No resulta fácil calificar y describir la relación entre Hebe de Bonafini y el papa Francisco que atravesó tiempos de duras críticas –sobre todo por parte de la líder de los derechos humanos- y mutó hasta el afecto que nació entre ambos, que en los últimos años se expresó en mutuo reconocimiento y se plasmó en asiduos intercambios epistolares siempre encabezados por un “querido Francisco” y “querida Hebe”. Difícil habría sido predecir que Francisco, hoy Papa, es el mismo Jorge Bergoglio que siendo arzobispo de Buenos Aires en 2002 intentó entorpecer una protesta de las Madres, con Bonafini a la cabeza, en la catedral metropolitana. Tan difícil como admitir que Hebe cambiaría sus frontales críticas al entonces arzobispo -a quien quiso “montarle un baño detrás del altar de la catedral”- por las cálidas palabras que en los últimos tiempos le dedicó al Papa admitiendo que “Bergoglio transformó la Iglesia desde que está en el papado”, como afirmó en reciente entrevista concedida al periodista Lucas Schaerer.
No sería preciso decir que Francisco y Hebe convergieron en sus perspectivas ideológicas y políticas. Pero sí que hubo sintonía respecto de temas comunes en la búsqueda de la justicia y la defensa de los derechos humanos, cercanía y respeto mutuo que se afianzó a través de intercambios epistolares asiduos y llamadas telefónicas frecuentes. En público y en privado los dos admiten que creció entre ambos una amistad cimentada en la preocupación común por los pobres y sus derechos a pesar de las trayectorias tan diferentes de ambos.
El arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández –sino el más cercano uno de los obispos más próximos a Bergoglio- fue el encargado de acercarle a Hebe el saludo del Papa al visitarla el viernes pasado en el hospital de La Plata donde estaba internada (ver aparte). Francisco siempre se mantuvo informado del estado de salud de la máxima dirigente de las Madres.
"Querida Hebe, muchas gracias por tu carta que me llegó por Juan (Grabois)” le escribió el Papa en noviembre de 2016. Y en la misma misiva le decía: “rezo por vos y por las Madres y pido al Señor te conserve la salud para que puedas seguir ayudando a tanta gente” y extendía su saludo a todas las Madres.
Poco antes, el 17 de mayo de ese año Hebe y Francisco se habían reunido en el Vaticano, en un encuentro que pocos habrían imaginado que podría suceder. El mismo Papa la había invitado a Roma para hablar directamente con ella. En esa ocasión el diálogo se prolongó durante dos horas y media. En varias ocasiones Bonafini confió que el encuentro se inició con un mutuo pedido de disculpas y con la admisión de Francisco de que “todos nos equivocamos”. Desde entonces la comunicación entre ambos no se interrumpió. La agenda de preocupaciones comunes, la injusticia, los pobres, pero también la mutua admiración los conectó.
“Querida Hebe, muchas gracias por tu mensaje y por el libro que me enviaste. Lo leí detenidamente y es admirable la trayectoria que las Madres de Plaza de Mayo, con permanencia, han llevado adelante durante estos 45 años”, se puede leer en la última misiva del Papa a Bonafini. En la misma nota Bergoglio le manifestó a las “Madres de la memoria” que “ustedes son protagonistas de esta historia de dolor con la búsqueda de sus hijos desaparecidos”.
Fue la relación con Francisco la que le permitió a Bonafini llevar el mensaje de lucha de las Madres hasta el mismo Vaticano. Antes Bonafini le había enviado un texto manuscrito: “Queridísimo Papa Francisco. Te escribo para decirte cuanto te necesitamos. La estamos pasando mal todos. El país parece una montaña que se cae a pedazos como cuando sucede un terremoto”. La nota estuvo fechada el 14 de abril de 2017. En la Argentina gobernaba Mauricio Macri.
Bonafini nunca se retractó de sus críticas a la iglesia institucional y a sus obispos por las complicidades con la dictadura militar. “A nosotras los curas nos parecían una cosa espantosa, porque los sacerdotes bendecían a quienes tiraban a nuestros hijos e hijas vivos al río y al mar y un obispo los perdonaba” afirmó recientemente en un reportaje. Pero nunca dejó de reconocer el trabajo de los Curas para el Tercer Mundo y de denunciar la desaparición de sacerdotes, monjas y laicos católicos víctimas de la dictadura militar mientras reconocía figuras el obispo salvadoreño Oscar Romero o el cura Carlos Mugica.
En los últimos tiempos Hebe de Bonafini se auto calificaba como “una cristiana bastante particular”. Admitiendo también que "había perdido la fe completamente y cuando comenzó la relación (con Francisco) me devolvió la fe, tan necesaria... Sin fe no se puede vivir, y gracias a esa fe yo hablo con mis hijos todas las noches".
Reacciones desde el catolicismo
El arzobispo de La Plata, Víctor Manuel “Tucho” Fernández, uno de los hombres más cercanos al Papa dentro del episcopado católico, comunicó en un Tweet en el que también reza “por el eterno descanso” de la dirigente fallecida. que el pasado viernes visitó a Hebe de Bonafini en el hospital Italiano de La Plata donde estaba internada y “la encontré muy bien preparada”. El arzobispo platense afirmó que Hebe le dijo “estoy lista” mientras esbozaba una sonrisa. “Le di el saludo de Francisco” escribió Fernández y agregó que “ella decía que volvió a la fe después de reconciliarse con él (Papa)”.
Los términos del Tweet de Fernández contrastan con la formalidad institucional de la declaración emitida por la Conferencia Episcopal sobre el mismo tema. La “Conferencia Episcopal Argentina reza por el eterno descanso de la señora Hebe de Bonafini, quien ha fallecido en el día de hoy. Pedimos al Señor el consuelo para su familia y amigos, haciendo llegar también nuestro sentido pésame a la Asociación @madresdeplazademayo”, dice el mensaje del episcopado católico.
Frente a la muerte de Hebe de Bonafini también se expresó el sacerdote Eduardo de la Serna, uno de los referentes de los Curas en la Opción por los Pobres (COPP). Luego de detallar circunstanciales “diferencias” que lo distinguen de Bonafini, cuyo listado finaliza con “Hebe es una bandera, yo no…”, el cura admite que “estas son algunas de las cosas que me diferencian de Hebe, pero después, compartíamos un camino, una lucha por la verdad, una búsqueda incesante por la justicia, una denodada militancia por hacer memoria. Ella grande, yo no… pero el camino es el mismo”.
Y agrega que “los caminos tienen necesidad de señales, indicadores, guías porque, en ocasiones, es fácil perderse. Con Hebe teníamos un faro luminoso, y ese faro sigue encendido. En los caminos suele haber, más en tiempos confusos, cantos de sirenas o voces de mentiras; los mismos que Hebe, con su claridad molesta y estruendosa supo y sabía señalar. No dejes de molestarnos, Hebe; no dejes de sacudirnos la modorra; no dejes de poner nombre y apellido a la mentira y los mentirosos, a la mediocridad y los mediocres. Tendremos que aprender a escucharte de otra manera, pero ¿callarte? Eso, ¡ni la muerte!”.