El jujeño Ezequiel Villarroel acaba de ganar el concurso regional de poesía de la Feria del Libro de La Rioja.

El poeta de 39 años publicó los libros de poesía La hora de la siesta (2006), No alcanzó el nivel deseado (2009), Al menos no está lloviendo (2013).

El premio riojano lo obtuvo con el libro 370, título que hace alusión al barrio Alto Comedero de la capital jujeña.

¿Qué temas atraviesan el libro con el que ganaste?

El tema principal del libro es la marginalidad, está ambientado en la década del 2000 y los poemas giran en torno a un grupo de adolescentes de las 370 viviendas del barrio Alto Comedero.

¿Sientes que te referencias en algún poeta jujeño o del noroeste?

Tengo como referentes jujeños a poetas de mi generación. Siento que tenemos un nexo en común, aunque escribamos con estilos distintos.

Entre ellos puedo nombrar a: Federico Leguizamón, Elizabeth Soto, Meliza Ortiz, Pablo Espinoza, Paula Soruco y Salomé Ésper.

A propósito de premios, ¿qué piensas de ellos?

Hay dos cosas buenas en los premios literarios, la plata y la publicación. De hecho, yo publiqué dos de mis libros gracias a los concursos.

La contra que les veo es que los organizadores no suelen hacer una buena circulación de los libros premiados y terminan escondidos en algún rincón, sin pena ni gloria.

¿Crees que la región necesita más concursos?

Definitivamente. Hay muchos escritores en el noroeste y pocos concursos con buenos premios. En esta época en la que cuesta caro editar, creo que una buena alternativa es participar de concursos literarios. Por supuesto que ganarlos es otro tema, pero siempre está bueno hacer el intento.

El libro con el que gané, lo empecé a principios de la pandemia, así que cuanto se anunció el concurso, ya lo tenía terminado. Lo bueno es que la suerte estuvo a mi favor.

De las palabras al hecho

(Dos poemas del libro ganador)

ODISEA DEL ESPACIO

unos primates encuentran un monolito gigante que

los conduce a un estado de inteligencia superior.

millones de años después

una pared llena de grafitis

es nuestro lugar de encuentro

entre las ruinas del aeroclub

en medio de la pista donde a veces volamos

y nos estrellamos como cascarudos contra los focos rotos

en plena oscuridad.

hay una casa de bloques

vacía

sin ventanas ni puerta

a la que alguien le puso “cogedero” con aerosol

justo arriba de la entrada.

nos metemos los días de frío

o en temporadas de lluvia

y hacemos un fueguito

con ramitas secas y un encendedor

mucho más zarpado que el de nuestros ancestros.

MADE IN CHINA

el reloj que afanamos

en la feria

tenía agujas fosforescentes

tres agujas que brillaban en la oscuridad

y salían del cuadrado.

andaba para la mierda ese reloj

se adelantaba

y nosotros envejecíamos más rápido.

Brayan decía que era la falopa

yo decía que eran las pilas

y cuando nos acostábamos en el cogedero

nos despertábamos con las barbas crecidas

y cuando volvíamos a las 3-70 viviendas

nuestros viejos parecían más pendejos que nosotros

y cuando nos íbamos de las 3-70

algunos ya no volvían al cogedero

no volvían al barrio

no volvían a la cuadra

no volvían a sus casas

no volvían.