En Cabildo y Juramento, la esquina de la que se enamoró la nueva generación de jóvenes a partir del homónimo disco de Conociendo Rusia, no todo siempre ha sido idilio. Alguna vez también fue epicentro del caos. Por cortesía de Sui Generis: la banda de sonido de otra progenie de adolescentes, la que versaba sobre la paz y amor, en su reunión de 2000 casi encendió la chispa para una revuelta popular. Sucedió en la presentación de su álbum Sinfonía para adolescentes, que tuvo como single “El día que apagaron la luz”. Por lo que el tema estuvo a un tris de convertirse en “La noche que apagaron la luz”. Ahí mismo se erigía una disquería en la que se programó un showcase para presentar la vuelta. Mientras la dupla tocaba algunos temas, el público que quedó afuera del lugar intentó entrar a la fuerza. Si la policía no hubiese intervenido, el arrebato hubiera tomado forma de saqueo.

El calor de la tarde evoca al de esa noche. Pero Nito Mestre no se acuerda del clima, y mucho menos de lo que sucedió. “Mi cabeza lo borró”, justifica en un hotel del Centro. Sin embargo, más que borrarlo, su cabeza lo bloqueó. A medida que habla, paulatinamente va asomando algunas sombras de lo que aconteció en aquella ocasión “Caótico es poco”, retoma. "Fue algo calamitoso diagramado en un escritorio de una oficina. Cuando esas ideas se llevan a la práctica, no hacen más que generar quilombos”. Una vez que regresa a la actualidad, este pilar del rock argentino comenta que se encuentra muy bien. “Con la cabeza mirando al futuro”, enfatiza. Más aún tras enterarse de que se agotó el show que prepara para celebrar este sábado, en el Teatro Opera, los 50 años de Vida, disco debut de Sui Generis, junto a la Orquesta Sinfónica de Neuquén.

-¿El recital tiene que ver con la veta revisionista que alimentó la pandemia?

-Como con los cumpleaños, hay que festejar. Veníamos pensándolo desde principios de año. Si lo hicimos con la orquesta es porque me parece una forma de festejarlo “con tuti”. Hago varios conciertos sinfónicos en el año, donde abarco toda mi carrera: Sui Generis, Los Desconocidos de Siempre, mi carrera solista. Y solemos hacerlos en distintos lugares. Se nos ocurrió festejar Vida, que coincide con mis 50 años de carrera artística: firmé mi primer contrato en agosto del 72, y entramos a grabar al mes siguiente. Ese año arrancó una nueva vida.

-Cumpliste hace poco 70 años. Luego de que se lo celebraran a Charly, a Gieco y a Lebón, ¿no te llegó propuesta para festejar el tuyo con un recital?

-No quise llamar la atención ni hacer ningún tipo de alusión. Lo único que quiero es festejar el aniversario de Vida. Que no se malentienda: no estoy matando dos pájaros de un tiro. No sólo tocaré Vida, también recorreré mi carrera. Son 25 temas, más las historias que yo cuente. Es un show de dos horas. Es una reunión de amigos. Habrá banda e invitados. No diré quiénes. No quiero abusar de mis amigos para que venga gente.

-¿Al menos podrías adelantar si estará alguno de los músicos que participó en la grabación del disco?

-Francisco Prati, el baterista que grabó en ese disco, va a estar. Nosotros teníamos una especie de ética con los músicos. En enero del 71 estábamos tocando en la Costa, y al bajista se le ocurre irse vacaciones. Se fue a las Sierras son sus padres. Sin bajo no tenía mucho sentido la batería. Le preguntamos si quería cantar, pero no anduvo. Así que casi de prepo nos convertimos en dúo, y nos contrataron bajo ese formato.

-¿Quisieron hacer un Crosby, Stills & Nash?

-Cuando fuimos a grabar lo llamamos. Luego dejó de tocar porque se dedicó a la arquitectura. Al poco tiempo que se separó Sui, armé Los Desconocidos de Siempre y lo llamé de vuelta. Pasaron 50 años, ya se recibió de arquitecto y se retiró, pero nunca dejó de tocar. Aún lo hace con la batería original de Sui. Se dieron esas circunstancias particulares. Yo creo en las pequeñas señales. Cuando los planetas se alinean, se ponen de acuerdo y juntan energía para que algo salga bien.

Imagen: Gentileza Pablo Munne.

-¿Qué te pasa cuando te das cuenta de que pasaron cinco décadas, y las canciones siguen siendo contemporáneas?

-Es la alegría que me da este disco. Pero me pasó de probar cosas mías o de Sui, y no sucede nada. Ni siquiera a mí. El mejor caso es “Botas locas”. No me convenció volver a tocarla, luego de probar una vez. Estaba refererida al gobierno militar cuando había conscripción. Perdió la gracia. Vos ves hoy Naranja mecánica y pasa lo mismo. Cuando salió había que cruzar a Uruguay para verla porque acá estaba prohibida. Vos la ves ahora, y la televisión está peor de violenta. Los tiempos cambiaron. Que una canción o un disco se sostenga en el tiempo es para festejar. Cantás los temas de The Beatles y parece mentira que hayan sido hechos hace mil. Odio ir a un show y que sólo me muestren temas nuevos. Ni McCartney ni Peter Gabriel hacen eso. Me parece increíble la cantidad de gente a la que llegó. Que alguien le ponga Mariel a su hija por ese disco es raro.

-¿Y a vos te pasa eso mismo que le sucede el público?

