Una vez más, como ocurrió en La Plata, Cristina convoca, describe, desmantela y exhibe todos y cada uno de los dispositivos que no nos permiten crecer y ser soberanos. No acude a los eufemismos. Recurre a la historia, desarrolla paradigmas de funcionamiento y comprensión, convoca al análisis y a la consideración de los datos duros para crear un mapa en el cual las políticas públicas cobren sentido. Esas que deben ser parte de la reconstrucción de un modelo económico, social y políticamente sustentable que ordene las prioridades y permita que los proyectos de vida se realicen en esos núcleos vitales que el peronismo siempre protegió: la familia, el trabajo y la educación. Esta complejidad, sin embargo, no está exenta de un tono didáctico, casi docente, cuya claridad discursiva busca la atención de cada ciudadano y ciudadana. "Tenemos que explicarle a nuestro pueblo. No hay mejor ayuda para un gobierno que la sociedad sepa hacia dónde vamos", destacó. Y vaya si lo logra.
El saber es una forma de poder, como sabemos, ya profusamente estudiada por Foucault. No está de más recordar esta trama que el pensador francés proponía porque justamente da cuenta de que el poder no es un dispositivo centralizado en una zona única sino que está disperso en todo el tejido social. Es interesante que quien ha sido acusada en varias oportunidades de centralizar el poder se dirija a una ciudadanía a la que sabe inteligente, capaz de ejercer su propio poderío, discernir y elegir en consecuencia.
A la vez, Cristina trasciende cualquier categoría prefabricada y ensaya una propuesta para la ciudadanía “porque un pueblo que sabe es un pueblo que se empodera”. Es decir, a diferencia de los discursos que subestiman a la ciudadanía, ella le habla a una sociedad que, como señaló, no se deja engañar.
En el marco del Día de la Militancia, evocando el retorno de Perón tras 17 años de exilio, la vicepresidenta fue capaz de trazar un arco que vincula el pasado con el presente. En su palabra, el pasado no es una verdad cristalizada sino materia viva e inspiradora que debe servir para impulsarnos hacia el futuro. Retoma así una tradición del Perón estadista que se dirigía al pueblo incluso con sentido del humor (la incorrección política es parte del peronismo como discurso y épica). Así, al igual que el General, ella describe la realidad geopolítica de su época y ensaya una propuesta hacia lo que vendrá.
Por eso asume, a la vez, el riesgo que implica haber estado en un lugar que nunca es inocente. Reivindica sus gestiones de gobierno pero no deja de pensar en el futuro. Llama a la autocrítica a la vez que ensaya una frase refundacional: “Convirtamos el 17 de noviembre en el día del militante por la Argentina”. Y en esa propuesta invita al fin de los desencuentros a la vez que subraya las conquistas del peronismo como marca identitaria. “Muchos nos quieren contar lo que es la libertad y la democracia. Que nadie venga a explicarnos a los peronistas lo que es la libertad de poder opinar”, dice luego de trazar la historia de proscripción que finalmente marca el retorno de Perón a la Argentina.
En ese contexto, aborda un tema tan espinoso como la seguridad. No es azaroso. El 1 de septiembre, como señaló, se rompió el pacto democrático por primera vez desde 1983. El intento de magnicidio contra su persona tiene un doble aspecto que Cristina subraya una y otra vez. Por un lado, la ineficaz respuesta que ella, en tanto víctima, está recibiendo del Estado en general y del Poder Judicial en particular. Que ella sea además ex presidenta, actual vicepresidenta y sin dudas una de las figuras políticas más descollantes de nuestro país en este siglo, lejos de ser un privilegio, pareciera ser la razón de la inacción que ha construido cierto sector del Poder Judicial en la investigación de esta causa. A continuación, Cristina trasciende ampliamente su situación personal y sitúa la problemática de la seguridad en un espacio mucho más complejo. "La democracia tiene una deuda en materia de seguridad que ningún partido político ha logrado solucionar", enfatiza. Y alienta a un debate amplio porque, como dijo en varias oportunidades, es necesario abrir la discusión en vez de cerrarla. Y es que la falta de seguridad erosiona la institucionalidad misma y con ella, el arduo trabajo que ha sido necesario para sostener la democracia.
Un amigo mío tiene una canción bellísima llamada "Abre", donde habla de los riesgos y las pasiones. Cristina sigue abriendo significados, maneras creativas y arriesgadas de concebir lo político y militarlo. Es de una estirpe rara, única: la de quienes estuvieron en el poder y son capaces de volver a ejercerlo, sabiendo que las condiciones siempre son distintas y los desafíos renovados. Mientras confía en una ciudadanía capaz de no claudicar en su convicción de que la democracia es el único modelo que resguarda la vida, nos protege y nos iguala.
* Vicegobernadora de Santa Fe