En el cielo, por el río, hay destellos. Son los incendios acostumbrados o es la guerra definitiva de los extraterrestres que se cansaron de nosotros. En todo caso lo que menos se parece es a una contienda: si lo quisieran barrerían con todo en lo que dura un parpadear. Es otra cosa. Encuentro al Sr. Malandro como salido de la nada misma en una esquina.

–¿No puede cruzar abuelo?

–Estoy tratando de forzar al rojo que se vuelva turquesa, que es mi color favorito.

–Pero van a chocar los autos.

–De eso se trata, de agregar confusión al mundo irredento éste –culmina con una leve sonrisa.

Advierto una dama espectacular que enciende un cigarrillo a su lado. Pensé que era una peatona esperando el semáforo. Lo toma del brazo y avanzan, y yo con ellos.

–Vamos a las Colectividades –susurra el Sr. Malandro.

–No lo hacía tan obvio… pensé que esas aglomeraciones le disgustaban.

–No, nunca es disgusto ver gente paseando y gastándose el jornal en alimentos exóticos y pavadas disfrazadas de folclore. Además, hay mujeres, y eso me alienta a conseguir dos o tres esta noche.

Lo miro y le objeto con una seña que está acompañado.

–¿Ella? Es turca y no entiende un pepino de lo que hablamos. La chica es perfecta.

–¿La quiere? –me pregunta el Sr. Malandro.

–Nunca compro sexo.

–Es gratis… Más aún, lo que gano me lo gano en buena ley.

Larga una risotada y ella también, como comprendiendo la escena.

–Dele la mano, pruebe una caricia masculina detrás de esa ropa, de ese atuendo hay un hombre que se dice mujer ahora y que vive mejor que usted porque ha encontrado el metié de su vida y es feliz. Ella aprueba, y cierra los párpados que caen como dos telones.

–Lo noto enamorado

–¿A ella o a mí?

–A los dos, hacen una buena pareja.

–Usted no entiende: el amor son hormonas puras. Cuando hayan descendido su potencial eso que usted llama amor se desvanecerá como esos fuegos de artificios allá en el cielo. ¡Piff! un escape de energía y adiós amor, ¿comprende?

Ella admite como si comprendiera. Me toma de la mano. Es suave. Huele muy bien. El Sr. Malandro prosigue con su monólogo mientras atravesamos una hilera de tilos que exudan su perfume.

–Ella es un hombre, él es una hembra, elija usted el término que quiera. Los dos sabemos quiénes somos y qué queremos. Eso no significa que seamos novios y menos aún que nos casemos o nos convirtamos en eso denominado pareja. Ya se sabe: para el matrimonio que es tan pesado de llevar hacen falta más de dos personas. Haga las cuentas: ¿cuánto tiempo usted fue feliz estando casado?

Yo miro las baldosas y el río que se aproxima

– No sé. Es una pregunta tonta.

–Tontos son ustedes, que acceden a casarse sin pensar en las consecuencias. Ni hablar de los hijos. Le cuento una frase sublime: “ambos se casaron con alegría de vivir la vida juntos. Luego de veinte años ya duermen en tumbas separadas”.

–Una belleza, ¿no es cierto mi amor? –y le acaricia el mentón a la dama que se ciñe cada vez más a mí, como alejándose de él.

–Usted le ha gustado. Vaya, vaya con ella y sean felices que ya es hora de cazar y fotografiar humanoides, dele, no tenga miedo que no muerde, vaya, vaya que está más triste que un perrito abandonado, se le ve en los ojos.

Yo voy solo a la guerra y ya es la hora de despedirnos. Le da un piquito a la turca y busca alejarse. Siento una especie de terror. Lo tomo de brazo.

– Espere, espere.

–¿No está preparado para estar a solas con ella? Lo entiendo, haga lo que haga pero no la ofenda. Pero bueno sigamos en la noche a ver cómo continúa girando la rueda del mundo. No olvide que es turca y los turcos son de sangre especial: cuando les gusta algo hasta obtenerlo dan la vida de ser necesario.

Disfruta con mi aturdimiento. El olor de la dama me emociona y no sé por qué. El Sr. Malandro está disfrutando con el momento: me debe ver como a una liebre temerosa, mientras él y su todavía compañera, se enseñorean por la costa del Paraná, tranquilos y eficientes, generosos con el universo y sin resuello. ¿Felices será la palabrita? ¿Me habré convertido en esos vestigios de machos criollos asustados ante la presencia de lo raro? ¿Soy un machirulo idiota? ¿Me gusta ella y él juntos en un mismo cuerpo? El olor que exuda es el mismo que sentía en los bailes de Provincial, de allí mi alianza con el recuerdo de tiempos idos. Me siento en un banco; es como si me hubiese bajado la presión de golpe. 

La señorita es quien me habla: “Vos y yo vemos las mismas cosas. Dejame ver por arriba de la gente y en el centro de los dolores y las argucias para vivir como los demás, qué hacen, cómo se mueven, qué traman. Vos algún día no vas a estar más y esto que observamos carecerá de importancia. Pese a todo la vida es bonita, a pesar de sus accidentes, de sus atropellos. No te dejes ganar por la fatalidad. La gente muere en silencio sin quejarse y eso se llama dignidad. Todo este tiempo has vivido envenenado y no te dabas cuenta. No soy quién para decirte estas cosas: La vida tiene esto y mucho más, muy en el fondo las cosas son mejores o peores pero distintas. Somos iguales. A vos te asusta mi dolor que ya no es tal. Siempre estuve al lado tuyo pero eso no nos alcanza a los dos. Ahora solo me queda dejarte solo como un astro que se quema en la oscuridad de estos versos.”

Esto escuché desde mi sueño en ese banco del parque Urquiza, realmente, cómo decirlo, salido de la nada. Su perfume. Su beso en mi mejilla. Mi pena de no saber qué hacer para mejorarme. Este mundo. El Sr. Malandro. Abro los ojos. Ahí está él. Sonriente y burlón.


–¿Despertó caballero? Tome, tome –me extiende un vaso de algo poderoso que me despierta y me hace poner de pie. He entendido una cosa imposible de comunicar. 

Antes de que hable y pregunte qué me sucedido y dónde se fue la dama, el Sr. Malandro me da un tironcito en el pelo.

–Lo dejo solo, tengo cacería, repóngase y descanse. Es el amor, a veces se abre el horizonte un rato nomás. Usted lo ha comprendido, muchacho loco. No se deje engañar, sea dichoso, y que le garúe finito.
Su magra figura se pierde en las sombras. Arriba estalla la cohetería de un mundo que se rompe, pero nada me importa. Algo vi, algo más sé, algo, algo es algo.

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