-Claro. Me pongo a escuchar, por decirte algo, “Massachussets”, de los Bee Gees, y me lleva hacia esa sensación agradable de joven. Y la cuido. La adolescencia es una época en la que toma forma todo lo que vas a ser más adelante.

-Manejás mucha data. Cuando grabaron Vida, ¿qué música escuchaban?

-The Beatles, Rolling Stones, Animals, Peter, Paul & Mary. Así como pasa hoy con la cumbia, Creedence era lo más popular. Lo mismo que The Monkees. Muchos te decían que no veían El club del clan, pero luego descubrimos que muchos rockeros sí lo hacían. Todos lo veíamos porque había una banda con batería, bajo y guitarra eléctrica. Luego de que pasás esa etapa de pendejo, te das cuenta de que la música pasa por todos lados.

-Pero “Posludio”, tema instrumental y experimental que cierra Vida, era muy vanguardista para la época.

-Eso lo saqué del cine. Charly y yo somos amantes del cine. Veíamos Blow Up, directores italianos y películas suecas. Sólo había tres salas que pasaban ese tipo de cine, y sabías que ibas a coincidir con alguien con tu misma frecuencia. Eran pequeños ghettos que nacieron de una forma de comunicación. No te olvidés que en esos años alternaban los militares con democracias frágiles. Charly tenía la absoluta confianza de que nos iba a ir bien con el disco. La meta era hacer uno, y que nos fuera más o menos bien. Eso era un enorme logro cuando el rock era la nada misma. Y más con nuestro estilo, que era un dúo cantando a voces. El adoraba a James Taylor y Simon & Garfunkel. Eran sus focos de atención. Y no estábamos tan lejos de ellos.

-¿Lo vas a tocar en el Opera?

-Sí. Pero no sé si todas las partes de la flauta las haré yo. Cuando se lo mostré a Charly, a mí me sonaba hindú. Lo digo por esa cosas medio de armonía estirada. Te mete en un clima medio misterioso, de película.

-¿Eso lo harás con orquesta o banda?

-Habrá orquesta y banda. La idea es enganchar climas emotivos que tengan que ver con mi vida, que tienen un por qué. No los tocaré en orden cronológico, sino en orden emotivo.

-¿Por qué con la Orquesta Sinfónica de Neuquén?

-Toqué con ellos en el Día del Veterano de guerra. Fue el primer show que hice luego de la pandemia. Cuando fuimos para allá, me gustaron mucho la orquesta y el director (desde 2006, Andrés Tolcachir está al frente de estos músicos). Les gusta lo que están tocando, y esa energía se transmite. Tocar en el Opera también tiene su razón de ser. Antes se hacía en el Astral, y en el Opera era un plano mayor.

-¿Y el Gran Rex?

-No existía para tocar como ahora. Funcionaba más bien como cine. Ahí hicimos La biblia, pero mucho después. Nosotros llegamos a tocar en el Opera. Me gustaba mucho por su sonido.

-¿Cambiaron los arreglos de los temas?

-Se respetan. El arreglador, Alberto Velazco, fue el mismo que me propuso hacer un show orquestal en 2007. Con una banda, si pifiás, te cubren. Pero con una orquesta todo tiene que salir bien. El criterio para los arreglos, en esta ocasión, era no romper los temas. Los arreglos son funcionales a las canciones. Si bien hay cosas que se pueden mejorar del original, está el tema tal cual es.

-Muchos artistas fuerzan el hecho orquestal, lo que no es tu caso, tenés un disco en ese formato. Pero cada vez más son los artistas que lo hacen. ¿Cómo ves esa expriencia en el rock argentino?

-Todo sinfónico no me cierra. Cuando lo escuché a Serrat hacerlo, se puso todo más lento y diluido. El arreglador se fue por las ramas, los temas se hicieron más largos. Le sacó glamour. Yo empecé en 2007, y hacer sinfónico de todo no va. De hecho, el “Blues del levante” lo haremos con banda. Es un blues, es muy ríspido. Temas como “Natalio Ruiz”, “Necesito”, “Dime quén me lo robó” y “Mariel y el Capitán” salen solos así. Aunque “Natalio Ruiz” es más complicado. Es el “A Day in the Life” (original de The Beatles) del disco.

-Trip de agosto es tu último disco de estudio. ¿Preparás algo nuevo?

-Estoy grabando temas nuevos, pero con distintos productores. Estamos en cuatro, la idea es llegar a ocho.

-Hiciste de todo. ¿Sentís igualmente la presión de seguir produciendo material nuevo?

-Hace ocho años que no saco nada nuevo. Es cierto. La ventaja que tengo es que no tengo jefe de producción musical. Te puede ayudar tener a un Sony ahí, pero la presión se siente. Hoy no la siento porque no tengo apuro. Podría sacar un disco más como no hacerlo. Ahora estoy rescatando temas, y armé diferentes formatos para tocarlos.

-¿Estás al tanto de las nuevas generaciones de artistas argentinos?

-Está Bándalos Chinos, y hasta llegué a verlos en vivo. Me gusta su manera de sonar y de moverse. Al igual que la de Zoe Gotusso e incluso la de Wos, por más que sea de otro palo. Están buenas sus letras. Son rebeldes.

-A propósito de eso, en la pandemia fuiste noticia luego de que en Twitter debatieras con un usuario que estaba en contra de la vacuna. Al final le contestaste “soy rebelde, no boludo”. ¿Qué es para vos la rebeldía?

 

-La rebeldía debe tener sentido. Si abro la ventana y me tiro para demostrar eso, te mátas. Eso es de boludo. Dije eso porque si un científico te está salvando, ¿para qué vas a discutir con él?