A poco menos de un año de las elecciones Cristina Fernández de Kirchner consolida su centralidad. Confirmó en La Plata que tendrá intervención decisiva, con altas posibilidades de ser candidata a presidenta. Indicó a sus fieles que no es momento de definirlo. Las Primarias Abiertas nacionales (PASO) tienen pinta de inamovibles.
La lógica política ayuda a pensar, a escapar del encierro en el “último momento”. Cristina va definiendo posturas, temarios. Escoge una posición inédita que no tiene precedentes locales. La vicepresidenta deviene oficialista crítica mientras sus aliados fieles la vitorean. Siguen siendo funcionarios o legisladores oficialistas o dirigiendo empresas y reparticiones públicas.
Los adversarios claman: es esquizofrenia o algo peor. Flojo para las metáforas y para el arte culinario el expresidente Mauricio Macri acusa: “te ofrecen milanesas con papas fritas y te dicen que son fideos". En fin.
La vicepresidenta construye una plataforma que desarrolla y amplía en sucesivas presentaciones públicas. Cada discurso agregará novedades, paso a paso, en su medida y armoniosamente.
El jueves Cristina evocó a Juan Domingo Perón a medio siglo del regreso a la Argentina. Interpretó que “el General” no tenía intención de ser presidente en 1973. Tuvo que cambiar de parecer. Tientan los paralelismos con el presente, sería temerario engolosinarse: equiparar al presidente Alberto Fernández con Héctor Cámpora, a “ella” con Perón. Pero Cristina no divaga cuando expone, la comparación fue un mensaje. Sin minimizar medio siglo de distancia y tantas diferencias Cristina repiensa la movida de 2019 que creó las condiciones de posibilidad de la victoria sobre Macri. Sacó un conejo de la galera. Nadie vio venir la decisión, nadie la imaginó. Posibilitó la unidad del peronismo fragmentado.
Cristina no disponía de tantas opciones para armar fórmula siendo vice garantizando los resultados obtenidos con Alberto Fernández. El firmante de esta nota opina que eran dos: éste y el exgobernador Felipe Solá. Contrafactuales claro, abundarán en esta columna.
Proyectada hacia 2023 CFK cuenta con un abanico acotado de jugadas. Abstenerse queda fuera de las alternativas. Contradeciría su liderazgo, su voluntad política, el deber, el temple post atentado contra su vida.
Repetir el esquema de 2019 seduce poco. Imaginemos presidenciables. Alberto sigue amagando. Nadie más se postula.
Una variante podría ser promover al ministro Sergio Massa, si la economía repunta. Se asemejaría demasiado al diseño armado con AF.
El gobernador chaqueño Jorge Capitanich podría ser otro protagonista, más afín al kirchnerismo que Alberto.
El ministro Wado de Pedro, mucho más cercano a Cristina, tendría más sabor a nuevo.
En esas o en otras hipótesis el artefacto sería el que está desacreditado hoy en día. El invento no anduvo. ¿Por qué ilusionarse con las copias?
Acompañar a esos u otros candidatos sin participar en la fórmula y buscar un cargo legislativo en Buenos Aires resultaba la variante esperada hasta septiembre. Sigue en pie, no se abandonó plenamente aunque dejó de ser favorita en las apuestas sobre política.
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Axel y la provincia: Con las coordenadas actuales el gobernador Axel Kicillof conserva mejores perspectivas de ser reelecto que el presidente. Y a Cristina le importa fortalecer “la provincia”. En cualquier caso, una buena elección es crucial tanto para ganar las presidenciales cuanto para una retirada conservando un bastión, revalidando a Axel, un cuadro predilecto para Cristina. Con otro período para gestionar la provincia se edificaría continuidad con los mejores momentos del kirchnerismo. Un legado.
Resulta factible que la vicepresidenta haya imaginado tres años atrás que su legado sería un peronismo unido, una administración seria, una recuperación de variables socio económicas, mejoras en la distribución del ingreso, ampliaciones de derechos. También, por cierto, ocho años de continuidad.
Para reverdecer tales objetivos tiene que cambiar, entiende que diferenciándose de Alberto Fernández. La pregunta del millón es la potencia de la maniobra medida en votos, la aceptación fuera de las fronteras propias.
Los mensajes del estadio Diego Armando Maradona apuntan a ampliar las adhesiones. Un salto de calidad inmenso.
Víctima de un ataque criminal, Cristina habla de pacificación, de ralear a los violentos, de desechar cualquier tipo de violencia o vendetta.
La persecución judicial en su contra se acelera.
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Inquisidores por Zoom: José Manuel Ubeira es un abogado experimentado, acostumbrado a moverse en el serpentario de Comodoro Py. Se maneja bien ante cámaras y micrófonos, tiene un llamativo sentido del humor. No pierde los estribos ni el control de una conversación, en general. Impacta cuando encara a camaristas y jueces que deberían investigar la tentativa de homicidio. Transmite desazón. Les espeta que recurre ante ellos solo para edificar el camino a los tribunales internacionales, a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. No cabe esperar de ellos imparcialidad ni seriedad, ni decoro. Ni siquiera hipocresía. Dejan caer pruebas, rechazan proveer medidas razonables propuestas por la querella. La jueza María Eugenia Capuchetti se ofende porque la recusan. Se auto alaba.
