Las elecciones de medio término que tuvieron lugar el pasado martes 8 de noviembre en Estados Unidos señalaron en primer lugar que el gobierno de Joe Biden, con todas sus limitaciones y falencias, continúa siendo preferido por la ciudadanía frente al esperado y temido aluvión de votos republicanos que finalmente no se concretó.
Aunque la oposición se quedó con la mayoría de las bancas en la Cámara de Representantes, entre demócratas y republicanos se produjo un virtual empate entre gobernaciones, y la actual administración consiguió retener la estratégica Cámara de Senadores. Nada mal para un gobierno al que muchos analistas imaginaban vencido frente a una oposición fortalecida y preparada para volver a dominar a partir de enero de 2025.
Más allá de los resultados generales de la pelea entre ambos partidos, hubo otra compulsa directamente centrada en la figura de Donald Trump y, sobre todo, en sus ambiciones por volver a convertirse en presidente.
Como muestra de su fortaleza, Trump creó el “trumpismo”, su propia línea política en la que confluyen vertientes de la derecha del Partido Republicano, junto con grupos y organizaciones que pululan por fuera y que se nutren de ideologías, opiniones y creencias basadas en el ultranacionalismo, el supremacismo, las teorías conspirativas, el discurso contrario a las instituciones y el culto exacerbado a la violencia.
La estrategia de expresidente para las pasadas elecciones consistió en apoyar a una serie de candidatos directamente referenciados en su nombre y en su figura. Aunque todavía no está claro el número de apoyos que brindó, sí resultó claro que había una veintena de candidatos de importancia interesados en convertirse en representantes, senadores y gobernadores de los distintos estados.
Junto con algunos políticos de amplio recorrido en las filas partidarias, surgió un universo de candidatos que, como el mismo Trump, representaban el agotamiento de la tradicional clase política y la conjunción del despliegue mediático con el mundo de la empresa y los recursos multimillonarios.
De este modo, el médico televisivo Mehmet Oz, el inversionista de riesgo Blake Masters, el empresario y escritor J. D. Vance, el general de brigada retirado Don Bolduc, la exestrella del fútbol americano Herschel Walker y la periodista y presentadora de noticias del canal Fox Kari Lake, entre muchos otros, dieron vida a un conjunto “renovador” de la política, que coincidió con políticos profesionales que también fueron apadrinados por Trump.
No todos los políticos republicanos recogieron el ideario trumpista, aunque sí es cierto que éste tiñó fuertemente la plataforma del partido, influyendo en el discurso de candidatos más distanciados a la figura del expresidente.
Así, y más allá de obvias especificidades, las declaraciones de los candidatos “trumpistas” fueron coincidentes en cuanto a la lealtad irrestricta hacia su líder, el no reconocimiento del triunfo de Biden en la pasada elección presidencial (“negacionismo”), duras críticas a la situación económica del país, declaraciones contrarias al aborto y a los derechos de género y la defensa de la deportación como única solución a la inmigración ilegal.
De igual modo, proclamaron ideas conspirativas en torno al “Gran Reemplazo”, que plantea la sustitución de la población de origen blanco y cristiano europeo por grupos de origen étnico diverso, y la prohibición del dictado en las escuelas públicas de la “teoría crítica de la raza”, defendida por las comunidades negras en su lucha contra el racismo.
Aun con todo lo negativo, los sectores alineados con Trump poseen otro elemento que los diferencian del resto de la clase política. En general, se oponen a seguir asistiendo económicamente a Ucrania en su enfrentamiento con Rusia y, en algunos casos, llaman a detener en enfrentamiento antes de que definitivamente, se inicie una tercera guerra mundial que tendría obvias consecuencias devastadoras para todo el planeta.
Su postura frente al conflicto no responde ni a motivos progresistas, ni antibélicos, ni mucho menos humanitarios. Sólo están en contra de que sean los contribuyentes quienes terminen financiando una guerra que, en definitiva, les resulta ajena, más aún en medio del contexto económico que se vive hoy en los Estados Unidos, con niveles de inflación inéditos en las últimas décadas.
La postura de este grupo de republicanos contrasta así con la de los demócratas (incluso, con su conocida vertiente de izquierda, representada por figuras como Bernie Sanders o Alexandra Ocasio-Cortez), y que se bien son críticos al gobierno de Trump, han acatado disciplinadamente cada votación parlamentaria en el que se aprobó la decisión de enviar multimillonarias sumas de dinero para ser destinadas a la guerra.
Pero más allá de toda la expectativa generada, Trump estuvo lejos de convertirse en el “gran ganador” de las elecciones de medio término: aproximadamente la mitad de sus candidatos logró triunfar en los cargos a los que postulaban. Pero eso no fue obstáculo para que el exmandatario anuncie sus intensiones de volver a candidatearse para un nuevo período presidencial.
Para Trump sobran los motivos para pelear por una nueva nominación: por una parte, enfrentar y ganar al presidente Biden quien, según su parecer, le robó las anteriores elecciones. Por la otra, y dentro del Partido Republicano, el resonante triunfo de Ron De Santis en su reelección como gobernador de La Florida y la consolidación de su proyecto presidencial sin duda aceleraron los tiempos de Trump, a la vez que le señalaran la presencia de un rival que podría hacerle sombra en los próximos meses.