Fue una mujer brava Hebe. De enojos terminantes y rabias combativas. Tan brava como la lucha que emprendió y sostuvo por cuatro décadas y media. Esa que sentó los consensos básicos sobre los que se edificó la democracia en este país primero, y marcó el camino cada vez que vino lo negro después. Hebe, la parida por los Hijos, como se definía. Hebe, la de la entrega absoluta, la que postuló el deber de socializar la maternidad. Hebe, la que dijo, hizo y siempre molestó. Hebe, la furiosamente clara. Hebe, la rebelde hasta los 93 y más allá. 

Hablaba mucho de los hijos propios en el último tiempo, de lo que le enseñaron. De su infancia de carencias en El Dique, de lo que lloró porque no pudo seguir yendo a la escuela que tanto le gustaba, porque no eran lujos que podía darse la hija mujer de una familia pobre en esos tiempos. También, del transformador pasaje de Kika, como le decían de chica, la "madre de casa adentro", a Hebe, la Madre de la Plaza. De cómo aquella hija de padres analfabetos llegó a entrevistarse con los grandes líderes del mundo. Todo eso que está contado en Los caminos de la vida, esa monumental biografía fotográfica de Ulises Gorini, que publicó Editorial Octubre, y que en los últimos meses marcó sus conversaciones en el repaso emocionado

"Las Madres convertimos la tragedia en amor y en lucha", le decía Hebe a Página/12 en ocasión de la publicación del libro. Y hablaba de la dimensión de la ternura. Esa dimensión que, como la del humor --tenía un sentido del humor tan filoso e inteligente-- marcó también su modo de ser y de hacer en el mundo. Brava y tierna, Hebe se hizo Hebe y fue insansable en esa lucha. 

Fue con brava ternura que Hebe y las Madres emprendieron el momento fundacional en la ex Esma, "El desembarco": su llegada al más emblemático campo de tortura, muerte y maternidad clandestina. El objetivo fue claro e inamovible: "traer vida, donde antes hubo muerte". Hebe pensó en una escuela de artes y oficios. Pensó y logró llenarlo de jóvenes, de niños y niñas, transformar ese espacio de muerte en una apuesta de futuro. 

Aquel día las Madres pintaron soles y flores en esos muros helados como símbolo de su férrea decisión. Los mismos soles y flores que hoy se multiplican en el ECuNHi, el Espacio Cultural Nuestros Hijos, de las Madres de Plaza de Mayo. Que siguen brillando y floreciendo, tiernamente transformados.