El fiscal Diego Luciani hace lo propio en la causa Vialidad. No replica los argumentos de las defensas … quiere apurar la sentencia. Cristina tendrá la última oportunidad para hablar el 29 de noviembre.
Los jueces federales se disponen a fijar fecha para el veredicto, la enunciación de condenas o absoluciones sin los fundamentos. En la prensa dominante y en los quinchos VIP se da por hecho que la vicepresidenta será condenada. Los camaristas colarán el momento durante el Mundial. Se chimenta que dejarán vacía la sala de audiencias para valerse del Zoom. Imágenes espectrales, borrosas que desnaturalizarían al extremo un acto solemne. Sus Señorías hurtan el cuerpo mientras violan derechos.
La oposición sueña: el descrédito de Cristina limará sus perspectivas. No conseguirá proscribirla exactamente.
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Escenarios en la niebla: Una mayoría rotunda y transversal de dirigentes cree en las encuestas preelectorales aún las medidas en lontananza. No se sabe si los sondeos reflejan la realidad previa pero influyen en conductas relevantes.
Este cronista es escéptico respecto de las mediciones. Agnóstico o ateo, llegado al caso. En un contexto volátil, de incertidumbre, cuesta imaginar escenarios para 2023. Varios meses equivalen a largo plazo.
El sentido común preponderante y las predicciones de los expertos le adjudican al diputado Javier Milei onda 20 por ciento a nivel nacional. Uno no confía. Menos en que la colosal cifra de votos se sostenga según transcurren los meses. Intuye que ante una virtual polarización en las PASO Juntos por el Cambio (JxC) imantaría los votos de Milei. A la vez, uno sabe que los vaticinios personales pueden fallar.
Los que profetizan el crecimiento de Milei explican dónde arraiga. El escepticismo, el desencanto con las variantes probadas desde 2015. Los argumentos “anti casta” penetran en especial en jóvenes de sectores medios o populares. La verosimilitud de las observaciones no equivale a la certeza del vaticinio.
Macri y la exministra Patricia Bullrich ahondan el sesgo derechista para minimizar a Milei dándole su propia medicina. Cuando se distiende, Macri se zarpa. Describe como “raza superior” a los alemanes, tremenda confesión del alumno del Cardenal Newman. La DAIA fingirá demencia o distracción. Ciudadanos que registran sin mediaciones, capacitan para pasar por encima de los encubrimientos. Parlotear sin plan ni filtro devenga costos diferidos cuando se mete la pata, se ofende, se discrimina, se deja caer la careta.
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El enigma del crecimiento: Cristina moviliza a una minoría intensa con masividad incomparable. Queda por develar el enigma de transformarla en mayoría o en primera minoría apta para vencer en el sistema electoral criollo.
El éxito de 2019 se concretó ampliando las bases, “centreando”, consiguiendo adhesiones de ciudadanos no encuadrados. Y no politizados. Necesitados de tranquilidad, de una vida cotidiana no tensada, de ingresos que alcancen. El discurso del jueves situó “los años felices” en el pasado.
Lula da Silva accedió a la tercera presidencia en una contienda polarizada. Su coalición fue más amplia que la de Jair Bolsonaro: de la centroizquierda al centro. O a la centroderecha.
No hay fórmulas mágicas, universales, infalibles. Es preciso mirar a la gente común, interpretar cuáles son sus afanes, sus preocupaciones básicas, su sed.
Este cronista palpita que la sociedad argentina es más racional y sensata de lo que barruntan muchos. Que una ultraderecha tosca, llámese como se llame, se expone a encontrar límites en su convocatoria si se le contrapone una propuesta racional, tolerante, abierta, con medidas comprensibles y creíbles.
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Es la política, che: La globalización, la pandemia, la ultraderecha ensoberbecida... Los cambios y las regresiones son terribles. Vale pero no explica la totalidad.
La política sobrevive en el naufragio, el abecé preserva vigencia. Por ejemplo. la interna a cielo abierto serrucha el piso común, un despropósito. Exacerba la diáspora, excita la desconfianza de la opinión pública.
La reaparición del exministro Martín Guzmán revela soberbia, desubicación, hasta desagradecimiento al Presidente que lo designó. Huele a síntoma, a falta de compromiso.
Los adversarios participan. Las denuncias estigmatizantes y truchas contra beneficiarios del programa Potenciar Trabajo recorren un sendero tradicional. Una supuesta filtración a los medios, un fiscal que acusa sin evidencias serias, la discriminación feroz, un editorial soez de La Nación.
Los otros meten la pata, riñen entre sí. Yerran y aciertan. Hace un año ganaron las elecciones. Si fueran en este verano serían amplios favoritos.
Los pronunciamientos electorales en Brasil y Estados Unidos comprueban que los líderes de ultra derecha tienen gravitación y votos. Al unísono, que se los puede derrotar. El futuro es abierto, cuesta arriba.
Todas estas historias continuarán.