustanciados con el tema que abordamos y con cómo lo hacemos; fue fluyendo todo de buena manera”, comenta Pablo Finamore a Rosario/12. En Olvidate del Matadero, el hijo de una criada de Esteban Echeverría lleva la voz cantante; alguien considerado el “opa del pueblo” pero sin embargo devorador de libros, en quien los hechos narrados por don Esteban en su famoso cuento no terminan de ser entendidos o compartidos. “A la obra la trabajamos continuamente. Claudio (Martínez Bel) es un director que está siempre presente, viene a las funciones y después nos vamos a comer y a charlar. Siempre estamos manteniendo el hecho vivo, puliendo cosas, buscando profundidad”, continúa el actor.
-¿Cuándo y de qué manera surgió el interés por este proyecto?
-Veníamos con ganas de hacer algo juntos desde hace rato. Resulta que a principios de la pandemia me reencuentro con “El Matadero” de Echeverría, lo volví a leer y me puse a trabajar; en principio desde la indignación, porque hace una demonización del otro tan categórica y rotunda que me movilizó. Me gusta leer, me gusta la historia, y me produjo algo similar a lo que ya me había pasado con la novela Amalia, de José Mármol: hay un bando en donde todos son feos, sucios y malos, y del otro lado son todos perfectos, sin fisuras, buenos padres, hermanos y amigos. Desde ese lugar, y atrapado además por la prosa de Echeverría, por el ritmo del cuento, empecé a hacer una primera adaptación. Claudio se entusiasmó; “me encanta”, me dijo, “pero te quedaste corto”. Así empezamos a trabajar en conjunto. Y me sugirió que estuviese atravesado por la mirada de un niño o un tonto. Nos inclinamos hacia el tonto del pueblo. Y fue la supervisión dramatúrgica de Mauricio Kartun la que nos hizo introducir el término del “opa”, algo que nos recordó, tanto a Claudio como a mí, sobre las épocas de infancia y adolescencia en nuestros barrios, donde el opa era una figura siempre presente, pero además es una figura mítica en la literatura argentina. Así que a través de su mirada, lo metimos dentro de la casa de Echeverría. Misky, hijo de una criada de don Esteban, tiene compulsión por la lectura y fue testigo de los hechos que narra Echeverría; compara lo que él sabe con lo que el cuento narra y se da cuenta de que son miradas distintas. Eso nos marcó el rumbo del espectáculo.
-El descubrimiento de una mirada que bien podría llevar a pensar en cómo nos hacían leer “El matadero” en la escuela.
-En la adolescencia uno no tiene por qué estar preparado para dilucidar lo que están transmitiendo en un cuento, que está considerado el primer cuento argentino y te lo dan como inamovible e indiscutible. Me parece que eso tiene que ver con la educación que tenemos. Yo me crié durante la dictadura y lo que nos daban era la historia mitrista, en donde hay una única mirada, no se cuestiona ni se piensa, se estudia de memoria y nadie analiza. Entonces, como adolescente, no se tiene por qué saber. Obviamente que tenemos capacidad para razonar y darnos cuenta de las cosas, pero es muy difícil, y eso es lo que también cuestionamos. Le queremos dar otra voz, otra mirada a la visión de la historia, y lo que queremos fundamentalmente abrir es un canal de dialogo, no queremos la demonización del otro, de ninguno, porque nos lleva a una cuestión violenta. Perdón, llevo las cosas a la práctica de hoy, pero cuando Rodríguez Larreta dice “nosotros queremos hacer un frente del 70% de la población, con todos incluidos menos el kirchnerismo” es la anulación del otro; ese otro que antes fueron Perón, Yrigoyen, Rosas; hay un grupo de gente que dice “estos no sirven, lo que hacen está mal” y no es así. Hay que discutir y presentar una visión en donde podamos estar todos incluidos, donde cada uno pueda tener su voz, se discuta, se piense y se vote.
-Siendo un unipersonal, ¿cómo te resulta este formato?
-Este es el tercero que hago de manera correlativa y en el transcurso de los últimos 10 años. No me significa un problema y me gusta tanto como hacer obras con mucha gente. Mis primeros cuatro años de formación fueron con mi profesora María Esther Fernández, que nos inculcaba mucho el tema de la poesía, del decir, y en los trabajos de muestras de fin de año nos incentivaba a estar solos en el escenario, así que es algo que ya lo llevo conmigo. Es un lenguaje que me resulta atractivo, me gusta. Hice El Salvaje, sobre un cuento de Horacio Quiroga, después Hijo de Mil: Concierto de Palabras Putas, sobre un libro de Ariel Arango, psicólogo rosarino; y ahora surgió lo de Matadero. Pienso seguir, porque es un lenguaje que me viene bien, lo disfruto.
-De las sugerencias de Kartun, ¿qué elegís destacar?
-Fue un lujo, con la capacidad y generosidad que tiene, un maestro. Se interesó y lo leyó, y eso ya fue parte de nuestra alegría. Empezó a colaborar durante el transcurso de la pandemia; trabajamos 7 meses con la dramaturgia, a distancia. Su aporte nos generó un montón de cosas, es una ametralladora (risas), muy agudo en sus apreciaciones. Teníamos charlas con él en base a lo que le dábamos, luego nosotros elaborábamos y volvíamos a trabajar, y él nos hacía otra devolución. No nos pusimos a ensayar hasta tener el texto completo.
Finalmente y sobre el regreso a Arteón, Finamore destaca “la alegría de saber que hay posibilidades de que se rescate el lugar; espero que se concrete y este espacio continúe, gracias al enorme trabajo de Néstor Zapata y Sabatino Palma”.